Comenzamos con esta celebración con el Triduo Pascual. Es momento
de mucho contemplar “desde dentro” la misericordia de Dios. El mejor modo de
‘entender’ la misericordia de este Dios es acogerse a la luz de su Palabra, por
la que nos ha manifestado su ser y su querer. Ello requiere adoptar una de
silencio (aparcar nuestras palabras; un dicho de san Juan de la Cruz aclara: “Una palabra habló el Padre, que fue su Hijo, y ésta
habla siempre en eterno silencio, y en silencio ha de ser oída del alma”); de escucha
(prestar atención al mensaje divino otorgándole la importancia que se merece);
de acogida (va dirigida a mí como destinatario importante); de fe (es palabra
verdadera, cumple lo que dice); y así hasta que resuene con fuerza en nuestro
interior la invitación de Jesús: “Sed misericordiosos como vuestro Padre
es misericordioso” (Lc 6,36). El modelo siempre es el ‘Padre’ de las
misericordias.
Esa Palabra es Jesús, por ello el Papa dice que es el
rostro de la misericordia del Padre. Y hoy brilla con una luz especial. Siempre
podemos decir que todo lo que hace Jesús manifiesta la misericordia. Pero en el
día de hoy, se puede hasta respirar…
El
evangelio de hoy comienza situándonos en la fiesta de Pascua, en el caso de San
Juan, antes de la misma y en el caso de los sinópticos, celebrándola. El caso
es que es “la hora” de Jesús.
· La hora
de la prueba
· La hora
de las tinieblas
· La hora
de las lágrimas
· La hora
del abandono
· La hora
de la misericordia
· La hora
del don (En el evangelio de Juan la hora
expresa la voluntad del don de su vida. Desde el comienzo él está dispuesto a
darse y tiende hacia el momento del don.)
· La hora
del paso
· La hora
del amor (El amor mismo es el proceso del
paso, de la transformación, del salir de los límites de la condición humana
destinada a la muerte).
Y de
una manera sorprendente, incluso todavía hoy, les lava los pies. “¿Lavarme los pies tú a mí?. No me lavarás los pies jamás”.
Pedro, tan espontáneo como siempre, no se siente digno. Sin embargo, Jesús le
recuerda. “Vosotros ya estáis limpios”
y en el discurso sobre la vid añadirá “por las palabras que os he
hablado”. El lavatorio que nos purifica es el amor de Jesús (hasta el
extremo=muerte). Y es que el amor servicial de Jesús es lo que nos saca de
nuestra soberbia y nos hace capaces de Dios, nos hace “puros”.
Él, que
es Dios, nos hace capaces de Dios. Lo esencial es estar en su Cuerpo,
penetrados de su presencia. La exigencia de hacer lo que Jesús hizo no es un
apéndice moral al misterio. Es una consecuencia intrínseca de la dinámica del
don con el cual el Señor nos hace hombres nuevos y nos acoge en lo suyo.
Y a
Pedro le dice que “uno que se ha bañado”: Se refiere a nuestro bautismo, donde nos sumergimos en ese
misterio de amor. Y sin embargo, ese que se ha bañado, “no necesita limpiarse
sino los pies”, refiriéndose la confesión-reconciliación.
Los pies son el símbolo del peregrino, y se sucian por el polvo de los pies,
continuamente. Por eso, “si no te lavo, no tienes que ver conmigo”.
Llama
tremendamente la atención que Jesús comienza a lavar los pies a Pedro: por un
lado porque es el primero, pero por otro, porque lo negará. Precisamente Pedro…quien lo viera y quien lo ve. ¡Con la
vida que ha tenido! ¿Quién se ha creído que es?. Pedro lo negará y Jesús lo ha
elegido para que sea el primero. Y es que esa
es la misericordia, no mirar por méritos. Y es que Dios no
nos clava a nuestro pecado, no nos identifica con el mal que hemos cometido.
Tenemos un nombre y Dios no identifica este nombre con el pecado que hemos cometido. El domingo veíamos en el evangelio de Lucas como le decía la término de la
cena Jesús a Pedro, “he rezado por ti para que tu fe no desfallezca”. El papa
Francisco tiene como lema "Miserando atque eligendo", que
puede traducirse como "Lo miró con misericordia y lo eligió" o
"Amándolo lo eligió".
Hoy
es el día de la institución del sacerdocio.
Tenemos que orar por los sacerdotes. Jesús
elige con misericordia: por tanto, no elige a los mejores. Y éste que les
habla no es menos. Soy sacerdote por pura gracia de Él. No, por mis méritos. Al
contrario, si soy sacerdote es por mis pecados. Es el misterio de la elección.
Es el misterio de la misericordia. Aún así no quita que
quiera y deba pedirles perdón…Miro para atrás y veo que sigo siendo el mismo
rebenque,
•
Por mis pecados, muchos y graves.
•
Por que no les amo hasta el extremo.
•
Por mis omisiones.
•
Por mi falta de detalles y agradecimiento a las personas más cercanas.
•
Por mi carácter...
•
Por todo el mal que he hecho a todos ustedes y a todos aquellos que me
conocen sean creyentes o no, a los cuales también los amo.
•
Pedir perdón a todos aquellos que he escandalizado.
•
Porque no soy el rostro de la misericordia
(ni en mis palabras, ni en mis pensamientos, ni en mis actos).
•
Perdón porque no soy el párroco que ustedes merecen.
Debería
hacer como el Papa Francisco, que sin rubor, reconociéndose pecador y débil,
siempre pide que recen por él.
Y el
Señor me quiere lavar los pies. Me quiere sanar. Me quiere fortalecer. Me
quiere purificar. Tengo la confianza de que Él ha orado por mí.
Y en
otro gesto sorprendente, convierte la
Cena Pascual en su Pascua. San Ignacio de Antioquía mártir en el año 107
decía: “Soy trigo de Dios, y he de ser molido por los dientes de las fieras, para
llegar a ser pan limpio de Cristo”. La misericordia es abajarse. Y
Jesús se ha abajado en el lavatorio al agacharse, pero en los sinópticos no
sale éste, pero si la cena. Es el gesto mayor de la humildad, de la
misericordia, del amor. Se nos da para que lo utilicemos. Los animales son
utilizados a nuestro antojo para luego comerles. Ser comida es lo más bajo a lo
que puede llegar una persona. Es quedarse a merced del otro. Cómanme. Hagan lo
que quieran. Es donarse totalmente.
La
misericordia es el misterio de la generosidad: darse totalmente y sin
merecimiento.
Padre, usted es muy generoso. Ése es el
jefe. El otro día me decía una persona, que antes se era más
exigente con los niños de comunión, las faltas, que hoy todo vale. Aunque no
sea cierto del todo. Ante tremenda generosidad de Jesús, ¿podemos ser menos?. “Os he dado ejemplo para que lo que yo he
hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis”.
Hemos
recibido una tradición, que procede del Señor. ¿cuál?. ¿La Eucaristía? ¿El
lavatorio? ¿El sacerdocio? ¿El bautismo?. Que va. Hemos recibido (por tanto, no
es un conocimiento, sino una acogida…) LA MISERICORDIA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario