lunes, 31 de enero de 2022

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 1 DE FEBRERO DE 2022

 Mc 5,21-41: Contigo hablo, niña, levántate.


En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor y se quedó junto al mar. 

Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia: 

«Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva». 

Se fue con él y lo seguía mucha gente que lo apretujaba.

Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando: 

«Con solo tocarle el manto curaré». 

Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió enseguida, en medio de la gente y preguntaba: 

«¿Quién me ha tocado el manto?». 

Los discípulos le contestaban: 

«Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: “¿Quién me ha tocado?”». 

Él seguía mirando alrededor, para ver a la que había hecho esto. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que le había ocurrido, se le echó a los pies y le confesó toda la verdad. 

Él le dice: 

«Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada de tu enfermedad».

Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: 

«Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?». 

Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: 

«No temas; basta que tengas fe». 

No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a casa del jefe de la sinagoga y encuentra el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos y después de entrar les dijo: 

«¿Qué estrépito y qué lloros son estos? La niña no está muerta; está dormida». 

Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: 

«Talitha qumi» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»). 

La niña se levantó inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y quedaron fuera de sí llenos de estupor. 

Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.



La historia de la hija de Jairo, el jefe de la sinagoga impresiona por los gestos de Jesús. En medio de esta historia, el evangelista coloca a la señora con los flujos de sangre que llevaba también 12 años (la edad de la niña) padeciendo la enfermedad.


Sin meterme en los detalles y en la simbología que nos quiere ilustrar el evangelista, me fijo en la escena de la resurrección de la niña. 


Me impresiona la expresión de Jesús: contigo hablo, niña, levántate. Se dirige personalmente a ella, la llama. Así es Dios, siempre se dirige a nosotros, nos mira a los ojos, al corazón, a la necesidad y busca levantarnos. 


Haciendo referencia a la simbología de la muerte….podemos identificar como muerte la tristeza, el pecado, etc. Y vemos que Jesús no teme contaminarse ni por la mujer, ni por la muerte de la niña (según las normas judías). 


Aunque pensemos que no tiene solución, que no podré salir de esa situación, Jesús viene a salvarnos, levantarnos. Recuerda aquella expresión que cita el Papa: lo importante no es no caer, sino no permanecer en la caída.


Te coge de la mano, déjate levantar, no te resistas más.

jueves, 27 de enero de 2022

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 28 DE ENERO DE 2022

 Mc 4,26-34: Un hombre echa semilla y duerme, y la semilla va creciendo sin que él sepa cómo.



En aquel tiempo, Jesús decía al gentío:

«El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega».

Dijo también:

«¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden anidar a su sombra».

Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.



Comenzamos una serie de parábolas de crecimiento sobre el reino de Dios.  A Jesús le gusta mucho comparar la vida que observaba con la esperanza que venia a traer de parte de Dios.


El pueblo de Israel estaba sometido a los romanos, llevaba muchos siglos llenos de sometimientos, deportaciones, etc de distintos pueblos dominantes. Dios les había prometido un Salvador, y ya pasaban muchos siglos  (y generaciones) de eso.


Las parábolas de las semillas nos hablan de esperanza, de un mundo de posibilidades; nos hablan de vida. 


En concreto esta parábola nos comenta que la semilla crece sola. Somos instrumentos, somos necesarios, pero la semilla no crece por nosotros. Somos facilitadores. 


Incluso me gusta recalcar la expresión “sin que sepa cómo”. Así es la semilla del reino de Dios, así es Dios. Siempre de manera sorpresiva, inesperada y generosa. Y es que nos olvidamos que Dios es el sembrador.


Crece más de lo que pudiéramos posibilitar.

Crece donde no hemos sembrado.

Crece a pesar de no haber regado y cuidado.

Crece incluso donde no debería crecer.


¿Qué actitud deberíamos tener? ¿Manos cruzadas? Más bien, una actitud de infinita confianza.

miércoles, 26 de enero de 2022

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 27 DE ENERO DE 2022

 Mc 4,21-25: La lámpara se trae para ponerla en el candelero. La medida que uséis la usarán con vosotros.


En aquel tiempo, Jesús dijo al gentío:

«¿Se trae la lámpara para meterla debajo del celemín o debajo de la cama?, ¿no es para ponerla en el candelero? No hay nada escondido, sino para que sea descubierto; no hay nada oculto, sino para que salga a la luz. El que tenga oídos para oír, que oiga».

