martes, 1 de agosto de 2023

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 2 DE AGOSTO DE 2023

Mt 13,44-46: Vende todo lo que tiene y compra el campo.

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: 

«El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.

El reino de los cielos se parece también a un comerciante de perlas finas, que al encontrar una de gran valor se va a vender todo lo que tiene y la compra».


Contemplamos de nuevo las dos parábolas del pasado fin de semana. En ambas, hay que venderlo todo. En ambas el reino de los cielos es algo “grande, maravilloso” por el que merece la pena venderlo todo: es un tesoro, es una perla fina.


Llama la atención la expresión del texto referido a la primera parábola: “y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo”. 

Esta alegría es fundamental. Es la alegría de haberse encontrado con Jesús. Es la alegría de sentirse salvado y amado profundamente.

No es un movimiento de la cabeza, del sentido común, de un razonamiento, sino que es un movimiento más de la voluntad, de la intuición, de la emoción, del sentimiento. Es una elección vital. Es como la elección que hacen los mártires de Tazacorte. Aquí no caben los cálculos humanos, sino sólo los del corazón, los de la fe. 


Es un evangelio que nos invita fuertemente a dejarnos coger por el Señor, o rescatar nuestro anterior encuentro con él. 


Me parecen iluminadoras las palabras del Papa en la Evangelii Gaudium: “3. Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque «nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor». Al que arriesga, el Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos. Éste es el momento para decirle a Jesucristo: «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores».”

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