Mc 7, 15-20
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. A ver, ¿acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis”.
Reflexión
Seguimos con el sermón del monte con esas indicaciones para los discípulos. En este caso como siempre, pone el dedo en la llaga sobre la religiosidad verdadera o falsa.
Al fin y al cabo se puede resumir en algo bien fácil de entender: la coherencia o autenticidad.
Jesús sabe de la falsedad que muchas veces puede rodear la religión. Se puede enmascarar de un empeño de asegurar o proteger su buena imagen.
Se confunde el servicio, que debe ser la motivación para tener cargos de relieve, con el afán desmedido de poder, prestigio, ambición y reconocimiento. La forma para no dejarnos embaucar por los falsos profetas, o para no caer en su trampa es contemplar los frutos. San Ignacio de Loyola lo utiliza en el discernimiento de espíritus para reconocer si una moción es de Dios o del enemigo, según a donde me lleve…
Estamos rodeados de encantadores de serpientes, de vendedores de humo, también en la religión, y hay poca coherencia. Al final, cada uno tendrá que revisar que es lo que está haciendo, sirviendo, sembrando. Cada cual será juzgado por los frutos que haya producido en su vida: por el ambiente de bondad, de paz, de sosiego y felicidad que haya sembrado con su conducta.
No nos olvidemos que el “hecho religioso” se constituye de tres componentes fundamentales: 1) Los “ritos” religiosos. 2) Las “creencias” o los dogmas. 3) La “conducta” o forma de vida. No sólo del primero y segundo. El tercero es el que verifica lo anterior.
No hay comentarios:
Publicar un comentario