Una
fiesta que a mí me evoca tres ideas, sentimientos, acicates, conversiones: encuentro, luz y signo de contradicción.
*Encuentro: Esta fiesta mantiene en
Oriente la riqueza bíblica del título “encuentro”: encuentro histórico entre el
Niño divino y el anciano Siméon, entre el Antiguo y Nuevo Testamento, entre la
profecía y la realidad, y en la primera presentación oficial, entre Dios y su
pueblo.
Para
nosotros todas las fiestas son encuentros. Encuentro con las personas que sólo
nos vemos en estos acontecimientos. Encuentro con la Madre amada. Encuentro con
Dios. Según Martín Buber, en este encuentro, no se podría hablar propiamente de
una búsqueda de Dios, pues Él es en sí
mismo, encuentro, es decir se hace presente al hombre. Él es el ser más
cercano y más plenamente presente en nosotros mismos.
Nosotros, como seres
humanos, somos «seres de encuentro», vivimos como personas, nos desarrollamos y
maduramos como tales creando diversos modos de encuentro. Para vivir como
personas, necesitamos entrar en relación.
La vida se mide por
los encuentros, no por los minutos, los años, las cosas que se han hecho. Hemos
perdido la capacidad de encontrarnos. Vamos con prisa (el primero yo), nos
fijamos en el exterior y no en el interior. Vivimos de la fachada. Cuando no
hay contacto, físico y espiritual, no se conoce, no se valora. Conocemos cosas de
las personas, pero no a las personas. No tenemos tiempo para el otro.
Hoy hay mucha
soledad. Es más, dicen los psicólogos que la soledad es la falta de intimidad. Sentimos
el desafío de descubrir y transmitir la mística de vivir juntos, de mezclarnos,
de encontrarnos, de tomarnos de los brazos, de apoyarnos, de participar de esa
marea algo caótica que puede convertirse en una verdadera experiencia de
fraternidad, en una caravana solidaria, en una santa peregrinación. (EG 83)
Si decimos que la
base de una persona es la relación, el encuentro, el más importante de estos es
el encuentro con Dios. El Papa Francisco dice: Invito a cada cristiano, en cualquier
lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro
personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar
por Él, de intentarlo cada día sin descanso… Éste es el momento para decirle a
Jesucristo: «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor,
pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito.
Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores»
(EG 3)
*Luz: Solemos decir que alguien es nuestra luz, cuando nos ayuda y
nos orienta en una acción, decisión o comportamiento. También cuando nos
corrige.
En nuestra tradición de simbología, la vela, la luz tiene una
simbología muy rica y profunda. La noche más sagrada del año, encendemos una
vela en el cirio pascual, igual que en el bautismo.
Dios es la Luz. Una luz, que como el Sol, ilumina siempre, aún
cuando hay nubes. Sol que ilumina, que da calor y vida. Cuando amanece, se
pueden ver todos los fallos, las grietas de las paredes. Por la noche, no. Por
la noche, todos los gatos son pardos. Una Luz, la de Dios, que no podemos mirar
de frente, porque nos ciega “a Dios nadie
lo ha visto jamás”, pero sí podemos ver sus efectos, lo que ha iluminado.
Jesús es la Luz, luz que podemos contemplar, mirar, y sobre
todo dejarnos iluminar.
María se presenta en el templo con una candela-vela. María
también es nuestra luz. Como Madre nos aconseja, nos orienta, nos ilumina, nos
recoge, nos alienta, nos lleva a Jesús. También nos corrige.
Y nosotros somos la luz del mundo. No dice que sería mejor que
fuéramos luz, sino que somos luz. Luz para iluminar a los otros, luz por transparentar
a Jesús. Debemos ser luz misericordiosa de Jesús. Puede parecer
contrario a lo primero: pero no es así. Porque la corrección busca el
encuentro. La relación falsa donde no se dice la verdad, por buscar que haya
paz, es relación falsa, no hay encuentro.
El papa nos pide, salir de
la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan
la luz del Evangelio. (EG 20)
*Signo de contradicción: Jesús es un signo de contradicción…también
hoy. Vivir el amor, el perdón, la misericordia hasta el infinito, no estamos,
muchas veces dispuestos a tolerar aunque nos llamemos cristianos. Jesús fue un
signo de contradicción porque no fue neutral, fue un apasionado por la vida y
por el mundo y la humanidad.
El cristiano debe
ser también signo de contradicción. Tomar partido por Dios es tomar partido por
el Reino, por los valores y opciones que tomó Jesús. No ser neutral, ni tampoco
reir las gracias a los demás, ni tampoco ser chachi, o ser de los que llevan y
traen. Simplemente ser íntegro. Y es que “yo
soy una misión en esta tierra y para esto estoy en el mundo” (EG 273). Ser una presencia significativa en el pueblo.
Esto llevará incomprensiones, decepciones, traiciones, deserciones… “una espada de traspasará el alma”. “No
tengas miedo, yo he vencido el mundo…estaré con vosotros todos los días hasta
el fin del mundo”.
Que María que fue vehículo en aquel encuentro, siga actuando
para que podamos vivir nuestra vocación de estar en comunión con Dios y con los
hermanos. Así sea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario