No temas, que te he redimido, te he llamado por tu nombre, tú eres mío [...] porque eres precioso ante mí, de gran precio, y yo te amo." Is 43, 1b.4a
sábado, 25 de agosto de 2012
Comentario al Evangelio del domingo 26 de Agosto de 2012
Mi comentario de hoy no es del todo original, he utilizado algunos párrafos que he considerado añadir.
Buen día.
Domingo XXI T.O. Ciclo B
“Este modo de hablar es duro e inaceptable”. Así comienza el evangelio de este fin de semana. Terminamos el discurso del pan de vida. En este caso, los interlocutores son los mismos discípulos. Según los entendidos, esta expresión no se refiere solamente a las palabras inmediatas, proclamadas en domingos anteriores. Esta expresión iría más allá, se referiría a que Jesús vincula la salvación a su persona. Y esto no lo entienden los discípulos. No les ha bastado ver la unidad entre Él y el Padre, no les ha bastado las numerosas curaciones, expulsiones de demonios, milagros, como el de las bodas de Caná, la multiplicación de los panes y los peces.
Esta expresión delata una decepción en ellos. ¿Nos estaremos equivocando al seguirle a Él?. ¿Habremos malgastado el tiempo, los años?.
Esta expresión puede ser que también nosotros nos la estemos haciendo. Tantas cosas que le hemos pedido al Señor, a la Virgen a los santos, y parece que no nos escucha, parece que sigue impasible. Este tiempo de crisis, no hay nadie que lo arregle, se divisan grandes nubarrones sobre nuestro futuro…
Venimos a misa a ver si de “una vez nos escucha” y nos ayuda. Nuestro “amuleto” no nos funciona. Y nos estamos cansando. Puede ser que estemos al borde de la deserción. Igual que a los discípulos, todo comenzó maravillosamente bien. Conocimos al Señor y todo era bonito: “el amigo que nunca falla”, nuestra Roca, nuestro Todo…pero ya va siendo hora de que nos responda, de que no nos falle.
No nos extrañe que mucha gente abandone la fe y acuda a diferentes “médium”, para saciar, calmar ese vacío.
Jesús no pierde la paz. No le inquieta el fracaso. Dirigiéndose a los Doce les hace la pregunta decisiva: “¿También vosotros queréis marcharos?”. No los quiere retener por la fuerza. Les deja la libertad de decidir. Sus discípulos no han de ser siervos sino amigos. Si quieren puede volver a sus casas.
Una vez más Pedro responde en nombre de todos. Su respuesta es ejemplar. Sincera, humilde, sensata, propia de un discípulo que conoce a Jesús lo suficiente como para no abandonarlo. Su actitud puede todavía hoy ayudar a quienes con fe vacilante se plantean prescindir de toda fe.
“Señor, ¿a quién vamos a acudir?”. No tiene sentido abandonar a Jesús de cualquier manera, sin haber encontrado un maestro mejor y más convincente: Si no siguen a Jesús se quedarán sin saber a quién seguir. No se han de precipitar. No es bueno quedarse sin luz ni guía en la vida.
Pedro es realista. ¿Es bueno abandonar a Jesús sin haber encontrado una esperanza más convincente y atractiva? ¿Basta sustituirlo por un estilo de vida rebajada, sin apenas metas ni horizonte? ¿Es mejor vivir sin preguntas, planteamientos ni búsqueda de ninguna clase?
Hay algo que Pedro no olvida: “Tú tienes palabras de vida eterna”. Siente que las palabras de Jesús no son palabras vacías ni engañosas. Junto a él han descubierto la vida de otra manera. Su mensaje les ha abierto a la vida eterna. ¿Con qué podrían sustituir el Evangelio de Jesús? ¿Dónde podrán encontrar una Noticia mejor de Dios?
Pedro recuerda, por último, la experiencia fundamental. Al convivir con Jesús han descubierto que viene del misterio de Dios. Desde lejos, a distancia, desde la indiferencia o el desinterés no se puede reconocer el misterio que se encierra en Jesús. Los Doce lo han tratado de cerca. Por eso pueden decir: “Nosotros creemos y sabemos”. Seguirán junto a Jesús.
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