jueves, 30 de noviembre de 2023

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 1 DE DICIEMBRE DE 2023

 Lc 21,29-33: Cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos una parábola: 

«Fijaos en la higuera y en todos los demás árboles: cuando veis que ya echan brotes, conocéis por vosotros mismos que ya está llegando el verano. 

Igualmente vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. 

En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán».


Reflexión


Por último, la Iglesia nos propone esta parábola de Lucas, la de la higuera, para que comprendamos que igual que con este árbol, hay unos signos indicativos, también en la venida del Señor.


Y es lo curioso, cuanto más signos catastrofistas surjan, más cerca está la liberación. O podemos decir, cuanto más catástrofe, más cerca está el reino de Dios. Por ello, cuando estemos pasando por un momento de dificultad, está cerca el reino.

El reino está más cerca, cuanto mayor dolor y sufrimiento haya.

miércoles, 29 de noviembre de 2023

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 30 DE NOVIEMBRE DE 2023

 Mt 4,18-22: Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.


En aquel tiempo, pasando Jesús junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: -«Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres.» Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.



Llama la atención la inmediatez de la respuesta. Y contrasta con la lentitud de nuestra respuesta...

Muchos autores espirituales hablan de la mirada de Jesús. Tenía que ser irresistible...Tanto es así que dejaron todo, incluso a su familia.

Aquello de Jeremías: "me seduciste, Señor y me dejé seducir".

Sería bueno en este día de San Andrés, refrescáramos las llamadas que el Señor nos hace y en el silencio del corazón, sintiéramos su voz y su mirada.

Con el permiso, les añado a continuación, la catequesis de Benedicto XVI sobre San Andrés.

Lo primero que impresiona en Andrés es el nombre: no es hebreo, como uno se esperaría, sino griego, signo indicativo de una cierta apertura cultural de su familia. Nos encontramos en Galilea, donde el idioma y la cultura griega están bastante presentes. En las listas de los doce, Andrés se encuentra en segundo lugar, en Mateo (10,1-4) y en Lucas (6,13-16), o en el cuarto lugar, en Marcos (3,13-18) y en los Hechos de los Apóstoles (1,13-14). En todo caso, sin duda tenía un gran prestigio dentro de las primeras comunidades cristianas.


El lazo de sangre entre Pedro y Andrés, así como la llamada común que les dirigió Jesús, son mencionados expresamente en los Evangelios. Puede leerse: «Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo: "Seguidme, y yo os haré pescadores de hombres"» (Mateo 4,18-19; Marcos 1,16-17). Por el cuarto Evangelio sabemos otro detalle importante: en un primer momento, Andrés era discípulo de Juan Bautista; y esto nos muestra que era un hombre que buscaba, que compartía la esperanza de Israel, que quería conocer más de cerca la palabra del Señor, la presencia del Señor. Era verdaderamente un hombre de fe y de esperanza; y un día escuchó que Juan Bautista proclamaba a Jesús como «el cordero de Dios» (Juan 1, 36); entonces, se movió, y junto a otro discípulo, cuyo nombre no es mencionado, siguió a Jesús, quien que era llamado por Juan «cordero de Dios». El evangelista refiere: «vieron donde vivía y se quedaron con él» (Juan 1, 37-39). Andrés, por tanto, disfrutó de momentos de intimidad con Jesús. La narración continúa con una observación significativa: «Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro. Al primero que encontró fue a su propio hermano Simón, y le dijo: "Hemos encontrado al Mesías", que traducido significa Cristo», y le condujo hacia Jesús (Juan 1,40-43), demostrando inmediatamente un espíritu apostólico fuera de lo común. Andrés, por tanto, fue el primer apóstol que recibió la llamada y siguió a Jesús. Por este motivo la liturgia de la Iglesia bizantina le honra con el apelativo de «Protóklitos», que significa el «primer llamado». Por la relación fraterna entre Pedro y Andrés, la Iglesia de Roma y la Iglesia de Constantinopla se sienten de manera especial como Iglesias hermanas entre sí. Para subrayar esta relación, mi predecesor, el Papa Pablo VI, en 1964, restituyó la insigne reliquia de san Andrés, hasta entonces custodiada en la Basílica vaticana, al obispo metropolita ortodoxo de la ciudad de Patrás, en Grecia, donde según la tradición, el apóstol fue crucificado.