Les dijo también:

«Atención a lo que estáis oyendo: la medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces. Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene».



Hemos leido ayer la parábola del sembrador y la explicación de Jesús. Hoy, hemos leído a partir del versículo siguiente. Tenemos que leer este texto en consonacia con el anterior. Más bien, Jesús nos está estimulando a ser predicadores de la Palabra. Todo don se convierte en un deber, no un derecho. Todo don nuestro es un derecho a ser recibido por el otro. En esta dinámica estamos. Nuestra tarea concreta es iluminar y no ocultar la luz. Iluminar no de nuestra cosecha o nuestros pareceres, sino del don que hemos recibido. ¡A trabajar!

martes, 25 de enero de 2022

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 26 DE ENERO DE 2022

 Mc 4,1-20: Salió el sembrador a sembrar.


En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al mar. Acudió un gentío tan enorme, que tuvo que subirse a una barca y, ya en el mar, se sentó; y el gentío se quedó en tierra junto al mar.

Les enseñaba muchas cosas con parábolas y les decía instruyéndolos:

«Escuchad: salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó enseguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó. Otra parte cayó entre abrojos; los abrojos crecieron, la ahogaron y no dio grano. El resto cayó en tierra buena; nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno».

Y añadió:

«El que tenga oídos para oír, que oiga».

Cuando se quedó a solas, los que lo rodeaban y los Doce le preguntaban el sentido de las parábolas.

Él les dijo:

«A vosotros se os ha dado el misterio del reino de Dios; en cambio a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que “por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y sean perdonados”».

Y añadió:

«¿No entendéis esta parábola? ¿Pues cómo vais a conocer todas las demás? El sembrador siembra la palabra. Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. Hay otros que reciben la semilla como terreno pedregoso; son los que al escuchar la palabra enseguida la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes, y cuando viene una dificultad o persecución por la palabra, enseguida sucumben. Hay otros que reciben la semilla entre abrojos; estos son los que escuchan la palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril. Los otros son los que reciben la semilla en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno».



Salió el sembrador a sembrar…

Por lo general solemos interrogarnos en esta parábola que tipo de suelo somos, sin embargo, nos quedamos en la superficie, porque el texto bíblico quiere remarcar, que salió el sembrador.


Es decir, que lo importante es remarcar que el sembrador ha salido a sembrar. Nos dice: “salió”. En español lo han traducido con ese tiempo verbal que es el pretérito perfecto simple, también conocido como pretérito indefinido de indicativo, se usa para expresar acciones que tuvieron lugar en el pasado de forma puntual y ya finalizaron o se interrumpieron.


En este caso, es algo que Dios realizó de una vez para siempre. Pero se mantiene de manera permanente. Sembró en todo lugar, algunos inhóspitos. Nuestra misión como cristianos es: 1) dejarnos sembrar; y 2) descubrir las semillas que hay de Dios esparcidas por todo el mundo; ésta es una tarea difícil, porque donde la semilla ha caído al borde del camino, puede ser que haya sido pisoteada. Aún así, es la semilla de Dios, y podrá rebrotar en cualquier momento.

lunes, 24 de enero de 2022

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 24 DE ENERO DE 2022

Mc 3,22-30: Satanás está perdido.


En aquel tiempo, los escribas que habían bajado de Jerusalén decían:

«Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios».

Él los invitó a acercarse y les hablaba en parábolas:

«¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino dividido internamente no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa.

En verdad os digo, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre».

Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.




Los escribas murmuran contra Jesús, lo acusan de algo muy grave. Y en general es evidente cuando alguien actúa a favor del diablo o a favor de Dios: el que hace el bien o el que hace el mal; el que va contra el bien o el que va contra el mal. Podemos determinar fácilmente que aquél que hace el mal o el que va contra el bien es alguien llevado por el espíritu de Belzebú. Pero no es el caso de Jesús.


Sin embargo, no todos los que hacen el bien, lo hacen llevado por el espíritu del bien; ni todos los que van contra el mal. Ese es el caso de los escribas y nuestro cuando estamos empecinados en que se haga lo que queremos. 


Por eso, Jesús, habla del pecado contra el Espíritu Santo, porque es Él, el que nos lleva por el camino del bien y de Dios. 

