miércoles, 7 de septiembre de 2016

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 7 DE SEPTIEMBRE

Lc 6,20-26: Dichosos los pobres; ¡ay de vosotros, los ricos!

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo:
–Dichosos los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios.
–Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.
–Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis.
–Dichosos vosotros cuando es odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del Hombre.
Alegraos ese día y saltad de gozo: porque vuestra recompensa será grande en el cielo.
Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero, –¡Ay de vosotros, los ricos, porque ya tenéis vuestro consuelo!
–¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre!
–¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis!
–¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros!
Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas.


Reflexión

Cuando leo las bienaventuranzas siempre pienso en Jesús. Tres razones:
1)Porque las bienaventuranzas es su autorretrato. Por eso, quien las ha vivido es Él. La confianza que tuvo en el Padre, sólo hacer su voluntad...
2)Porque no las entiendo. Es un poso de sabiduría, de la sabiduría de la vida. Es la receta de la felicidad. Sin embargo, me cuesta entenderlas, sobre todo porque el barro del camino se me pega, y tengo bien asimilados los esquemas mundanos. Por eso, en oración le pido que pueda ir adentrándome en la sabiduría de las bienaventuranzas.
3)Porque las bienaventuranzas es un camino de seguimiento hacia Él. Vivir las bienaventuranzas, es seguirle a Él. Pidámosle al Señor que no seamos ricos, para que pueda caber en nuestro corazón.

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