Las tradiciones evangélicas mencionan particularmente el nombre de Andrés en otras tres ocasiones, permitiéndonos conocer algo más de este hombre. La primera es la de la multiplicación de los panes en Galilea. En aquella ocasión, Andrés indicó a Jesús la presencia de un muchacho que tenía cinco panes de cebada y dos peces: muy poco --constató-- para toda la gente que se había congregado en aquel lugar (Cf. Juan 6, 8-9). Vale la pena subrayar el realismo de Andrés: había visto al muchacho, es decir, ya le había planteado la pregunta: «Pero, ¿qué es esto para toda esta gente?» (ibídem) y se dio cuenta de la falta de recursos. Jesús, sin embargo, supo hacer que fueran suficientes para la multitud de personas que habían ido a escucharle. 


La segunda ocasión fue en Jerusalén. Saliendo de la ciudad, un discípulo le mostró el espectáculo de los poderosos muros que sostenían el Templo. La respuesta del Maestro fue sorprendente: dijo que de esos muros no quedaría piedra sobre piedra. Entonces Andrés, junto a Pedro, Santiago y Juan, le preguntó: «Dinos cuándo sucederá esto y cuál será la señal de que ya están por cumplirse todas estas cosas» (Marcos 13,1-4). Como respuesta a esta pregunta, Jesús pronunció un importante discurso sobre la destrucción de Jerusalén y sobre el final del mundo, invitando a sus discípulos a leer con atención los signos del templo y a mantener siempre una actitud vigilante. De este episodio podemos deducir que no tenemos que tener miedo de plantear preguntas a Jesús, pero al mismo tiempo, tenemos que estar dispuestos a acoger las enseñanzas incluso sorprendentes y difíciles que Él nos ofrece.  


En los Evangelios se registra, por último, una tercera iniciativa de Andrés. El escenario sigue siendo Jerusalén, poco antes de la Pasión. Con motivo de la fiesta de la Pascua, narra Juan, habían venido a la ciudad santa algunos griegos, quizá prosélitos o temerosos de Dios, para adorar al Dios de Israel en la fiesta de Pascua. Andrés y Felipe, los dos apóstoles con nombres griegos, hacen de intérpretes y mediadores de este pequeño grupo de griegos ante Jesús. La respuesta del Señor a su pregunta parece enigmática, como sucede con frecuencia en el Evangelio de Juan, pero precisamente de este modo se revela llena de significado. Jesús dice a sus discípulos y, por su mediación, al mundo griego: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trino no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere da mucho fruto» (Juan 12, 23-24). ¿Qué significan estas palabras en este contexto? Jesús quiere decir: sí, mi encuentro con los griegos tendrá lugar, pero el mío no será un coloquio sencillo y breve con algunas personas, llevadas sobre todo por la curiosidad. Con mi muerte, comparable a la caída en la tierra de un grano de trigo, llegará la hora de mi glorificación. De mi muerte en la cruz surgirá la gran fecundidad: el «grano de trigo muerto» --símbolo de mi crucifixión-- se convertirá, en la resurrección, en pan de vida para el mundo: será luz para los pueblos y las culturas. Sí, el encuentro con el alma griega, con el mundo griego, tendrá lugar en esa profundidad a la que hace referencia el grano de trigo que atrae hacia sí las fuerzas de la tierra y del cielo y se convierte en pan. En otras palabras, Jesús profetiza la Iglesia de los griegos, la Iglesia de los paganos, la Iglesia del mundo como fruto de su Pascua.


Tradiciones muy antiguas consideran que Andrés, quien transmitió a los griegos estas palabras, no sólo es el intérprete de algunos griegos en el encuentro con Cristo que acabamos de recordar, sino que es considerado como el apóstol de los griegos en los años que siguieron a Pentecostés; nos dicen que en el resto de su vida fue el anunciador y el intérprete de Jesús para el mundo griego. Pedro, su hermano, llegó a Roma desde Jerusalén, pasando por Antioquía, para ejercer su misión universal; Andrés, por el contrario, fue el apóstol del mundo griego: de este modo, tanto en la vida como en la muerte, se presentan como auténticos hermanos, una fraternidad que se expresa simbólicamente en la relación especial de las sedes de Roma y de Constantinopla, Iglesias verdaderamente hermanas.


