jueves, 24 de marzo de 2016

HOMILÍA JUEVES SANTO 2016


Comenzamos con esta celebración con el Triduo Pascual. Es momento de mucho contemplar “desde dentro” la misericordia de Dios. El mejor modo de ‘entender’ la misericordia de este Dios es acogerse a la luz de su Palabra, por la que nos ha manifestado su ser y su querer. Ello requiere adoptar una de silencio (aparcar nuestras palabras; un dicho de san Juan de la Cruz aclara: “Una palabra habló el Padre, que fue su Hijo, y ésta habla siempre en eterno silencio, y en silencio ha de ser oída del alma”); de escucha (prestar atención al mensaje divino otorgándole la importancia que se merece); de acogida (va dirigida a mí como destinatario importante); de fe (es palabra verdadera, cumple lo que dice); y así hasta que resuene con fuerza en nuestro interior la invitación de Jesús: “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6,36). El modelo siempre es el ‘Padre’ de las misericordias.
Esa Palabra es Jesús, por ello el Papa dice que es el rostro de la misericordia del Padre. Y hoy brilla con una luz especial. Siempre podemos decir que todo lo que hace Jesús manifiesta la misericordia. Pero en el día de hoy, se puede hasta respirar…
El evangelio de hoy comienza situándonos en la fiesta de Pascua, en el caso de San Juan, antes de la misma y en el caso de los sinópticos, celebrándola. El caso es que es “la hora” de Jesús.
·       La hora de la prueba
·       La hora de las tinieblas
·       La hora de las lágrimas
·       La hora del abandono
·       La hora de la misericordia
·       La hora del don (En el evangelio de Juan la hora expresa la voluntad del don de su vida. Desde el comienzo él está dispuesto a darse y tiende hacia el momento del don.)
·       La hora del paso
·       La hora del amor (El amor mismo es el proceso del paso, de la transformación, del salir de los límites de la condición humana destinada a la muerte).
Y de una manera sorprendente, incluso todavía hoy, les lava los pies. “¿Lavarme los pies tú a mí?. No me lavarás los pies jamás”. Pedro, tan espontáneo como siempre, no se siente digno. Sin embargo, Jesús le recuerda. “Vosotros ya estáis limpios” y en el discurso sobre la vid añadirá “por las palabras que os he hablado”. El lavatorio que nos purifica es el amor de Jesús (hasta el extremo=muerte). Y es que el amor servicial de Jesús es lo que nos saca de nuestra soberbia y nos hace capaces de Dios, nos hace “puros”.
Él, que es Dios, nos hace capaces de Dios. Lo esencial es estar en su Cuerpo, penetrados de su presencia. La exigencia de hacer lo que Jesús hizo no es un apéndice moral al misterio. Es una consecuencia intrínseca de la dinámica del don con el cual el Señor nos hace hombres nuevos y nos acoge en lo suyo.
Y a Pedro le dice que “uno que se ha bañado”: Se refiere a nuestro bautismo, donde nos sumergimos en ese misterio de amor. Y sin embargo, ese que se ha bañado, “no necesita limpiarse sino los pies”, refiriéndose la confesión-reconciliación. Los pies son el símbolo del peregrino, y se sucian por el polvo de los pies, continuamente. Por eso, “si no te lavo, no tienes que ver conmigo”.
Llama tremendamente la atención que Jesús comienza a lavar los pies a Pedro: por un lado porque es el primero, pero por otro, porque lo negará. Precisamente Pedro…quien lo viera y quien lo ve. ¡Con la vida que ha tenido! ¿Quién se ha creído que es?. Pedro lo negará y Jesús lo ha elegido para que sea el primero. Y es que esa es la misericordia, no mirar por méritos. Y es que Dios no nos clava a nuestro pecado, no nos identifica con el mal que hemos cometido. Tenemos un nombre y Dios no identifica este nombre con el pecado que hemos cometido. El domingo veíamos en el evangelio de Lucas como le decía la término de la cena Jesús a Pedro, “he rezado por ti para que tu fe no desfallezca”. El papa Francisco tiene como lema "Miserando atque eligendo", que puede traducirse como "Lo miró con misericordia y lo eligió" o "Amándolo lo eligió".
Hoy es el día de la institución del sacerdocio. Tenemos que orar por los sacerdotes. Jesús elige con misericordia: por tanto, no elige a los mejores. Y éste que les habla no es menos. Soy sacerdote por pura gracia de Él. No, por mis méritos. Al contrario, si soy sacerdote es por mis pecados. Es el misterio de la elección. Es el misterio de la misericordia. Aún así no quita que quiera y deba pedirles perdón…Miro para atrás y veo que sigo siendo el mismo rebenque,
   Por mis pecados, muchos y graves.
   Por que no les amo hasta el extremo.
   Por mis omisiones.
   Por mi falta de detalles y agradecimiento a las personas más cercanas.
   Por mi carácter...
   Por todo el mal que he hecho a todos ustedes y a todos aquellos que me conocen sean creyentes o no, a los cuales también los amo.
   Pedir perdón a todos aquellos que he escandalizado.
   Porque no soy el rostro de la misericordia (ni en mis palabras, ni en mis pensamientos, ni en mis actos).
   Perdón porque no soy el párroco que ustedes merecen.
Debería hacer como el Papa Francisco, que sin rubor, reconociéndose pecador y débil, siempre pide que recen por él.
Y el Señor me quiere lavar los pies. Me quiere sanar. Me quiere fortalecer. Me quiere purificar. Tengo la confianza de que Él ha orado por mí.
Y en otro gesto sorprendente, convierte la Cena Pascual en su Pascua. San Ignacio de Antioquía mártir en el año 107 decía: Soy trigo de Dios, y he de ser molido por los dientes de las fieras, para llegar a ser pan limpio de Cristo”. La misericordia es abajarse. Y Jesús se ha abajado en el lavatorio al agacharse, pero en los sinópticos no sale éste, pero si la cena. Es el gesto mayor de la humildad, de la misericordia, del amor. Se nos da para que lo utilicemos. Los animales son utilizados a nuestro antojo para luego comerles. Ser comida es lo más bajo a lo que puede llegar una persona. Es quedarse a merced del otro. Cómanme. Hagan lo que quieran. Es donarse totalmente.
La misericordia es el misterio de la generosidad: darse totalmente y sin merecimiento.
Padre, usted es muy generoso. Ése es el jefe. El otro día me decía una persona, que antes se era más exigente con los niños de comunión, las faltas, que hoy todo vale. Aunque no sea cierto del todo. Ante tremenda generosidad de Jesús, ¿podemos ser menos?. “Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis”.

Hemos recibido una tradición, que procede del Señor. ¿cuál?. ¿La Eucaristía? ¿El lavatorio? ¿El sacerdocio? ¿El bautismo?. Que va. Hemos recibido (por tanto, no es un conocimiento, sino una acogida…) LA MISERICORDIA.

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