jueves, 24 de diciembre de 2015

NAVIDAD

Celebramos la fiesta de la Natividad del Señor. Si utilizo la expresión Navidad, nos llega a la mente un conjunto de vivencias, sonidos, olores, texturas, que no siempre corresponden con lo genuino de este acontecimiento. 
Y es así, la Navidad es todo un acontecimiento. El más universal, el más importante. Nos recuerda Benedicto XVI que “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva.
Navidad hace referencia a nacimiento. Y el nacimiento puede ser el acontecimiento más importante en la vida de una persona.
Me recuerdo cuando vi el episodio “el cerebro masculino” del programa Redes. Nos decían, que en el momento del nacimiento, los padres experimentan un pico de dopamina y oxitocina, la hormona que secretamos los humanos en el enamoramiento. Tanto es así, que hasta en los hombres se reconfigura su cerebro de manera “femenina”, es decir, con un amor y ternura mayor. (sacado de Redes, el cerebro masculino minuto 9:38 http://www.rtve.es/alacarta/videos/redes/redes-20101010-2130/898672/)
He estado presente en algún nacimiento y he visto a los padres llorando ante el acontecimiento.
Algunos me han dicho es el acontecimiento “primero” en sus vidas.
Dios quiere atraernos a través de la ternura de un niño recién nacido.
Traigo a la memoria aquella canción de Gloria Estefan.
“Cuando se miran sus ojos, cuando se escucha su voz es más linda la mañana, nos alumbra más el sol.
Cuando nos brindan su risa, cuando nos dan su candor brota un manantial de agua fresquita en el corazón. Ellos son el tesoro, ellos son la alegría. Es por ellos que la vida se vuelve más dulce, se vive mejor.
Son los hijos la bendición, el milagro de nuestro amor. Nos enseñan cómo amar, cómo abrir nuestro corazón. Son los hijos la bendición, el milagro de nuestro amor. Son la esencia del hogar, un regalo de Dios.”
Así quiere Dios entrar en nuestras vidas.
Y esto es lo que pretende Dios. Este año hablamos de primerear.
Pues sí, la Navidad es la fiesta por excelencia del primereo de Dios.
Primerea en este caso porque nos regala a su Hijo: “tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo”.
El texto nos aclara: "envolvió a su hijo primogénito". Los expertos nos dicen que no se refiere solamente al primero de los hijos, sino sobre todo a una relación especial de este Hijo con el Padre.
Primerea porque nos regala la posibilidad de experimentar este acontecimiento como primero, primordial, principal. La Navidad, igual que el nacimiento de un hijo, es el tiempo para enamorarse de Dios. Para sentir unos deseos tan grandes de su amor y de amarlo, ahí chiquito.
No quiero olvidarme del año santo de la misericordia. Aunque parezca el tópico, Navidad es tiempo de misericordia. Pero lo hemos visto en los textos en estos días preparándonos. Cuando contemplábamos el nacimiento de Juan el Bautista, decía el texto que Dios había tenido una gran misericordia con ellos.
Pues sí, la Navidad es la fiesta de la misericordia de Dios. En el qué, en el cómo, en el dónde, y a lo largo.
En el qué: Porque ha venido a la Tierra para salvarnos, amar nuestro barro, cargar con nuestro pecado (logo de la misericordia).
En el cómo: porque no había sitio en la posada y “alguien tuvo misericordia” y les ofreció un establo. Nació en el silencio, en la noche (lo solemos celebrar así). Por otro lado, tampoco hay natación del día ni del año exacta. De manera que todo nos habla de encarnación en pobreza de opciones.
En el dónde: Aunque nació en la ciudad de David, pero a las afueras, en las grutas, o establo, como ya dije, porque nació de una familia pobre, que vivía en un pueblo pobre como Nazaret y en una nación dominada como Israel. Aún así, elegidos por Dios.
Y a lo largo: porque la mano de Dios estaba con ellos. Con ello quiero decir, que el Señor tuvo misericordia de ellos al anunciarle de la persecución de Herodes.
Por todo ello, disfrutemos del primereo de la misericordia de Dios.
Que ese amor de Dios sea “primero” y que ese amor sea como el de Él, misericordioso.

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