Jn 16,20-23a: Nadie os quitará vuestra alegría.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.
La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre.
También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada».
Porque es una alegría probada
Este trozo del evangelio, sobretodo la última frase, me recuerda el final de la película “La vida es bella”.
Comienza el texto evangélico contemplado ayer para avanzar tres versículos más. La tristeza se convertirá en alegría y ésta no podrán arrebatárnosla.
No podrán quitárnosla porque es una alegría que viene de Jesús.
No podrán quitárnosla porque es una alegría probada en el sufrimiento, por ello, muy profunda y fuerte.
Diremos que ésta es la verdadera alegría.
Y Jesús nos invita a desear esta alegría, a buscarla, a pedirla, a enseñarla y transmitirla.
Se nos vende una alegría dulzona, fácil de conseguir, pero también fácil de perderla.
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