Ya a punto de bajar la Virgen y nos llega la terrible noticia de la muerte de Laura. A todos nos ha conmocionado mucho y hemos mirado de manera más intensa la vista a nuestra Madre para que nos ampare y proteja.
A mi familia también nos ha tocado sufrir las consecuencias de la mala utilización de las redes sociales, de manera que se haya relacionado a mi hermano, hombre bueno donde los haya, con el asesino.
Todo empezó por una imagen que se mandó por Whatsapp de manera viral. La gente de Santa Cruz de la Palma en todo momento ha sabido distinguir los dos hechos. Sin embargo, en otros lugares, ha creado una confusión grande.
Y así llegó al periódico de tirada nacional en el formato de papel, que a muchos les ha hecho despertar.
NO TODO LO QUE SE ENVÍA Y PUBLICA EN LAS REDES SOCIALES ES CIERTO.
Muchos se han adrentado en las redes sociales sin saber los valores y contravalores, los límites y peligros. Y lo que han hecho las redes sociales es simplemente amplificar una de las costumbres que tenemos en los pueblos, que es llevar y traer los cuentos sin percatarnos si es cierto o no y, lo más grave de todo, sin captar que con la mayoría de ellos, estamos denigrando a una persona con aquello que decimos. Muchas veces, nos contentamos con decir, "me lo dijeron", o "se está diciendo". Aprendamos de Sócrates.
En la antigua Grecia, Sócrates fue famoso por la
práctica de su conocimiento, con alto respeto. Un día un conocido se encontró con el
gran filósofo y le dijo:
¿Sabes lo que escuché acerca de tu amigo?
Espera un minuto, replicó Sócrates. Antes de
decirme cualquier cosa querría que pasaras un pequeño examen. Es llamado el examen del
triple filtro.
¿Triple filtro?
Correcto, continuó Sócrates. Antes de que me
hables sobre mi amigo, puede ser una buena idea tomar un momento y filtrar lo que vas a
decir. Es por eso que lo llamo el examen del triple filtro.
El primer filtro es la verdad: ¿estás
absolutamente seguro de que lo que vas a decirme es cierto?
No, dijo el hombre, realmente sólo escuché sobre
eso y...
... Muy bien, dijo Sócrates. ¡Entonces realmente
no sabes si es cierto o no!
Ahora permíteme aplicar el segundo filtro, el
filtro de la bondad: ¿es algo bueno lo que vas a decirme de mi amigo?
No, por el contrario...
Entonces, continuó Sócrates, tú deseas decirme
algo malo sobre él, pero no estás seguro de que sea cierto. Tú puedes aún pasar el
examen, porque queda un filtro; el filtro de la utilidad: ¿será útil para mí lo que
vas a decirme de mi amigo?
No, realmente no.
Bien, concluyó Sócrates. Si lo que deseas decirme
no es cierto ni bueno e incluso no es útil, ¿por qué decírmelo?
Los cristianos nacimos del costado abierto de Jesús por decir la verdad. A Jesús le costó su vida. Nosotros somos los hijos de la verdad. Nos debe caracterizar la verdad. El príncipe de la mentira sabemos quién es...Sólo desde la verdad podremos construir una sociedad mejor.
Por tanto, hagamos un uso "responsable" y "cristiano" de las redes sociales.
No temas, que te he redimido, te he llamado por tu nombre, tú eres mío [...] porque eres precioso ante mí, de gran precio, y yo te amo." Is 43, 1b.4a
domingo, 12 de julio de 2015
miércoles, 1 de julio de 2015
HOMILÍA EN EL TRIDUO A LA VIRGEN DE LOS REMEDIOS. MARÍA, MADRE DE LA ESPERANZA
NTRA.
SRA. DE LOS REMEDIOS 2015
NUESTRA
SEÑORA DE LA ESPERANZA (homilía)
En primer lugar, agradecer a D. Fernando la
invitación para compartir la fe, la caridad y sobretodo la esperanza con la
comunidad reunida.
Se me invita a reflexionar sobre la esperanza
mirando a María. A ella la llamamos con razón, Madre de Nuestra Esperanza. Éste
es el lema de hoy y de la Bajada Lustral de la Virgen de las Nieves.