Una tradición sucesiva, como decía, narra la muerte de Andrés en Patras, donde también él sufrió el suplicio de la crucifixión. Ahora bien, en aquel momento supremo, como su hermano Pedro, pidió ser colocado en una cruz diferente a la de Jesús. En su caso, se trató de una cruz en forma de equis, es decir, con los dos maderos cruzados diagonalmente, que por este motivo es llamada «cruz de san Andrés». Esto es lo que habría dicho en aquella ocasión, según una antigua narración (inicios del siglo VI), titulada «Pasión de Andrés»: «Salve, oh Cruz, inaugurada por medio del cuerpo de Cristo, que te has convertido en adorno de sus miembros, como si fueran perlas preciosas. Antes de que el Señor subiera sobre ti, provocabas un temor terreno. Sin embargo, ahora, dotada de un amor celeste, te has convertido en un don. Los creyentes saben cuánta alegría posees, cuántos regalos deparas. Confiado, por tanto, y lleno de alegría, vengo para que tú también me recibas exultante como discípulo de quien fue colgado de ti... Cruz bienaventurada, que recibiste la majestad y la belleza de los miembros del Señor..., tómame y llévame lejos de los hombres y entrégame a mi Maestro para que a través de ti me reciba quien por medio de ti me ha redimido. ¡Salve, oh Cruz, sí, verdaderamente, salve!». Como podemos ver, nos encontramos ante una espiritualidad cristiana sumamente profunda, que ve en la Cruz, más que un instrumento de tortura, el medio incomparable de una asimilación plena con el Redentor, con el Grano de trigo caído en la tierra. Tenemos que aprender una lección muy importante: nuestras cruces alcanzan valor si son consideradas y acogidas como parte de la cruz de Cristo, si son tocadas por el reflejo de su luz. Sólo por esa Cruz también nuestros sufrimientos quedan ennoblecidos y alcanzan su verdadero sentido.


Que el apóstol Andrés nos enseñe a seguir a Jesús con prontitud (Cf. Mateo 4, 20; Marcos 1, 18), a hablar con entusiasmo de Él a todos aquellos con los que nos encontramos, y sobre todo a cultivar con Él una relación de auténtica familiaridad, conscientes de que sólo en Él podemos encontrar el sentido último de nuestra vida y de nuestra muerte.

martes, 28 de noviembre de 2023

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 29 DE NOVIEMBRE DE 2023

  Lc 21,12-19: Todos os odiarán por causa mía, pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

-Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a los tribunales y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre: así tendréis ocasión de dar testimonio.

Haced propósito de no preparar vuestra defensa: porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.

Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa de mi nombre.

Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá: con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.


Reflexión


Sigue el Señor en este lenguaje escatológico que nos produce estupor, quizá miedo si nos quedamos con la primera impresión. Pero si atendemos bien a las palabras del Señor, quiere infundirnos confianza, porque “ni un cabello de vuestra cabeza perecerá”.


Nos quiere decir que Dios SIEMPRE lleva el control. Y ésto nos debe dar confianza, estamos en manos de Dios. No todo está predeterminado, pero si está todo controlado por Él. 


Si Dios lleva el control, podemos mirar al futuro con esperanza. Esperanza no basada en hechos o acontecimientos que esperamos sino que será un futuro no teñido del color negro, sino teñido de su presencia, de su protección, de su bendición.


Dios lleva el control dentro del caos aparente que nos narra Jesús. Es más, el caos, la violencia y la persecución son consecuencia directa de vivir el evangelio. Cuando no hay violencia o persecución es signo de no vivirlo lo suficiente. 


Se puede decir que la condición del seguidor de Jesús es la condición del que, con frecuencia, se va a ver desamparado, abandonado, incomprendido y solo.

lunes, 27 de noviembre de 2023

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 28 DE NOVIEMBRE DE 2023

 Lc 21,5-11: No quedará piedra sobre piedra.


En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo:

-Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.

Ellos le preguntaron:

-Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?

El contestó:

-Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usando mí nombre, diciendo: «Yo soy», o bien «el momento está cerca»; no vayáis tras ellos.

Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico.

Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá enseguida.

Luego les dijo:

-Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre.

Habrá también espantos y grandes signos en el cielo.


Reflexión


El anuncio que hace Jesús, sobre la destrucción de la belleza y la calidad del Templo, es el anuncio del fin del esplendor y el boato como mediación para encontrar a Dios. Es la destrucción de la idea según la cual lo mejor, lo más valioso, los más rico y refinado, debe ser para el Señor: para adornar su templo, su sagrario, sus imágenes... O también para el esplendor de los representantes de Dios en la tierra: el esplendor del Papa y sus cardenales, la excelencia de los palacios episcopales, el lujo de no pocas liturgias...

El esplendor de nuestras basílicas y catedrales, empezando por la de san Pedro en Roma, impresiona y admira. Pero todo eso no lleva a la gente a ser más honrada, más justa y de mejor corazón. Eso ya no es mediación para encontrar a Dios.


