En aquel tiempo, Jesús estaba echando un demonio que era mudo y, apenas salió el demonio, habló el mudo. La multitud se quedó admirada, pero algunos de ellos dijeron:
- «Si echa los demonios es por arte de Belcebú, el príncipe de los demonios.»
Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo en el cielo. El, leyendo sus pensamientos, les dijo:
- «Todo reino en guerra civil va a la ruina y se derrumba casa tras casa. Si también Satanás está en guerra civil, ¿cómo mantendrá su reino? Vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belcebú; y, si yo echo los demonios con el poder de Belcebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero, si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros.
Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros. Pero, si otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte el botín.
El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama.»
Reflexión
Da la sensación que Jesús no está siendo acogedor o misericordioso. Simplemente nos está recordando que ser cristiano es algo que implica toda la vida, y todas sus dimensiones. No valen medias tintas, no vale ser cristiano por "probar" o "por sí acaso", y menos "porque me lo enseñaron".
El Papa emérito Benedicto tiene dos frases contundentes: "No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva" y "hace más un santo que miles de cristianos a medias". Cuando así somos, hacemos el ridículo y denota nuestra falta de fe.
Esto no es un supermercado donde cogemos lo que nos gusta, sino un enamoramiento y seguimiento de una persona...
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