viernes, 14 de abril de 2017

HOMILÍA DEL JUEVES SANTO

Comenzamos con esta celebración con el Santo Triduo Pascual. Llevamos 40 días
preparándonos para este acontecimiento. El mismo Jesús se preparó durante 33 años
para lo que va a acontecer en estos días, y nos lo expresa claramente: "He deseado
ardientemente celebrar esta Pascua con ustedes".
Es tan grande lo que celebramos esta tarde, es tan profundo, tan conmovedor,
tan imponente, tan transformador, tan arriesgado, tan comprometedor que nos
complica.
Nadie puede salir esta tarde impasible. Esta celebración de hoy nos debe
transformar. Perdón, tenemos que dejar que esta celebración de hoy nos transforme.
Puede resultar que ante tamaña entrega y demostración de amor, sintamos vé
rtigo, nos ruboricemos.
El lema de esta Semana Santa es que nuestro barro se convierta, con la fuerza
del Espíritu en barro enamorado.
Somos barro, vasijas hechas de arcilla frágil. Somos limitados, pero también
somos capaces de amar, y ahí está el milagro. Porque con ello somos capaces de todo.
De vivir con pasión y con alegría. De anhelar, soñar y transformar las cosas. De
convertir nuestra flaqueza en una fortaleza por ese amor que todo lo transforma.
Somos barro, sí, pero podemos ser reflejo del alfarero que hace de cada uno de
nosotros una pieza única y magnífica. Somos barro, sí, pero barro enamorado....
Ese es nuestro barro. Un barro enamorado como diría el poeta, pero también, a
veces, un barro agrietado por el odio y la animadversión hacia nuestros semejantes.
Puede resultar, como decía el domingo, que nuestro barro sea un barro
admirado. Si queda en eso la Semana Santa, será una pérdida de tiempo y nos
habremos perdido todo. La Semana Santa habrá pasado por nosotros, pero nosotros
no hemos dejado que la Semana Santa pase con nosotros.
Comienza la escena con el lavatorio de los pies. El gesto del servicio humilde del
Señor. Lavarnos los pies a nosotros. "¿Lavarme los pies a mi? No me lavarás los pies
jamás...Si no te lavo, no tienes parte conmigo."
Jesús se toma el lavatorio de los pies, no como un mero gesto a imitar, a
reproducir, sino sobretodo como el signo de toda su misión con nosotros. Lavarnos,
purificarnos, limpiarnos, salvarnos. Quien no se deje lavar los pies por Él, transformar
por Él, no tiene parte en su vida. ¿No puedo hacer yo con vosotros, casa de Israel, lo
mismo que este alfarero? - oráculo de Yahveh -. Mirad que como el barro en la mano
del alfarero, así sois vosotros en mi mano, casa de Israel” (Jr 18)
Contempla la escena, el Maestro, el Hijo de Dios, el Verbo, el Eterno, se ha
quitado la túnica, se ha arrodillado, nos quita el zapato, y con un infinito amor (como si
le fuera la vida en ello, cosa que pasó)
Es un gesto para él simbólico y real. Ésta fue su actitud en toda su vida y lo sigue
siendo ahora. Todo un Dios sirviéndonos a nosotros.
Sigue con la cena. No nos olvidemos que la cena pascual es la fiesta más
importante de los judíos. Es una cena festiva, alegre, salvífica. Los judíos hablan de la
categoría de memorial: es decir, por un lado es el recuerdo de los acontecimientos de
salvación de Dios con su pueblo; pero también esa salvación acontece aquí y ahora; y
tiene eco en el futuro. Por tanto, es una cena esperanzada.

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