Me gustaría empezar por un cuento.
Había una vez un niño enfermo llamado Juan. Tenía una
grave y rara enfermedad, y todos los médicos aseguraban que no viviría mucho,
aunque tampoco sabían decir cuánto. Pasaba largos días en el hospital,
entristecido por no saber qué iba a pasar, hasta que un payaso que pasaba por
allí y comprobó su tristeza se acercó a decirle:
- ¿Cómo se te ocurre estar así parado? ¿No te hablaron
del Cielo de los niños enfermos?
Juan negó con la cabeza, pero siguió escuchando
atento.
- Pues es el mejor lugar que se pueda imaginar, mucho
mejor que el cielo de los papás o cualquier otra persona. Dicen que es así para
compensar a los niños por haber estado enfermos. Pero para poder entrar tiene
una condición.
- ¿Cuál? - preguntó interesado el niño.
- No puedes morirte sin haber llenado el saco.
- ¿El saco?
- Sí, sí. El saco. Un saco grande y gris como este –
dijo el payaso mientras sacaba uno bajo su chaqueta y se lo daba. - Has tenido
suerte de que tuviera uno por aquí. Tienes que llenarlo de billetes para
comprar tu entrada.
- ¿Billetes? Pues vaya. Yo no tengo dinero.
- No son billetes normales, chico. Son billetes
especiales: billetes de buenas acciones; un papelito en el que debes escribir
cada cosa buena que hagas. Por la noche un ángel revisa todos los papelitos, y
cambia los que sean buenos por auténticos billetes de cielo.
- ¿De verdad?
- ¡Pues claro! Pero date prisa en llenar el saco.
Llevas mucho tiempo enfermo y no sabemos si te dará tiempo. Esta es una
oportunidad única ¡Y no puedes morirte antes de llenarlo, sería una pena
terrible!
El payaso tenía bastante prisa, y cuando salió de la
habitación Juan quedó pensativo, mirando el saco. Lo que le había contado su
nuevo amigo parecía maravilloso, y no perdía nada por probar. Ese mismo día,
cuando llegó su mamá a verle, él mostró la mejor de sus sonrisas, e hizo un
esfuerzo por estar más alegre que de costumbre, pues sabía que aquello la hacía
feliz. Después, cuando estuvo solo, escribió en un papel: “hoy sonreí para
mamá”. Y lo echó al saco.
A la mañana siguiente, nada más despertar, corrió a
ver el saco ¡Allí estaba! ¡Un auténtico billete de cielo! Tenía un aspecto tan
mágico y maravilloso, que el niño se llenó de ilusión, y el resto del día no
dejó de hacer todo aquello que sabía que alegraba a los doctores y enfermeras,
y se preocupó por acompañar a otros niños que se sentían más solos. Incluso
contó chistes a su hermanito y tomó unos libros para estudiar un poquito. Y por
cada una de aquellas cosas, echó su papelito al saco.
Y así, cada día, el niño despertaba con la ilusión de
contar sus nuevos billetes de cielo, y conseguir muchos más. Se esforzaba
cuanto podía, porque se había dado cuenta de que no servía el truco de juntar
los billetes en el saco de cualquier manera: cada noche el ángel los colocaba
de la forma en que menos ocupaban. Y Juan se veía obligado a seguir haciendo
buenas obras a toda velocidad, con la esperanza de conseguir llenar el saco
antes de ponerse demasiado enfermo...
Y aunque aún tuvo muchos días, nunca llegó a llenar el
saco. Juan, que se había convertido en el niño más querido de todo el hospital,
en el más alegre y servicial, terminó curando del todo. Nadie sabía cómo: unos
decían que su alegría y su actitud tenían que haberle curado a la fuerza; otros
estaban convencidos de que el personal del hospital le quería tanto, que
dedicaban horas extra a tratar de encontrar alguna cura y darle los mejores
cuidados; y algunos contaban que un par de ancianos millonarios a los que había
animado mucho durante su enfermedad, habían pagado un costosísimo tratamiento
experimental para él.