"Según esta exégesis la «blasfemia» no consiste en el hecho de ofender con palabras al Espíritu Santo; consiste, por el contrario, en el rechazo de aceptar la salvación que Dios ofrece al hombre por medio del Espíritu Santo, que actúa en virtud del sacrificio de la Cruz. Si el hombre rechaza aquel «convencer sobre el pecado», que proviene del Espíritu Santo y tiene un carácter salvífico, rechaza a la vez la «venida» del Paráclito aquella «venida» que se ha realizado en el misterio pascual, en la unidad mediante la fuerza redentora de la Sangre de Cristo. La Sangre que «purifica de las obras muertas nuestra conciencia».

Sabemos que un fruto de esta purificación es la remisión de los pecados. Por tanto, el que rechaza el Espíritu y la Sangre permanece en las «obras muertas», o sea en el pecado. Y la blasfemia contra el Espíritu Santo consiste precisamente en el rechazo radical de aceptar esta remisión, de la que el mismo Espíritu es el íntimo dispensador y que presupone la verdadera conversión obrada por él en la conciencia. Si Jesús afirma que la blasfemia contra el Espíritu Santo no puede ser perdonada ni en esta vida ni en la futura, es porque esta «no-remisión» está unida, como causa suya, a la «no-penitencia», es decir al rechazo radical del convertirse. Lo que significa el rechazo de acudir a las fuentes de la Redención, las cuales, sin embargo, quedan «siempre» abiertas en la economía de la salvación, en la que se realiza la misión del Espíritu Santo. El Paráclito tiene el poder infinito de sacar de estas fuentes: «recibirá de lo mío», dijo Jesús. De este modo el Espíritu completa en las almas la obra de la Redención realizada por Cristo, distribuyendo sus frutos. Ahora bien la blasfemia contra el Espíritu Santo es el pecado cometido por el hombre, que reivindica un pretendido «derecho de perseverar en el mal» en cualquier pecado— y rechaza así la Redención. El hombre encerrado en el pecado, haciendo imposible por su parte la conversión y, por consiguiente, también la remisión de sus pecados, que considera no esencial o sin importancia para su vida. Esta es una condición de ruina espiritual, dado que la blasfemia contra el Espíritu Santo no permite al hombre salir de su autoprisión y abrirse a las fuentes divinas de la purificación de las conciencias y remisión de los pecados". (Juan Pablo II. Carta encíclica Dominum et vivificantem, n. 46, 18-05-198)

jueves, 20 de enero de 2022

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 21 DE ENERO DE 2022

 Mc 3,13-19: Llamó a los que quiso para que estuvieran con él.


En aquel tiempo, Jesús subió al monte, llamó a los que quiso y se fueron con él.

E instituyó doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar, y que tuvieran autoridad para expulsar a los demonios:

Simón, a quien puso el nombre de Pedro, Santiago el de Ze- bedeo, y Juan, el hermano de Santiago, a quienes puso el nombre de Boanerges, es decir, los hijos del trueno, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Ta- deo, Simón el de Caná y Judas Iscariote, el que lo entregó.



Llamó a los que quiso para que estuvieran con él. Comienza Jesús a llamar de entre sus seguidores. Para que vivan con él, lo conozcan, lo observen, aprendan de él. 


Aquí está la clave inicial: Jesús llama para que estén con él. Estar con él es la condición sine qua non, para poder ser su testigo, su apóstol. Yo diría también para poder ser cristiano.


Y que suerte tenemos de poder vivir con él, contemplarlo de cerca. Escuchar su voz, oír su respiración…


Pero muchas veces, pretendemos ser altavoz sin pilas, porque pretendemos anunciarlo a Él sin haber estado con Él.


No nos olvidemos, la llamada se alimenta del encuentro con el Maestro.

lunes, 17 de enero de 2022

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 17 DE ENERO DE 2022

 Mc 2,18-22: El esposo está con ellos.


En aquel tiempo, como los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, vinieron unos y le preguntaron a Jesús:

«Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?»

Jesús les contesta:

«¿Es que pueden ayunar los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Mientras el esposo está con ellos, no pueden ayunar.

Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán en aquel día.

Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto -lo nuevo de lo viejo- y deja un roto peor.

Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos.»


Ésta es una de las diferencias sustanciales entre el cristianismo y el judaísmo: el esposo está con nosotros. Nuestra espiritualidad no se construye tanto en la espera, como en el encuentro. Porque Él ya está, ya vino.


