Lc 8,16-18: La lámpara se pone en el candelero para que los que entren vean la luz.
En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Nadie que ha encendido una lámpara, la tapa con una vasija o la mete debajo de la cama, sino que la pone en el candelero para que los que entren vean la luz.
Pues nada hay oculto que no llegue a descubrirse ni nada secreto que no llegue a saberse y hacerse público.
Mirad, pues, cómo oís, pues al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener».
Reflexión
Parece un poco amenazante las palabras del Señor, y alguna vez las he entendido así. También es la forma de hablar de aquella época, donde no existe el término medio y donde algunas veces expresan la idea de manera negativa (algo parecido a la reducción al absurdo de la filosofía).
Sin embargo, entiendo que me anima a ser luz. Pero no una luz para esconderse y guardármela para mí, sino una luz para iluminar.
Una vela puede tener dos funciones en una casa: la primera puede ser algo decorativo, que queda bonito, pero nada más; o puede utilizarse para iluminar y entonces se desgastará...pero habrá iluminado.
Eso es lo que quiere el Señor, que nos gastemos iluminando a los otros.
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