Lc 7,11-17: ¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!
En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, y caminaban con él sus discípulos y mucho gentío.
Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.
Al verla el Señor, se compadeció de ella y le dijo:
«No llores».
Y acercándose al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo:
«¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!».
El muerto se incorporó y empezó a hablar, y se lo entregó a su madre.
Todos, sobrecogidos de temor, daban gloria a Dios diciendo:
«Un gran Profeta ha surgido entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo».
Este hecho se divulgó por toda Judea y por toda la comarca circundante.
Reflexión
¿Qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está Yahvéh nuestro Dios en todo cuanto le pedimos? Del libro del Deuteronomio.
El pueblo de Israel tomaba conciencia de la cercanía de Dios y de su Alianza, por el cual, Él era su Dios y ellos su pueblo.
A tanta distancia, quizá, ante tanto mal en el mundo, hayamos perdido esa conciencia de la cercanía de Dios. Incluso la Encarnación del Verbo, ha sido ¡el mayor milagro existido nunca jamás!. Milagro que se repite todos los días en la Eucaristía.
La vida de Jesús fue un continuo servicio hacia los necesitados.
Impresiona las palabras de Jesús: "Mujer, no llores". Estas palabras son una fuente de paz y de consuelo. No son unas palabras vacías, de consuelo al estilo nuestro. Son unas palabras de acogida, de comprensión, palabras de esperanza.
La situación estaba perdida, ya no había solución. Sin embargo, por las palabras de Jesús, hay una vida nueva y una esperanza.
"Señor no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme", decimos en la Eucaristía (evangelio de ayer)
¿Cuántas veces hemos acudido al Señor a desahogar nuestras penas, a sentir el consuelo de Dios, en medio de los problemas de la vida? No vayamos de manera triunfalista, a que Dios te solucione el problema, sino a que lo acoja, y le de una esperanza.
No nos olvidemos que Jesús es el Camino, Verdad y Vida. "Venid a mí, todos los que estáis cansados y agobiados, yo os aliviaré".
En medio del siglo XXI, tan lleno de contrastes, de estrés...necesitamos un momento diario con el Señor, para que, en Él, reintegremos nuestra vida y nos de una luz nueva para seguir luchando por un mundo mejor.
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