El papa Juan XXIII, en su discurso de apertura del concilio Vaticano II, se lamentaba de “quienes en los tiempos modernos no ven otra cosa que prevaricación y ruina”. Y el Papa añadía: “Nos parece necesario decir que disentimos de esos profetas de calamidades que siempre están anunciando infaustos sucesos”. Jesús no fue un “profeta de calamidades”. Al contrario, les dijo a sus discípulos: “Cuidado con que nadie os engañe”. Hoy abundan los fundamentalistas apocalípticos, que ven ruina y devastación en todo lo que no cuadra con su personal visión de las cosas. Eso no es “evangelio”. Eso es “fanatismo” intolerante.


El vicario anoche en las confirmaciones nos advertía que en el cristiano solo existe el presente, porque en Dios el “hoy” tiene una importancia fundamental. No podemos seguir añorando tiempos pasados porque “hoy” hemos sido llamados por Dios para trabajar “hoy”….

domingo, 26 de noviembre de 2023

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 27 DE NOVIEMBRE DE 2023

 Lc 21,1-4: Vio una viuda pobre que echaba dos monedillas.

En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos, vio a unos ricos que echaban donativos en el tesoro del templo; vio también una viuda pobre que echaba dos monedillas, y dijo: 

«En verdad os digo que esa pobre viuda ha echado más que todos, porque todos esos han contribuido a los donativos con lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».


Ha echado más que nadie porque ha echado todo lo que tenía para vivir. Que gran lección nos da esta mujer a nosotros los cristianos que siempre estamos apegados a las cosas materiales.


Sin embargo, esta situación que estamos viviendo en la Palma, nos ha llevado a descubrir tantas personas que han dado de lo necesario, se han dado y han sido un modelo luminoso para mi.


Y tantas personas que se han quedado sin nada, y yo me pregunto que es lo que estoy haciendo yo. 

jueves, 23 de noviembre de 2023

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 24 DE NOVIEMBRE DE 2023

 Lc 19,45-48: Habéis convertido la casa de Dios en una cueva de bandidos.

En aquel tiempo, entró Jesús en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles:

-Escrito está: «Mi casa es casa de oración»; pero vosotros la habéis convertido en una «cueva de bandidos».

Todos los días enseñaba en el templo.

Los sumos sacerdotes, los letrados y los senadores del pueblo intentaban quitarlo de en medio; pero se dieron cuenta de que no podían hacer nada, porque el pueblo entero estaba pendiente de sus labios.


Reflexión

Es uno de los últimos gestos y palabras de Jesús antes de la Pasión. Está en Jerusalén y está todo preparado. Un gesto con un profundo mensaje para las autoridades, que habían pervertido el templo y el culto a Dios.


Prevalecía la ofrenda que el oferente. Prevalecía la acción que se realizaba que la persona que ofrecía. De manera que el culto se iba desdibujando hacia un rito que había perdido todo significado. 


Y el culto y el templo es sagrado. Y debemos recuperarlo ofreciéndonos nosotros como Hijos de Dios, confiando plenamente.


Y es que la fe cristiana, igual que la judía, es una religión del corazón. Porque religión significa “relación”. Por ello, el culto es relación con Dios mediada a través de los signos, pero sólo mediada. Los signos nos ayudan al encuentro con el Señor.


Nos podemos preguntar, cuál es nuestro culto al Señor. Podemos ser cristianos y volver a un fariseísmo arcaico. O podemos tener en cuenta que todo lo que hagamos sea para encontrarnos con Jesús. 

miércoles, 22 de noviembre de 2023

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 23 DE NOVIEMBRE DE 2023

  Lc 19,41-44: ¡Si comprendieras lo que conduce a la paz!

En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, le dijo llorando:

-¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz!

Pero no: está escondido a tus ojos.

Legará un día en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra.

Porque no reconociste el momento de mi venida.


Jesús llora ante la gran ciudad de Jerusalén, la ciudad santa, la “ciudad de la paz“. 

Llora porque no comprende lo que le lleva a la paz. La ciudad de la paz no está en paz. Tampoco ahora. Es llamativo.


No conoce el camino de la paz. Está escondido a sus ojos. 

Es más fácil de lo que podríamos pensar: reconocer la venida del Señor. Él es La Paz.


Por ello, reconocer su venida es tan importante, porque nos purifica la mirada, la intención y los sentimientos. 


Aboguemos por reconocer su venida en el ahora y aquí de nuestra vida. 