Es verdad que tenemos que estar atento a nuestras disposiciones, pero lo fundamental es poder encontrarnos con Él. Nuestra espiritualidad es más del disfrute de su presencia, de su compañía, de su amor, de su cercanía, de su ternura.


Él es el vino nuevo/bueno de las bodas de Caná que contemplamos en el evangelio de ayer. ¿A qué esperamos? Nos los estamos perdiendo.

jueves, 13 de enero de 2022

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 14 DE ENERO DE 2022

 Mc 2,1-12: El Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados.


Cuando a los pocos días entró Jesús en Cafarnaún, se supo que estaba en casa.

Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Y les proponía la palabra.

Y vinieron trayéndole un paralítico llevado entre cuatro y, como no podían presentárselo por el gentío, levantaron la techumbre encima de donde él estaba, abrieron un boquete y descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados».

Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros:

«¿Por qué habla este así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, sino solo uno, Dios?».

Jesús se dio cuenta enseguida de lo que pensaban y les dijo:

«¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: "Tus pecados te son perdonados", o decir: "Levántate, coge la camilla y echa a andar"?

Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados -dice al paralítico-: "Te digo: levántate, coge tu camilla y vete a tu casa"».

Se levantó, cogió inmediatamente la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: «Nunca hemos visto una cosa igual».




Perdonar pecados es un escándalo para los judíos. Me atrevo a decir también que para nosotros. 

Muchas veces no creemos que Dios nos perdone de los pecados. De los pecadillos si lo consideramos, pero de los pecados grandes que todos tenemos, de los cuales, muchas veces ni nos perdonamos; menos nos perdonará Dios. ES UNA DE LAS RAZONES POR LAS CUALES NO ACUDIMOS AL SACRAMENTO DE LA CONFESIÓN. No es la única. 


No creemos que Dios pueda perdonarnos

No creemos que Dios quiera perdonarnos

No creemos que Dios no se canse de perdonarnos

No creemos que Dios se olvida de todo lo anterior

No creemos que Dios no tenga en cuenta lo anterior. 



Y ahí es donde no conocemos a Dios. El perdón es gratuito: no se merece, se desea, se regala y se recibe. 

miércoles, 12 de enero de 2022

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 13 DE ENERO DE 2022

 Mc 1,40-45: La lepra se le quitó, y quedó limpio.


En aquel tiempo, se acerca a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:

«Si quieres, puedes limpiarme».

Compadecido, extendió la mano y lo tocó diciendo:

«Quiero: queda limpio.»

La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio.

Él lo despidió, encargándole severamente:

«No se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó

Moisés, para que les sirva de testimonio.»

Pero cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a él de todas partes.




Comienza el evangelio haciendo Jesús acciones extraordinarias, manifestando la llegada del Reino, como así había dicho versículos atrás.


En este caso, vemos un caso de lepra, una enfermedad en aquel momento incurable e incluso contagiosa. Aquellos que la sufrían eran excluidos de la comunidad y también desahuciados, esperando su suerte (muerte).


En esta situación, en la que no hay nada que perder, el leproso le suplica de rodillas a Jesús si quiere limpiarle.


No creo que ninguno de nosotros esté desahuciado espiritualmente hablando; ni tampoco esté excluido de la comunidad, pero incluso en este caso, con Jesús podemos siempre renacer. Él nos da una nueva oportunidad. El texto dice que la lepra se le quitó y quedó limpio.


Tantos aspectos que no podemos limpiar en nuestra vida, pero sabemos que Él si puede. 


En este caminar con Jesús, hemos de aprender a mirarle, escucharle, pero sobretodo, suplicarle, porque todos tenemos necesidad de Él. Y contamos con su “querer” limpiarnos y curarnos. 

martes, 11 de enero de 2022

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 12 DE ENERO DE 2022

 Mc 1,29-39: Curó a muchos enfermos de diversos males.


En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a la casa de Simón y Andrés.

La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, e inmediatamente le hablaron de ella. Él se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.

Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.

Se levantó de madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron en su busca y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca».

Él les responde:

«Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.»

Así recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.


Termina el primer día de trabajo mesiánico de Jesús. Y lo termina con una curación. Una curación que puede pasar desapercibida, porque la cura de una fiebre (ahora que nos lleva en jaque el coronavirus). Sin embargo, los comentaristas nos hacen descubrir que este primer milagro-curación, lleva el sello de su ministerio. 


La suegra de Simón Pedro enseguida se puso a “servirles” y ésta es la melodía de la vida de Jesús, el que “sirve”.

