domingo, 4 de abril de 2021

HOMILÍA VIGILIA PASCUAL Y DOMINGO DE PASCUA 2021

 


Subir al Monte de Jerusalén es subir también a su Resurrección, porque Él resucitó precisamente ahí. Y también subió al cielo, en una de las tradiciones (la huella está en El Monte de los Olivos)

Subir al Monte es la exaltación. La glorificación.


Jesús hace nuevas todas las cosas y a partir de ahora, Jerusalén ya no es la ciudad que mata a los profetas, sino la ciudad donde Resucitó Jesús. De hecho en su anuncio de la Pasión, Él también lo preanunció.


Subir a Jerusalén es subir a la vida.

Subir a Jerusalén es subir a la Presencia. Él está en tí, Él está contigo y nunca se va. Por más que te alejes, allí está el Resucitado, llamándote y esperándote para volver a empezar. Cuando te sientas avejentado por la tristeza, los rencores, los miedos, las dudas o los fracasos, Él estará allí para devolverte la fuerza y la esperanza”(Christus Vivit, 2)

Subir a Jerusalén es subir a la Esperanza.

Subir a Jerusalén es subir al Cumplimiento de las Promesas de Dios.


Porque resucitó donde murió, donde se entregó, es precisamente por esto que podremos encontrar una nueva mirada, mirada resucitada.


Pero debemos aprender a ver y a reconocer la resurrección, mirando el mundo con “ojos de resucitado”. No es fácil ver y reconocer las resurrecciones ni a los resucitados, por muchos motivos. Sobre todo porque los cuerpos de los resucitados llevan los estigmas de la pasión. Las heridas, propias y ajenas, nos dan miedo. Huimos de ellas. No somos capaces de vivirlas como el comienzo de la resurrección y el sacramento que siempre la acompaña. Pero cuando buscamos una resurrección sin llagas ni dolor, no la encontramos e incluso podemos confundirla con el éxito. No vemos la resurrección porque pensamos que es la anti-cruz, lo contrario de la pasión, y no su cumplimiento. Huimos de los crucificados y los abandonados y así no vemos a los resucitados, que sólo se encuentran ahí. La resurrección comienza en la cruz y sus señales son para siempre.

La resurrección de Cristo es la resurrección de su cuerpo herido. La novedad de esta resurrección está, entre otras cosas, en su corporeidad. Pero la resurrección del cuerpo no es un regreso al cuerpo del jueves. El acontecimiento de la resurrección no borra las señales de la flagelación y la vía crucis. Cristo se aparece con sus llagas, la luz de la resurrección elimina los estigmas del viernes santo. La gloria del resucitado no es como la de los héroes antiguos; su gloria es humilde, herida, débil. Los resucitados que se aparecen sin llagas son fantasmas, ilusiones, sueños o ideologías y por consiguiente no tienen luz. Nuestra resurrección comienza con el grito de abandono en la cruz. Si no aprendemos a gritar, tampoco aprendemos a resurgir. La lógica de las bienaventuranzas sólo se entiende desde la perspectiva de un resucitado con estigmas. (Luigi Bruni).


El Resucitado es el Crucificado y lo será siempre. Y ahí está el milagro. Ver signos de resurrección donde sólo hay muerte. Ver a Dios donde sólo es tiniebla. Es más, sólo encontraremos la Resurrección en los crucificados del mundo. Sólo tienes que abrir bien los ojos de la fe. Lo otro, es ver la resurrección donde sólo hay triunfo, donde todo es sencillo, etc, no vemos la resurrección, vemos sólo un espejismo de la vida.  


De una manera renovada podemos subir a Jerusalén, con la mirada resucitada, una mirada más amplia, más limpia, más luminosa, más integradora, más misericordiosa, más comprensiva, etc.


Escuchemos por último a Jesús: Miren que vamos subiendo a Jerusalén.

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