jueves, 15 de diciembre de 2022

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 16 DE DICIEMBRE DE 2022

  Jn 5,33-36: Juan es la lámpara que arde y brilla.


En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:

–«Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz.

Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar; esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado.»


En un largo discurso de Jesús sobre el testimonio deriva en el de Juan. Y Juan era testigo de la verdad. Y Juan fue un testimonio creíble, coherente, pero él da testimonio de Jesús, que es la verdad. Juan era una lámpara y Jesús es la luz. 


Nos lo podemos plantear de tantas acciones, de tantas espiritualidades en las que nos podemos encandilar, pero nos quedamos en el encandilamiento, y no llegamos a Jesús.


El mismo Jesús lo dio a entender a Pedro cuando estaba extasiado en El Monte Tabor.

Todo tiene término en Jesús.

Todo tiene que llegar a Él. 

Todo tiene que apagarse para que brille la luz verdadera.

Y no nos lleva a Él, entonces, esa luz tenderá a apagarse, porque no puede sostenerse por sí mismo y porque no tiene relación en sí misma. Toda luz procede de la gran Luz. 


En estos días las calles están inundadas de luz, luz que nos alegra, que nos lleva al recuerdo de una fiesta: la Navidad; pero que no necesariamente nos lleve a la Natividad.

Igual que estas luces, en este siglo XXI, globalizado, no nos dejemos encandilar por llamadas, espiritualidades, revelaciones, interpretaciones, sino sólo por Él. Dicen los médicos que los ojos no están hechos para dejarse encandilar por el sol, que los podría dañar.


Nuestra vida sólo está preparada para dejarnos encandilar por Jesús, las demás luces, pueden dañar los ojos de la fe.

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