viernes, 13 de mayo de 2022

HOMILÍA EN LA FIESTA DE FÁTIMA 2022

  Nos reunimos esta tarde para celebrar a nuestra Madre la Virgen María en la advocación de Fátima. Advocación que toma el nombre árabe de la aldea donde se apareció. Fátima es la mujer única.

Quisiera en esta noche, intentar iluminar desde esta mujer única, tres acontecimientos que nos asoman.
  1. Pandemia. Por tercer año consecutivo nos dirigimos a ti Madre querida en medio de esta pandemia que ha asolado a la humanidad. El primer año celebramos la fiesta justo los primeros días del desconfinamiento. En la pandemia aprendimos varias cosas: la pequeñez de la existencia humana dado que nos creíamos el centro del universo. También aprendimos a valorar todas las personas que están a nuestro servicio. María, la mujer única, y suele ser siempre así, se apareció tanto en Lourdes, como en Guadalupe, como en Fátima a personas sencillas, pequeñas y poco creíbles. Es una jugada maestra, porque con ello, “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes”, mostrándonos el camino, que siempre es el de la pequeñez y la humildad. En esta sociedad que vivimos, tan marcada por la imagen, muchas veces buscamos aparentar más de lo que somos, o quedar siempre bien. María nos enseña que ese camino no nos construye, más bien, nos desintegra, nos dispersa y nos vacía. La Virgen, Dios, lo auténtico, lo valioso, sólo lo podemos encontrar en lo sencillo, en lo humilde y en lo pobre. Por otro lado, mencioné antes que en la pandemia descubrimos o fuimos más conscientes de las personas que han estado a nuestro servicio. Y éste es otro de los mensajes de María: la esclava del Señor, la humilde sierva. Ella nos enseña que el servicio humilde es el camino verdadero del cristianismo, porque Jesús como nos dice San Lucas, no vino a ser servido, sino a servir. Al Papa Francisco le gusta decir que el poder está en el servicio. 
  2. Volcán. Con respecto a la erupción volcánica, por no repetir todo lo anterior, yo diría solamente dos ideas: miedo y solidaridad. Muchos de nosotros, sobretodo los que vivimos en el Valle, sentimos miedo en algún momento. Miedo que puede ser la incertidumbre, el no poder llevar el control, o simplemente la sensación de que podría llegar un desastre peor del que ya fue, que en sí es gravísimo. La Virgen María nos enseña siempre que no debemos tener miedo, porque no estamos solos y estamos siempre en las manos de Dios, bajo su amparo. Cuando se le apareció Juan Diego, la Virgen le dijo: ¿No estoy aquí que soy tu madre?. A mí esta frase me dice mucho y me la repito también. En los momentos de mayor miedo y desolación, que bien nos hace escuchar de los labios de la Madre: ¿No estoy aquí que soy tu madre? . Por otro lado, el desastre, la desolación despierta en el hombre (casi todos) lo más profundo, y esto es el amor. Despertó una ola de solidaridad inmensa. María nos enseña que ésta no debe darse solamente en condiciones extremas, sino de forma habitual, porque la solidaridad es mostrar el amor tierno de Dios por todos: nos lo mostró en las bodas de Caná, ayudando a su prima Isabel, etc.
  3. Guerra de Ucrania. Por último, la humanidad, nosotros vemos con estupor y vergüenza la infamia de la Guerra. Una guerra siempre es injusta, y nunca se justifica. Una guerra siempre se lleva por delante a los más desvalidos, los preferidos del Señor. Seguramente todos tenemos claro que una guerra nunca es el camino, la empiece Rusia, como EEUU, como nuestro propio país. María en Fátima nos enseña en repetidas veces el mensaje de la paz. Y aunque en su mensaje nombraba la conversión de Rusia. Tenemos que entender que esta conversión también nos atañe a nosotros mismos. Porque es una conversión a la paz. A la paz en nuestros ambientes, muchas veces competitivos, marcados por la envidia, la difamación y la calumnia. María es capaz de reunir de nuevo a los apóstoles. Ella nos enseña que la sinodalidad, palabra de moda en ambientes eclesiásticos, es la manera, la manera de Dios, la manera de María, la nueva manera de la humanidad. Pidámosle a María de Fátima fuertemente por el fin de la guerra de Ucrania, pero también por nuestras guerras. 
Resumiendo. María nos enseña
a) a ser pequeños, a reconocer nuestros errores, a buscar la humildad.
b) a ser serviciales.
c) a no tener miedo y confiar en Dios y en ella.
d) a preocuparse por el otro. 
e) a buscar la paz por encima de todo y dejarse de rivalidades.

Madre, enséñanos como le enseñaste a tu Hijo Jesús, para que así la humanidad pueda vivir más acorde a la vida que Dios nos regaló.

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