jueves, 27 de diciembre de 2012

Comentario al evangelio del 27 de diciembre

Jn 20,2-8: El primer día de la semana, María Magdalena echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: - «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.» Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Ayer celebrábamos la fiesta del primer mártir por Cristo, San Esteban. Desde el comienzo se nos anuncia persecuciones para todos los seguidores del Niño Dios. Este Niño Dios puede llenar tanto los corazones de los que confían en Él, que incluso lo prefieren antes que a su propia vida. Hoy celebramos la fiesta de San Juan Evangelista, muchas veces identificado con el discípulo amado. El evangelio que nos propone la liturgia hoy, quiere unir el nacimiento de Jesús, con su resurrección. Es bueno saber hacia donde nos encaminamos, para no ir ciegos. Es bueno saber el objeto de nuestra esperanza: la Resurrección. Y sólo iluminados con la Resurrección podremos entender, comprender todo el transcurso de la vida de Jesús, sólo desde esta luz, podremos comprender la voluntad de Dios. Sólo desde ahí, podremos CREER en Jesús. No basta sólo con escucharle, estar cerca de Él. Los discípulos empezaron a CREER y COMPRENDER, después de ver el sepulcro vacío. El texto lo dice muy sencillamente, pero a la vez solemne: "vió y creyó".

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