Este milagro es una oportunidad para mejor servir al Señor. El ministerio de Jesús que comienza es un ministerio de servicio a Dios sirviendo a la humanidad. Su vida es una oblación. 


Aquí es donde podemos entender también nuestra vida, se realiza en la medida en que podamos servir a las personas, en la medida que nos tomemos lo que hacemos como un servicio a los demás, no con un servicio hacia mi mismo.

lunes, 10 de enero de 2022

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 11 DE ENERO DE 2022

 Mc 1,21-28: Les enseñaba con autoridad.


En la ciudad de Cafarnaún, el sábado entra Jesús en la sinagoga a enseñar; estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas. Había precisamente en su sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo y se puso a gritar:

«¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios».

Jesús lo increpó:

«¡Cállate y sal de él!»

El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un grito muy fuerte, salió de él. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Una enseñanza nueva expuesta con autoridad. Incluso manda a los espíritus inmundos y lo obedecen».

Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.



Me llama la atención del texto la afirmación de la autoridad.

Ese término muchas veces lo utilizamos como ejercicio de un poder, o un carisma, incluso coherencia. Estas acepciones encuadran perfectamente en la autoridad de Jesús.

Pero hay algo en lo que se fija el texto, “no enseñaba como los escribas, sino con autoridad”. Es decir, su enseñanza no se limitaba a un repetir el texto, o un repetir las enseñanzas de otros maestros o incluso del Talmud. Tenía la autoridad entendida como “sapiencia” de Dios, para poder enseñar e interpretar de una manera nueva.

Incluso creo también que la autoridad de Jesús es la misma “novedad”. Un enseñar nuevo, un vivir nuevo, un interpretar nuevo, un sentir nuevo, una forma de actuar nuevo.

Sería bueno que rezáramos un poco hoy sobre esta novedad que es Jesús, sobre la frescura de su enseñanza, siempre nueva y sorprendente en nosotros. 

viernes, 7 de enero de 2022

HOMILÍA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR. CICLO C

Homilía del Bautismo del Señor

El amor primero es fundamental en todos los seres vivos. Han hecho experimentos por los cuales, se ha vinculado dos animales distintos entorno al nacimiento de éstos con otra progenitora y es curioso que se consigue esa vinculación por ser la primera que muestre amor, cercanía. En psicología y referido a las personas es lo que se llama el apego (no en el sentido peyorativo).


Con esta celebración terminamos las fiestas de la Navidad. Una Navidad distinta, como lo deberían ser todas. Lo hacemos con esa otra Teofanía del Señor. En este caso, para hacer referencia a la realidad fundamental en nuestra vida: SOMOS HIJOS DE DIOS.


Ya lo dijo el Papa en la Navidad del año pasado: Hoy Dios nos asombra y nos dice a cada uno: “Tú eres una maravilla”. Hermana, hermano, no te desanimes. ¿Estás tentado de sentirte fuera de lugar? Dios te dice: “No, ¡tú eres mi hijo!”. ¿Tienes la sensación de no lograrlo, miedo de no estar a la altura, temor de no salir del túnel de la prueba? Dios te dice: “Ten valor, yo estoy contigo”.


“No te lo dice con palabras, sino haciéndote hijo como tú y por ti, para recordarte cuál es el punto de partida para que empieces de nuevo: reconocerte como hijo de Dios, como hija de Dios. Este es el punto de partida para cualquier nuevo nacimiento. Este es el corazón indestructible de nuestra esperanza, el núcleo candente que sostiene la existencia: más allá de nuestras cualidades y de nuestros defectos, más fuerte que las heridas y los fracasos del pasado, que los miedos y la preocupación por el futuro, se encuentra esta verdad: somos hijos amados. Y el amor de Dios por nosotros no depende y no dependerá nunca de nosotros: es amor gratuito”. 


Éste es el comienzo de nuestra vida, de nuestra fe. Aquí tenemos que beber todos. Éste es el punto de partida. 


En este año de reconstrucción post-pandemia (casi), post-volcán, reconstruyamos desde la base, desde el cimiento mismo.


Desde la conciencia de que somos amados, esperados, respetados, valorados, escuchados, comprendidos, aceptados, perdonados, acogidos, restituidos, empujados, sostenidos, iluminados


Es la fuente, la energía a la que hay que acudir. Es nuestra gasolina, es la gasolina de la fe. 


