lunes, 24 de diciembre de 2012

HOMILÍA NOCHEBUENA-NAVIDAD 2012

Ahí tienen la señal: un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Que pobre parecen los relatos del nacimiento de Jesús. Hemos concluido un camino en estas cuatro semanas de Adviento. Comenzábamos comentando la importunidad del Adviento con su lenguaje de esperanza, confianza, alegría, paz, amor; en este tiempo de crisis que nos azota. Pero también comentábamos que, a lo largo de estas cuatro semanas, veríamos cuatro señales, para poder avanzar en esta dirección. En la primera semana se nos invitaba a “alzar los ojos”, ir más allá de lo inmediato que nos ciega. En la segunda semana, la señal venía por el desierto, es decir, en el lugar donde no hay nada, y nos permite centrarnos en lo esencial. En la tercera semana, las señales se vuelven concretas y nos invitan a abrirnos al otro y salir del estrecho círculo de lo mío. En la última semana, se nos invitaba con Isabel a asombrarnos ante la venida del Señor. Y ahora, esperando algo inaudito, algo inenarrable, el evangelio, nos describe con una sencillez que asusta el nacimiento de Jesús. De hecho, parece más centrado en otros datos, que en el mismo nacimiento. ¡Qué decepción! Sólo nos hace referencia al pesebre y a los pañales. Me acuerdo de aquella frase famosa del Principito: “lo esencial es invisible a los ojos”. Quizá no estaremos comprendiendo lo que el evangelista nos quiere decir. Muchos han especulado sobre estos signos: Para muchos, el signo de los “pañales”, hace referencia a la ternura, el amor…; sin embargo el signo del “pesebre”, muchos lo han visto como el signo de que no había lugar para Él. ¡Tremenda paradoja acogida-rechazo, experimentada por Jesús a lo largo de toda su vida.! Lucas no quiere significarnos en ellos signos de pobreza sino de evocar la queja de Dios contra Israel en Isaías 1,3: “Conoce el buey a su amo, y el asno el pesebre de su dueño; pero Israel no me conoce, mi pueblo no recapacita”. Aquí está la señal, y aquí está la clave: acoger al Niño, esa es la FE. Quiero detallar los personajes intervinientes, para aprender de ellos y así fortalecer mi FE. Herodes y Augusto: el emperador quiere cuantificar su poder. Él tiene en sus manos la vida de los hombres. Herodes, también desconfía de aquel que nace, que podría arrebatarle poder. Es el argumento de Nietzsche o la parábola del hijo pródigo. Para poder disfrutar de la vida, ser feliz, realizarme como persona, tengo que ser autónomo, tengo que prescindir de Dios. Como me decía una persona: ¿Para qué quiero a Dios, si estoy bien?. Nos falta FE para comprender que Jesús no quita nada, más bien, lo da todo. Habitantes de Belén: no son capaces de compartir, de abrir su casa al niño Dios. Representa a la humanidad que desconfía de la pobreza de Dios. Decía Jean Vanier, en su experiencia con los discapacitados: “Nos necesitamos unos a otros. Comprendemos con facilidad que alguien débil necesite de alguien fuerte, pero nos cuesta entender que alguien fuerte necesite de alguien débil”. Nos falta FE, porque nos cuesta creer que la debilidad, la pequeñez y la vulnerabilidad sean las tarjetas de visita de nuestro Dios. Ya es un anuncio de la Pasión y Muerte de Jesús, escándalo para los judíos, necedad para los gentiles. Buey y mula: es el signo de la humanidad muda, que no comprende, pero que se abre al Misterio. Representa la capacidad de contemplación, de asombro, que hemos perdido. Ya todo se mide por lo que conocemos, demostramos, experimentamos, etc. Sin embargo, hay cosas que no se pueden explicar, sino solamente contemplar. Así es el misterio del Nacimiento. Por eso pasa desapercibido, porque es un misterio escondido. Hay que adentrarse en el establo y contemplar toda la escena. Nos falta FE porque hemos perdido la capacidad de contemplar, de asombrarnos. Pastores: es el signo de la pobreza material y del analfabetismo. Su única riqueza es la receptividad y la vigilancia. Por eso, pudieron adorar al Niño. Porque están abiertos a Dios, porque están vigilantes, porque creen en la palabra del ángel. No tienen nada que perder. A nosotros nos falta la vigilancia, absortos en veinte mil cosas, no estamos vigilantes ante los signos de vida de Jesús. No estamos vigilantes ante la pobreza a nuestro alrededor. Nos falta FE porque hemos perdido la vigilancia. Magos: es el signo de aquellos que, con sincero corazón buscan la VERDAD. Ya muchas personas han tirado la toalla y no se preguntan por nada, sino que se dejan llevar. “Carpe diem”. Por muy vivos que parezcan, ya están muertos. Precisamente una de las características del hombre, es su permanente inconformismo, su capacidad de indagar la verdad y buscar respuestas a las preguntas trascendentales del hombre. Ésta es la “porta Fidei”, la puerta de la FE que está abierta a todos, como dirá Benedicto XVI. Acoger a Jesús, creer en Él significa que en Él veo reflejados todas mis preguntas. Significa que puedo descansar definitivamente, porque es el Esperado, el Mesías, el que “tenía que venir”. En palabras de San Agustín: «Tarde te amé, Belleza, tan antigua y tan nueva, ¡tarde te amé! Estabas dentro de mí, y yo te buscaba por fuera... Me lanzaba como una bestia sobre las cosas hermosas que habías creado. Estabas a mi lado, pero yo estaba muy lejos de Ti. Esas cosas... me tenían esclavizado. Me llamabas, me gritabas, y al fin, venciste mi sordera. Brillaste ante mí y me liberaste de mi ceguera... Aspiré tu perfume y te deseé. Te gusté, te comí, te bebí. Me tocaste y me abrasé en tu paz». Nos falta FE para aceptar que Jesús es capaz de salvarme, no de cosas, sino integralmente, que después de Él, no necesito nada más. María y José: son los grandes hombres de FE. Los que, sin entenderlo del todo, se abrieron al proyecto de Dios. Una de las características de la FE es la obediencia a Dios. “Hágase en mí según tu Palabra”, es la respuesta de María. Y también, estamos concernidos a la misma respuesta, de hecho en el Padrenuestro, decimos: “hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo”. Nos falta FE para no sólo abrirnos a la escucha de la Palabra, sino para cumplir la Palabra. Edificar sobre roca nos dirá Jesús es escuchar la palabra y ponerla en práctica. ¿Dónde nos situamos?. ¿Qué hacemos? ¿A qué esperamos?

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