Mc 10,1-12: Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.
En aquel tiempo, Jesús se marchó a Judea y a Transjordania; otra vez se le fue reuniendo gente por el camino y según su costumbre les enseñaba.
Acercándose unos fariseos, le preguntaban para ponerlo a prueba:
«¿Le es lícito al hombre repudiar a su mujer?».
Él les replicó:
«¿Qué os ha mandado Moisés?».
Contestaron:
«Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla».
Jesús les dijo:
«Por la dureza de vuestro corazón dejó escrito Moisés este precepto. Pero al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.
De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre».
En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo.
Él les dijo:
«Si uno repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio».
Reflexión
2 ideas sencillas sobre este evangelio:
1) Dios nos invita a la comunión. El proyecto de Dios es a la comunión. Él es comunión. No a la división. Hemos superado a Babel, gracias a la fuerza del Espíritu Santo. Pentecostés vuelve a darnos la oportunidad de ponernos en el proyecto de Dios y cumplir su sueño.
2) Dios no se desdice de lo que promete o regala. Dios no se arrepiente. Y lo que da, lo da de una vez para siempre. Se puede aflojar, perder, olvidar, pero la gracia de Dios y su amor siempre nos envuelve.
Lo que nos toca a nosotros es vivir de cara a ese amor y proyecto de Dios. Esa semilla sembrada en nuestros corazones, tenemos que cuidarla para que produzca fruto.
Está claro que la realidad muchas veces es dura e incluso contradice esta Palabra de Dios. Pero yo pienso...¿qué sería de un mundo que no tuviera en todos los ámbitos esperanza de volver a empezar, de reconducir, de perdonar?
Si la realidad del mundo es que las relaciones interpersonales se rompieran y no podrían recuperarse...entonces, llegaría el momento de un nuevo Babel.
Pero no, la realidad del mundo es que, incluso cuando todo se rompe, siempre hay posibilidades de empezar de nuevo, de nuevos caminos, e incluso desandar los caminos deshechos, gracias a una fuerza misteriosa interior: el Espíritu Santo.
Y esto es tan real como lo anterior y vemos ejemplos a nuestro alrededor. Pero que duda cabe, que esto último si me produce esperanza, ilusión y ganas de trabajar. Lo otro no nos produce sino desilusión y desesperanza.
Se puede complementar con este comentario al Amoris Laetitia
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