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 22 DE NOVIEMBRE DE 2023

 Lc 19,11-28: ¿Por qué no pusiste mi dinero en el banco?

En aquel tiempo, dijo Jesús una parábola; el motivo era que estaba cerca de Jerusalén y se pensaban que el reino de Dios iba a despuntar de un momento a otro:

Dijo, pues:

-Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y volver después.

Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez onzas de oro, diciéndoles:

-Negociad mientras vuelvo.

Sus conciudadanos, que lo aborrecían, enviaron tras de él una embajada para informar: «No queremos que él sea nuestro rey».

Cuando volvió con el título real, mandó llamar a los empleados a quienes había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno.

El primero se presentó y dijo:

-Señor, tu onza ha producido diez.

El le contestó:

-Muy bien, eres un empleado cumplidor; como has sido fiel en una minucia, tendrás autoridad sobre diez ciudades.

El segundo llegó y dijo:

-Tu onza, señor, ha producido cinco.

A ése le dijo también:

-Pues toma tú el mando de cinco ciudades.

El otro llegó y dijo:

-Señor, aquí está tu onza; la he tenido guardada en el pañuelo; te tenía miedo porque eres hombre exigente, que reclamas lo que no prestas y siegas lo que no siembras.

El le contestó:

-Por tu boca te condeno, empleado holgazán.

¿Con que sabías que soy exigente, que reclamo lo que no presto y siego lo que no siembro?

Pues, ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco?

Al volver yo, lo habría cobrado con los intereses.

Entonces dijo a los presentes:

-Quitadle a éste la onza y dádsela al que tiene diez.

Le replicaron:

-Señor, si ya tiene diez onzas.

-Os digo: Al que tiene se le dará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene.

Y a esos enemigos míos, que no me querían por rey, traedlos acá y degolladlos en mi presencia.

Dicho esto, echó a andar delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén.


Reflexión


Esta parábola, parecida a la de los talentos, sólo que con pequeñas variaciones, nos invita a producir los bienes que el Señor nos ha regalado… Pero también a replantearnos nuestra relación con Él.


Vemos en esta parábola que Dios no soporta a los que le tienen miedo. Por que el miedo religioso, por más justificado que pueda estar, es la ruina total de quienes buscan a Dios.


El miedo paraliza, es improductivo y sobretodo, desagrada a Dios. NO LOS SOPORTA


El miedo impide el cariño. Cuando una persona se relaciona con otra, si esa relación se basa en el miedo, en tal caso se hace imposible el cariño. El que le teme a Dios, no puede amar a Dios. Ni puede vivir todo lo que exige nuestra relación con Dios.


Lo que importa de verdad no es la responsabilidad angustiosa ante Dios y ante los demás, sino saber fiarnos tanto de Dios como de todos los que vemos que merecen nuestra confianza.


Y lo que más necesitamos no es un poder que se nos imponga, sino una misericordia que nos quiera, nos acompañe, nos saque de nuestra profunda soledad.

lunes, 20 de noviembre de 2023

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 21 DE NOVIEMBRE DE 2023

 Lc 19,1-10: El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.


En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad.

Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.

Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo:

-Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.

El bajó en seguida, y lo recibió muy contento.

Al ver ésto, todos murmuraban diciendo:

-Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.

Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor:

-Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.

Jesús le contestó:

-Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán.

Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.


Reflexión


Menos mal que Dios se ha empeñado en salvarnos. Si, digo bien, empeñarse. Es decir, se ha esforzado, ha activado todos sus medios, para que podamos salvarnos. Ha cambiado el curso de la historia, la inercia de la existencia.

Y ha enviado a su Hijo Jesús, que no ha venido a condenarnos sino a salvarnos. ¡Incluso lo que estaba perdido!. Dios no da nada por perdido. Ni nosotros. ¡Qué consuelo!

Lo que estaba perdido, lo que no tenía recuperación posible. Esa es la grandeza de nuestro Dios, distinto a muchas imágenes que hemos hecho de Él. 

Aprovechemos la ola, la corriente de gracia de Dios empeñado en salvarnos. 

Sin denuncia alguna, pero con mucho amor, una enorme humanidad y más humildad, así precisamente el hombre más perdido se convirtió en el más ejemplar:

La bondad es la fuerza que cambia a las personas. Además, la bondad genera honradez, generosidad, sensibilidad hacia los maltratados por la vida. La bondad es la única fuerza que pone las cosas en su sitio. La bondad de Jesús con Zaqueo hizo que fuera un hombre desprendido, justo, buena persona.