Ser cristiano es vivir del bautismo. El bautismo no es sólo un momento, sino poder inaugurar y tomar conciencia de cuál es nuestra energía, la razón de nuestra existencia, la roca donde apoyarnos, la almohada donde reclinarnos. 

martes, 4 de enero de 2022

HOMILÍA DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR

Celebramos la Epifanía del Señor. Es decir, la manifestación a la humanidad. ¿Manifestación de qué?


¿Del poder de Dios?

¿De la belleza de Dios?

¿De la majestuosidad de Dios?

¿De la justicia de Dios?


Se ha manifestado la ternura de Dios.

Se ha manifestado el amor de Dios.

Se ha manifestado la cercanía de Dios.

Se ha manifestado la compasión de Dios.

Se ha manifestado la misericordia de Dios.

Se ha manifestado la fidelidad de Dios hacia el hombre.

Se ha manifestado que Dios siempre cumple sus promesas.

Se ha manifestado la elección de Dios al hombre.

Se ha manifestado la salvación de Dios.

Se ha manifestado DIOS.


Y, ¿qué hemos de hacer?


Adorarlo. (a partir de aquí, es casi todo de la homilía del Santo Padre en la misa del año pasado)


 Adorar al Señor no es fácil, no es un hecho inmediato: exige una cierta madurez espiritual, y es el punto de llegada de un camino interior, a veces largo. La actitud de adorar a Dios no es espontánea en nosotros. Sí, el ser humano necesita adorar, pero corre el riesgo de equivocar el objetivo. En efecto, si no adora a Dios adorará a los ídolos ―no existe un punto intermedio, o Dios o los ídolos; o diciéndolo con una frase de un escritor francés: “Quien no adora a Dios, adora al diablo” (Léon Bloy)―, y en vez de creyente se volverá idólatra.


De la liturgia de la Palabra de hoy entresacamos tres expresiones, que pueden ayudarnos a comprender mejor lo que significa ser adoradores del Señor. Estas expresiones son: “levantar la vista”, “ponerse en camino” y “ver”. Estas tres expresiones nos ayudarán a entender qué significa ser adoradores del Señor.


- Levantar la vista

La primera expresión, levantar la vista, nos la ofrece el profeta Isaías. Es una invitación a dejar de lado el cansancio y las quejas, a liberarse de la dictadura del propio yo. 

Para adorar al Señor es necesario ante todo “levantar la vista”, es decir, no dejarse atrapar por los fantasmas interiores que apagan la esperanza, y no hacer de los problemas y las dificultades el centro de nuestra existencia. Eso no significa que neguemos la realidad, fingiendo o creyendo que todo está bien. No. Se trata más bien de mirar de un modo nuevo los problemas y las angustias, sabiendo que el Señor conoce nuestras situaciones difíciles, escucha atentamente nuestras súplicas y no es indiferente a las lágrimas que derramamos.


- Ponerse en camino

La segunda expresión que nos puede ayudar es ponerse en camino. Antes de poder adorar al Niño nacido en Belén, los magos tuvieron que hacer un largo viaje.

El viaje implica siempre una trasformación, un cambio. Después del viaje ya no somos como antes. La vida siempre es cambio. Me preguntaron si las cosas volverían a ser como antes. ¡Claro que no! ¡Siempre ha sido así! La naturaleza, el hombre, la historia está en continuo cambio. En el que ha realizado un camino siempre hay algo nuevo.


El cambio consiste en que el hombre exterior se va desmoronando, mientras el hombre interior se renueva día a día, preparándose para adorar al Señor cada vez mejor. 

Desde este punto de vista, los fracasos, las crisis y los errores pueden ser experiencias instructivas. 

Además, con el paso del tiempo, las pruebas y las fatigas de la vida —vividas en la fe— contribuyen a purificar el corazón, a hacerlo más humilde y por tanto más dispuesto a abrirse a Dios. 

También los pecados, también la conciencia de ser pecadores, de descubrir cosas muy feas. “Sí, pero yo hice esto… cometí…” Si aceptas esto con fe y con arrepentimiento, con contrición, te ayudará a crecer. Dice Pablo que todo, todo, ayuda al crecimiento espiritual, al encuentro con Jesús; también los pecados, también. Y añade santo Tomás “Etiam mortalia”, aún los pecados más feos, los peores. Si tú lo afrontas con arrepentimiento, te ayudará en este viaje hacia el encuentro con el Señor y a adorarlo mejor.

