martes, 16 de septiembre de 2014

Comentario al evangelio del 16 de septiembre

Lc 7,11-17: ¡Muchacho, a ti te digo, levántate!
En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío.

Cuando estaba cerca de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda - y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.

Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo:

-No llores.

Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo:

-¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!

El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre.

Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo:

-Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.

La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.

Reflexión

Impresiona enormemente este texto. Jesús va rodeado de mucha gente y entra en un pueblo, abandona a su gente para ir en busca de la gente que le necesita. Me recuerda a la parábola de la oveja perdida. Esa es la actitud de Dios: en favor de los necesitados.
Se acerca a la mujer y le dice: no llores. No se dedica a decir palabras bonitas a aquella mujer, sino que "hace".
Sintamos también nosotros que Dios hace en nosotros según nuestra necesidad y hagamos lo mínimo con los demás.

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