viernes, 30 de marzo de 2018

HOMILÍA VIERNES SANTO

Estemos tristes hoy. El aguijón del mal ha puesto su veneno y lo ha extendido.
Han matado a mi Señor. Hemos matado a Jesús.
Cuando pienso en el mal, se me ponen los pelos de punta. Cuando pienso en maldad, no pienso en Siria, en Ana Julia Quezada. No pienso en los de fuera, sino en la maldad de los de dentro. ¿Eso lo enseñan ahí?
Tenemos que decirlo: participamos de ese mal. Es un virus que nos ha inoculado a todos.
El mal destruye a la persona, destruye a la sociedad, la convivencia, y lo más grave, destruye la obra de Dios.
  1. No matamos con puñal, pero si con la lengua. (22 de Diciembre de 2014) El mal de la cháchara, de la murmuración y del cotilleo. De esta enfermedad ya he hablado muchas veces, pero nunca será bastante. Es una enfermedad grave, que tal vez comienza simplemente por charlar, pero que luego se va apoderando de la persona hasta convertirla en «sembradora de cizaña» (como Satanás), y muchas veces en «homicida a sangre fría» de la fama de sus propios colegas y hermanos. Es la enfermedad de los bellacos, que, no teniendo valor para hablar directamente, hablan a sus espaldas. San Pablo nos amonesta: «Hacedlo todo sin murmuraciones ni discusiones, para ser irreprensibles e inocentes» (cf. Flp 2,14-18). Hermanos, ¡guardémonos del terrorismo de las habladurías!
  2. El mal de sentirme inmortal, inmune, imprescindible, Salvador. Llevo tantos años haciéndolo, que si no lo hago yo, no está bien. 
  3. El mal de la petrificación espiritual. Yo no quiero cambiar. Soy así. Así se ha hecho siempre. En vez de cristianos, tenemos a funcionarios espirituales. En vez de seguir a Cristo, seguimos las normas y costumbres. Han perdido la frescura del amor primero.
  4. El mal de los círculos cerrados, donde la pertenencia al grupo se hace más fuerte que la pertenencia al Cuerpo (parroquia) y, en algunas situaciones, a Cristo mismo. El grupo se convierte en una Iglesia paralela (parroquia paralela). Incluso más: se ha creado un boicot a la parroquia por hacer un boicot al cura. Y al final, será un boicot al Señor y su obra. También esta enfermedad comienza siempre con buenas intenciones, pero con el paso del tiempo esclaviza a los miembros, convirtiéndose en un cáncer que amenaza la armonía del Cuerpo y causa tantos males – escándalos – especialmente a nuestros hermanos más pequeños. La autodestrucción o el «fuego amigo» de los camaradas es el peligro más engañoso.[15] Es el mal que ataca desde dentro;[16] es, como dice Cristo, «Todo reino dividido contra sí mismo queda asolado» (Lc 11,17).
  5. El mal de bajar la cabeza para no implicarme e involucrarme en lo que la parroquia necesita, y Dios quiere. El Papa la llama la acedía egoísta.
  6. El mal del virar la cara para no saludar. Hay muchos tipos de saludo: beso, abrazo, un "hola", un gesto de cabeza, estrechar las manos, rozar las narices (esquimales).  Venimos a comulgar y nos permitimos el lujo de no saludar.  Hay personas que me han dicho que le han quitado el saludo o se lo han quitado a alguien. ¿Hay alguien que tenga menos dignidad que un animal para quitarle el saludo? ¿No somos hermanos todos o sólo somos conocidos, o primos?
  7. El mal de la falta de unidad. Cuando cada uno va a lo suyo. En las misas, cada uno está en su sitio, y muchas veces alguno queda solo, o no se integra o no va nadie a su lado. Donde queremos imponer al otro, mis gustos, estilos, formas. Unidad no es igual que uniformidad. Somos todos distintos, pero siempre podemos buscar puntos de unión. ¿Acaso se puede dividir el cuerpo? ¿Y porque sí el cuerpo de Cristo? Si nos dividimos, nuestra labor es nefasta. El mayor mal que podamos ser, hacer, es estar divididos.
  8. El mal de la cara de fúnebre. ¿No ha resucitado Jesús o no lo has dejado? ¿El otro es tu enemigo o tu hermano? 
    Una sonrisa no cuesta nada y produce mucho. Enriquece a quien la recibe, sin empobrecer a quien la da. No dura más que un instante, pero su recuerdo a veces es eterno.
    Nadie es demasiado rico para poder prescindir de ella. Nadie es demasiado pobre, para no merecerla. Una sonrisa da felicidad en el hogar. Y apoyo en el trabajo. Es el símbolo de la amistad. Una sonrisa da reposo al cansado, Y anima a los más deprimidos, Reconforta a los desanimados. Y es el mejor antídoto contra los problemas. No se puede comprar, ni prestar, ni robar, Pues es algo que no tiene valor, hasta el momento en que se da. Y si alguna vez te tropiezas con alguien, que no sabe o no puede dar una sonrisa, sé generoso y dale la tuya. Porque nadie tiene tanta necesidad de una sonrisa como el que no puede dársela a los demás
Y todo esto enfría el amor en la mayoría. 
Jesús ha muerto. ¿Ha vencido el mal?? ¿Ha aumentado el mal?? ¿Está más extendido? Eso parece, pero no. El mal no tiene la última palabra. Por lo menos en Jesús no. Después de Jesús, no.
Jesús quiere cargar con nuestro mal. Se lo tenemos que entregar. En la confesión. El año de la misericordia, decía el Padre Luis Dri, confesor del Papa, ha habido aumento de confesiones. Aquí no...

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