No permitamos que los cansancios, las caídas y los fracasos nos empujen hacia el desaliento. Por el contrario, reconociéndolos con humildad, nos deben servir para avanzar hacia el Señor Jesús. La vida no es una demostración de habilidades, sino un viaje hacia Aquel que nos ama. No tenemos que andar enseñando en cada momento de la vida nuestra credencial de virtudes. Con humildad, debemos dirigirnos hacia el Señor. Mirando al Señor, encontraremos la fuerza para seguir adelante con alegría renovada.  


- Ver

Y llegamos a la tercera expresión: ver. El evangelista escribe: «Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron» 

Pero, de hecho, ¿qué fue lo que vieron? Vieron a un niño pobre con su madre. Y sin embargo estos sabios, llegados desde países lejanos, supieron trascender aquella escena tan humilde y corriente, reconociendo en aquel Niño la presencia de un soberano. Es decir, fueron capaces de “ver” más allá de la apariencia, más allá de lo visible. 

Este modo de “ver” que trasciende lo visible, hace que nosotros adoremos al Señor, a menudo escondido en las situaciones sencillas, en las personas humildes y marginales.

 

Se trata pues de una mirada que, sin dejarse deslumbrar por los fuegos artificiales del exhibicionismo, busca en cada ocasión lo que no es fugaz, busca al Señor. Nosotros, por eso, como escribe el apóstol Pablo, «no nos fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve; en efecto, lo que se ve es transitorio; lo que no se ve es eterno» 

sábado, 1 de enero de 2022

HOMILÍA DEL SEGUNDO DOMINGO DE NAVIDAD

 Este año el calendario nos da la oportunidad de tener otro domingo reflexionando sobre el hecho de la Navidad, que es simplemente el nacimiento de Jesús, que nos viene a traer la salvación.

Muchas veces, a Dios se le achaca el silencio. Pasan muchas cosas, lo que pasó ahora y el silencio de Dios nos descoloca. Tanta maldad en el mundo, tanta injusticia…que nos hace desconfiar de un Dios preocupado por el ser humano. 
En el centro del evangelio, prólogo de San Juan, nos reclama: “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”.  Lo contrario. Desde el origen, Dios se hace Palabra, en el Hijo. (En el principio existía el Verbo). Dios se hace coloquio, se hace comunicación, se hace conversación, diálogo, amistad. ¡Qué maravilla de propuesta!. No una comunicación unidireccional de arriba a abajo, como cuando habla el que manda. Así no es Dios. Dios se pone de igual a igual con nosotros.
…Y esa Palabra se ha encarnado. No es una Palabra distante. Es una Palabra cercana, que se adapta a nosotros.
No celebramos un Dios callado, temeroso, sino un Dios que habla continuamente, es más, todo habla de Él. Hasta el silencio habla de Él, el silencio nos lleva más a Él muchas veces. 
Con la pandemia nos ha hablado. Con el volcán nos ha hablado. ¿Qué nos ha dicho? Tenemos que aprender a poder entender su Palabra sobre todo en acontecimientos que nos atenazan y nublan. Somos sus criaturas, no controlamos nada, aprende a dejarte llevar, etc…
Por ello, es conveniente tener una dimensión contemplativa de la vida, para aprender a descubrir como Dios nos llama.
Evidentemente, siendo Jesús la Palabra de Dios, su vida, sus palabras, son la fuente principal de las llamadas y el diálogo de Dios con nosotros. La oración es diálogo con Él, contemplación de su vida, porque también sus gestos, miradas son revelación divina. Me llama la atención el interés que se le presta a las apariciones de la Virgen, que si dijo una cosa u otra. Sin embargo, pasamos de la Palabra de Dios. 

También esa Palabra se ha identificado con la miseria (Dios es misericordia), por ello, el clamor de los pobres, de los pueblos, de las gentes. (EG)
EG 187 “Hacer oídos sordos a ese clamor, cuando nosotros somos los instrumentos de Dios para escuchar al pobre, nos sitúa fuera de la voluntad del Padre y de su proyecto, porque ese pobre «clamaría al Señor contra ti y tú te cargarías con un pecado”. Es una palabra muy sonora. Es un clamor, como dice el Papa por el cual no podemos hacer oídos sordos. 

Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria. Hagamos diálogo con Él, porque está más cerca de nosotros de lo que pensamos.