sábado, 15 de abril de 2017

HOMILÍA DEL VIERNES SANTO

Hoy habla el silencio, las piedras, el tiempo, que siempre se nubla, hoy habla el odio, el rencor, es el día de las tinieblas. Hoy todo nos habla de muerte. De la de Jesús, de la nuestra.
No es una muerte normal: no es la muerte del que va perdiendo la vida. Es un asesinato cruel. Todo se confabula contra Él: el pueblo, el Sanedrín, los romanos, sus amigos (Judas), testigos falsos...
Se me ponen los pelos de punta en pensar todo lo que puede el mal, en alguien que sólo había hecho el bien.
Poco después de comenzar a declinar el día, declina la VIDA.
Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito...Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado. ¿Cómo enamorarse de alguien así, que tira la toalla, que se deja vencer?
NO. Jesús sabe morir, sabe declinar. Sabe aceptar la pérdida.
(Sobre el Alzheimer)
La pérdida no es perdida
Aprender a saber perder
Aprender a saber que no soy el mismo
El arte de perder, no parece difícil de dominar.
Aprender el arte de perder todos los días.
Hay algo peor: quien va a tomarnos en serio?
Estoy luchando, no sufriendo, por ser parte de las cosas, por seguir en contacto con quien fui en otro momento.
El Papa Francisco: La Cruz nos lleva a Él, que es la Verdad, el Camino y la Vida. Para los creyentes, la cruz no es un patíbulo. Para nosotros es algo muy distinto: supone el despojo, ese despojo desde dentro…La pequeñez del Reino supone el despojo.
El fracaso de Jesús se inserta en la dinámica: cuando todo está perdido, cuando nadie queda…entonces interviene Dios; es la intervención de Dios sobre la total imposibilidad de esperanza humana….En la cruz hay que perderlo todo para ganarlo todo. La invitación es al “todo o nada”.
Es cuando el barro se pone al fuego, entre 950 y 1100ºC.
Siguiendo a Isaías, sin embargo: Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado; pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron.
Ahí es donde nos podemos enamorar. Sus dolores, su pasión es por mi. Sus cicatrices nos han curado.
En la oración en Getsemani, ora tres veces. La primera tiene tristeza de muerte y después de la última, tiene un dominio de sí ante el prendimiento. El abandono en las manos de Dios, sin pretender controlar los resultados de la crisis y la tormenta. No es un abandono ingenuo, sino confiado en la paternidad de Dios.
Cocer al fuego...es el abandono en Dios. Es lo que nos da fortaleza.
Ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente...Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.

Recuerdan sus palabras al verso de Francisco de Quevedo: "polvo seré más polvo enamorado". 

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