Lc 10,1-9: La mies es abundante y los obreros pocos.
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía:
-La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: «Paz a esta casa». Y, si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: «Está cerca de vosotros el reino de Dios».
Reflexión
Celebramos hoy a San Lucas, evangelista. Él, que fue médico y lo dejó todo por seguir a Jesús siendo compañero de Pedro y Pablo.
Su evangelio se caracteriza por la definición de Dios como misericordia.
En estos últimos días hemos visto como Jesús les increpa a los fariseos por su poca o nula misericordia en la vivencia de su fe. Pendientes solo del cumplimiento y no de la misericordia.
Ya hemos visto como nos esta pasando a nosotros también. Ahora bien, la misericordia no es un añadido más dentro de todo el pack del cristianismo. No es una parte más de nuestra vivencia. Debe ser la orientación de fondo de todas nuestras actuaciones, de nuestra vida.
Que bonito sería plantearnos que los demás vean en nosotros la misericordia de Dios.
Esa es la nueva evangelización. Como decía San Francisco, "predicar siempre, y algunas veces con palabras".
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