El caso es que todos decían la
verdad, porque tal y como el payaso había visto ya muchas veces, sólo había que
poner un poquito de cielo cada noche en su saco gris para que lo que parecía
una vida que se apaga, fueran los mejores días de toda una vida, durase lo que
durase.
Hoy es difícil hablar de esperanza. Sin embargo,
mirando a María es bien sencillo. Adentrémonos en estos hechos o signos que nos
hacen perder la esperanza.
Desmitificación
del progreso: las grandes guerras de
este siglo, Auschwitz, Hiroshima, el deterioro ecológico, el hambre en el
mundo, la grave crisis económica, la propagación del SIDA y otras adversidades
han provocado el declive y después el desmoronamiento de las utopías.
Fin de la
historia: los acontecimientos que vivimos parecen
desembocar en la caída de cualquier modelo de sociedad que no sea neoliberal y
capitalista.
Pérdida
de horizonte: La humanidad parece
llegar a su vejez. Suceden muchísimos acontecimientos pero parecen no dirigirse
a ninguna meta. Existe un cansancio generalizado, no surgen ideas o esperanzas
nuevas.
Disfrute
de lo inmediato: Al no esperar nada del
futuro, es preferible vivir al día, disfrutar del mayor placer posible ahora
mismo. La vida es placer, o no es nada.
Vacío
de quehacer utópico: prolifera una sociedad
narcisista, gente que sólo se mira a sí misma. Se exalta el cuidado del propio
cuerpo, la búsqueda de la paz interior, el equilibrio psicológico, las terapias
grupales…decrece el prestigio de las instituciones públicas, se extiende la
“apatía democrática”.
Por ello, es difícil hablar de esperanza hoy en día.
Sin embargo, aunque haya muchas razones para hundirse, pero también muchas para
continuar
•
Los avances de la medicina.
•
La conquista de las libertades y el
establecimiento de la democracia.
•
El reconocimiento y la defensa de los derechos.
•
El progreso y el desarrollo de las comunicaciones.
•
Miles de voluntarios y voluntarias que son
solidarios.
Ojo, no confundamos esperanza con optimismo con
ilusión.
La persona ilusionada interpreta la realidad
desde su imaginación y espera un futuro apoyado en un engaño, en una mentira.
Desea cómo serán las cosas, pero casi nunca coincide el deseo con la realidad.
El optimista tiende a ver las cosas de su
aspecto más favorable. Es positivo, vitalista, confiado, pero no ha madurado
plenamente.
La esperanza acaba por convertirse antes o
después en la impronta, en el talante inconfundible de los corazones
intrépidos, de quienes reflejan en sus actitudes y hasta en su semblante y en
el brillo de su mirada, una decidida actitud mental positiva y grandes deseos
de vivir. Quien vive instalado en la esperanza es perfectamente consciente de
los contratiempos, sufrimientos y dificultades que surgirán constantemente,
paso a paso, pero son esos mismos obstáculos los que espolean su esfuerzo y
entusiasmo y alientan su confianza. Cualquiera que haya tenido ante sí hombres
o mujeres tocados por esa magia inconfundible de la esperanza, habrá podido
comprobar que están hechos de una pasta especial, como si las fibras musculares
de su espíritu hubieran sido tejidas y entrelazadas con fe inquebrantable en si
mísmos y en sus posibilidades, exultante y desbordante alegría de vivir, tesón
y extraordinaria capacidad de soñar y de saturar de optimismo su mente y su
corazón (B. Tierno)
El hombre de esperanza analiza
conscientemente la realidad, ve sus pros y sus contras, y descubre que la
llamada profunda de la vida es al bien, a la belleza, a la durabilidad y a la
justicia. Su esperanza consiste en trabajar por esa verdad de las cosas. Las
pequeñas esperanzas de la vida a veces se quedan cortas y reclaman eternidad.
Nos piden abrirnos a la gran esperanza: ahí de nuevo la esperanza se confunde
con la fe.
Que esto es la esperanza. Esa disposición para
seguir luchando cuando todo parece cuesta abajo. Cuando nubarrones amenazan
tormenta. Cuando uno no entiende, o no cree, o no sabe por dónde seguir.
