viernes, 15 de septiembre de 2017

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 15 DE SEPTIEMBRE

Jn 19,25-27: Triste contemplaba y dolorosa miraba del Hijo amado la pena.
En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre: "Mujer, ahí está tu hijo."
Luego dijo al discípulo: "Ahí está tu madre."
Y desde entonces el discípulo se la llevó a vivir con él.
Reflexión
Ayer veíamos Jesús crucificado, su Padre no le ahorró el sufrimiento y tampoco a la Madre...
El texto hace enumeración de las personas presentes, y María es nombrada, por lo que no estaba escondida, no seguía a Jesús de lejos, sino de cerca. Es verdad que Jesús tuvo una fe inquebrantable en su Padre, pero también es verdad (aunque todavía discutido) que Jesús clamó al Padre por que le había abandonado y muchas páginas se publican sobre el silencio de Dios...Sin embargo, cerca de Él, estaba María. Podemos suponer que la presencia de María fue motivo de consuelo y fortaleza para Jesús.
María no huye del sufrimiento sino que lo asume. Es un sufrimiento esperanzado. Seguramente recordará las palabras del anciano Siméon y ello le llevará a abrirse a la confianza en Dios.
María no se encierra en el sufrimiento, ni vive de él. Está por encima de él. Y más adelante la vemos con los discípulos reunidos en el Cenáculo. Es también para ellos, motivo de confianza y de fortaleza en espera de Pentecostés.
Miremos a María. Ella como nadie sabe acompañar el sufrimiento de sus hijos e infundirles confianza, su confianza en su Hijo.

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