miércoles, 14 de febrero de 2018

CARTA DE CUARESMA

carta de cuaresma 
Un confesor se confiesa.

Igual que hicimos en Adviento, he querido comenzar esta Cuaresma con unas palabras dedicadas a hablar sobre el sacramento de la reconciliación. Éste es un tiempo propicio. Por ello, el Papa ha instituido la denominada “24 horas para el Señor”con el lema “De ti procede el perdón (Salmo 130, 4), que en nuestro arciprestazgo se va a celebrar y le damos prioridad absoluta, el próximo viernes 9 de marzo, en la Iglesia de los Remedios, de 5 de la tarde a 9 de la noche.
El Papa insiste en ofrecer tiempo para reconciliarnos y ofrecernos con un horario de confesiones. “Dejen las puertas abiertas de las iglesias, así la gente entra, y dejen una luz encendida en el confesionario para señalar su presencia y verán que se formará cola”, en una comida con sacerdotes el Jueves Santo de 2013.
En la anterior carta me ponía en el punto de vista del confesor. En ésta, me pongo en el punto de vista del penitente, como penitente que soy.
Como muchos de ustedes, yo también tengo vergüenza, y más cuando tengo que confesar con un compañero. Sin embargo, me hace mucho bien haber confesado con compañeros más cercanos en la amistad, e incluso confesarlos alguna vez. Ahí uno se da cuenta de la “pasta” que estamos hechos todos, “pecador me concibió mi madre”. Salmo 51.
La confesión-reconciliación es un sacramento que yo valoro mucho y lo recibo con frecuencia. Algunas razones:
  • El pecado, ante todo es ofensa a Dios. Necesito “reconciliarme” con Él. Con alguna persona, que no tienes cercana o no ves mucho, podrás justificarte en estar tiempo sin reconciliarte, sin embargo, aunque Dios te perdone siempre, se me cae la cara de vergüenza ante Él. Él me ve siempre, está conmigo siempre, y no es justo dilatar el tiempo para confesar. Por eso, no dejo que pase mucho tiempo.
  • En la vida ministerial hay situaciones que se van sedimentando en el corazón, que van haciendo daño, y conviene “vomitarlas fuera”, y que mejor que en un ambiente sagrado como la confesión donde Dios está presente y puede dar una luz y curar mi corazón. Es verdad que hablarlas con alguien viene bien, pero sólo experimento una liberación cuando es ante un ministro y en medio de una celebración penitencial, donde el ministro hace las veces de Cristo. “Los cristianos no están eximidos de las tinieblas, externas y también internas. No viven fuera del mundo, pero por la gracia de Dios, viven orientados”. (Catequesis del Papa Francisco 2/8/2017)
  • Esa liberación, para mí, trae consigo una alegría profunda. Como si estuvieras circulando con el coche con el freno de mano puesto y lo quitas.
  • Para mí es una necesidad confesarme con frecuencia, porque me doy cuenta de que sin Él, nada puedo. Necesito confesarme para pedirle la gracia, la fortaleza en tantos momentos de la vida.
  • Es un gusto poder confesarme para recibir el cariño de Dios. Cuando me confieso, siento que el Señor me dice que me quiere, una vez más, sea lo que sea y cuando sea. Aquellas palabras del Papa desde el primer Ángelus: “Él nunca se cansa de perdonar, pero nosotros a veces nos cansamos de pedir perdón. No nos cansemos nunca, no nos cansemos nunca”. En la confesión experimento el abrazo del Padre del Hijo Pródigo. Y hay veces que necesitamos de un abrazo de esos que te llegan al alma.
  • También la confesión me viene bien porque exige de mí una revisión profunda y esto lleva consigo una visión de mi vida más equilibrada, en la que figura mi realidad de pecado. Así tomo conciencia de que todo lo bueno que haga es por su gracia y no por mis méritos.
  • Fruto del año de la misericordia, que para mí ha sido un año especial, puedo decir que entiendo algo mejor la misericordia de Dios. Que no es sólo el perdón infinito que me pueda tributar el Señor. Sino que es la compasión que siente el Señor por mí. Una compasión que revuelve sus entrañas y le lleva a sufrir por mí y a interceder por mi. Así la celebración tiene un valor incalculable, porque “sientes” al Señor, y no es sólo un rito. Sientes su comprensión, su presencia ahí donde yo sufro. Todo esto me produce una gran alegría. Por ello, si me preguntan uno de los lugares o momentos para experimentar la alegría les diré en la confesión.
Permíteme que te recuerde quela vida espiritual y pastoral del sacerdote, como la de sus hermanos laicos y religiosos, depende, para su calidad y fervor, de la asidua y consciente practica personal del Sacramento de la Penitencia”. Pastores Dabo Vobis, 26
Aprovecha este tiempo de Cuaresma para retomar la confesión.
Siéntete libre, con confianza, como cuando estamos en casa con zapatillas puestas, y confía en Dios a través de la confesión. Dios está deseoso de poder perdonarte. 








Jorge Concepción Feliciano

Párroco de Tazacorte y Ntra. Sra. de Fátima en Tijarafe