Nuestra esperanza tiene un nombre: Jesucristo. Se
funda en un hecho: la Resurrección. Su resurrección
no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo.
Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes
de la resurrección. Es una fuerza imparable.
La Resurrección abre para la toda la humanidad un
futuro de vida plena.
El hambre…no constituyen el horizonte último de la
historia. Todo ello no terminan con el hombre.
El ser humano puede esperar algo más que lo que
brota de las posibilidades mismas del hombre y del mundo. A una vida
“crucificada”, pero vivida en el Espíritu de Cristo, le espera la Resurrección.
El hombre que pone su esperanza es el que vive con
la certeza que, “no es lo mismo haber conocido a Jesús que no conocerlo, no es
lo mismo caminar con Él que caminar a tientas, no es lo mismo poder escucharlo
que ignorar su Palabra, no es lo mismo poder contemplarlo, adorarlo, descansar
en Él, que no poder hacerlo. No es lo mismo tratar de construir el mundo con su
Evangelio que hacerlo sólo con la propia razón. Sabemos bien que la vida con Él
se vuelve mucho más plena y que con Él es más fácil encontrarle un sentido a
todo”. (EG 266)
María, es para cada uno de nosotros refugio, maestra
y guía en el camino. Ella es la mujer del adviento, la señora de la espera, la
que fue capaz de afrontar lo incierto desde la fe y la confianza profunda.
Lo que sigue a continuación son palabras del Papa Francisco a las religiosas contemplativas. Cito un texto largo, porque no tiene desperdicio: “María es la madre de la esperanza
y de ella nació la enseñanza de mirar al futuro con esperanza”. “Se convierte
en discípula y madre de su Hijo en el momento que acoge las palabras del Ángel
y dice: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu
palabra". Este "hágase en mí" no es sólo aceptación, sino
también apertura al futuro: ¡es esperanza! ¡Este "hágase en mí" es
esperanza!”
“María no sabía cómo podía ser madre, pero se
confió totalmente al misterio que iba a cumplirse, y se ha convertido en la
mujer de la espera y de la esperanza”.
María es consciente de cómo la misión y la
identidad de aquel Hijo, que se hizo Maestro y Mesías, supera su ser madre y al
mismo tiempo puede generar temor, así como las palabras de Simeón y su profecía
de dolor. "Y sin embargo - dijo el Papa - ante todas estas dificultades y
sorpresas del plan de Dios, la esperanza de la Virgen nunca flaquea".
“Esto nos dice que la esperanza se nutre de la
escucha, la contemplación, la paciencia, para que los tiempos del Señor
maduren”.
Incluso cuando María se convierte en la
dolorosa al pie de la cruz, su esperanza no cede, sino que la sostiene en la
"espera vigilante de un misterio, mayor del dolor que está por
cumplirse".
“Todo parece realmente acabado; cualquier
esperanza podría decirse apagada. También ella, en ese momento, podría haber
dicho, si no hubiera recordado las promesas de la Anunciación: "¡Esto no
es cierto! ¡He sido engañada!". Y no lo hizo”.
“Muchas veces pienso: "¿Sabemos esperar
el mañana de Dios, o queremos el hoy?". El futuro de Dios es para ella el
amanecer de aquel día, el primero de la semana. Nos hará bien pensar en la
contemplación, en el abrazo del hijo con la madre”.
“María es, pues, el testimonio sólido de la esperanza presente en cada momento de la historia de la
salvación:
“Ella, la madre de la esperanza, nos sostiene
en los momentos de oscuridad, de dificultad, de desaliento, de derrota
aparente, en las verdaderas derrotas humanas. Que María, nuestra esperanza, nos
ayude a hacer de nuestra vida una ofrenda grata al Padre Celestial, un regalo
alegre para nuestros hermanos, una actitud que siempre mire hacia el futuro”. Fin de la cita
Y por eso me invitas, también a mí, a fiarme, y a
esperar, activamente. A Dios, en este mundo, y su reino, que juntos habremos de
ir construyendo, entre muchos.
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