miércoles, 2 de abril de 2014

LAS POESÍAS DEL PADRE ANCHIETA A LOS MÁRTIRES DE TAZACORTE

He encontrado tres poesías que dedica San José de Anchieta a los mártires de Tazacorte. Dos dedicadas al beato Ignacio de Acevedo y una a todos los mártires.

A los mártires del Brasil (Tazacorte)

Los que muertos veneramos
por su Dios,
si no los seguimos nos,
¿qué ganamos?

Los que las honras del mundo
despreciaron,
y las deshonras amaron
de la cruz,
éstos, con su buen Jesús
de la muerte triunfaron.
Sin ningún temor pasaron
a la vida que esperamos,
en sus manos con los ramos
del triunfo, que alcanzaron,
los que muertos veneramos.

Vivieron vida del cielo,
continuamente muriendo,
a sí mismos persiguiendo,
sin querer ningún consuelo,
de los que mueren viviendo.
Al tirano no temiendo,
muy feroz,
sufren muerte muy atroz,
muy contentos,
y con crueles tormentos,
dan la vida por su Dios.

Amadores de pobreza,
celosos de castidad,
paciencia con humildad
juntaron con sencilleza,
obediencia y caridad.
Si queremos de verdad,
ser de Dios,
hermanos, decidme vos
si podemos
alcanzar lo que queremos,
si no los seguimos nos.

Dejamos el mundo malo,
que captivos nos tenía.
Venimos con alegría,
a llevar el santo palo
de la cruz, de noche y día.
Si la vida de la cruz
no tomamos,
y viviendo procuramos
de morir,
y muriendo a nos, vivir
a solo Dios, ¿qué ganamos?

A Ignacio de Acevedo

Lo dulce no gustará
quien no gusta del acedo
como Ignacio d'Acevedo.

El exceso d'amarguras,
qu'el buen Jesús padeció,
con amor las convertió
en exceso de dulzuras,
con que al hombre regaló.
Lo uno y lo otro bebió
Ignacio, que muerto está,
con muerte, que vida da,
porque quien hiel no gustó,
lo dulce no gustará.

El trabajo, el abatimiento,
dolor, muerte, acedos son.
Bebiólos, de corazón,
con excesivo contento,
Ignacio, grande varón.
Si quieres tal bendicón
síguelo con gran denuedo,
porque es justicia y razón,
no tenga consolación
quien no gusta del acedo.

Acevedo acedo queda,
si sacas de medio el "ve",
porque el acedo fue
para Ignacio viva rueda,
con que se probó su fe.
Su amor perfecto fue,
desechando todo el miedo,
pues quien tal ejemplo ve,
firme en solo Dios su pie,
como Ignacio d'Acevedo.

Otra a Ignacio de Acevedo

Quiso Dios que diese vida
al enemigo francés,
la muerte del portugués.

Con la Virgen en tu mano,
¡oh Ignacio, varón fuerte!
peleaste de tal suerte,
que del hereje tirano
triunfaste con tu muerte.

Recibiste, si moverte,
cruel y mortal herida,
y con tal victoria habida,
a ti, tu sangrienta muerte
quiso Dios que diese vida.

Jaques Soria te mató,
francés y cruel ladrón,
mas tu vida y tu pasión
creemos que le alcanzó
verdadera contrición.
A la fe de corazón
se redujo, en la vejez,
porque tú, con oración,
ganaste de Dios perdón
al enemigo francés.

Como tenías por guía
a Jesús crucificado,
que, a voces, perdón pedía
para el pueblo, que lo había
en el madero enclavado,
le ruegas, muy inflamado,
por tu matador francés.
Él quiere, por ti aplacado,
que gane vida al culpado
la muerte del portugués.

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