lunes, 3 de mayo de 2021

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 4 DE MAYO

 Jn 14,27-31a: Mi paz os doy.


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

- «La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: "Me voy y vuelvo a vuestro lado." Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.

Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el Príncipe de este mundo; no es que él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que lo que el Padre me manda yo lo hago.»


Este trozo del evangelio corresponde a uno de los discursos de despedida. De hecho, llevamos varios días en estos discursos que Juan ha recopilado para la última cena. Jesús se va y nos da la paz. Mientras estuvo, esa paz era su presencia. A los discípulos les daba seguridad, tranquilidad y sobre todo esperanza. Sin embargo, al irse, ya no está asegurada, salvo que Él la envíe.


Es tan necesaria hoy como antes, yo diría, hoy más. Y si añadimos la situación que estamos viviendo, vemos que es muy necesaria

Necesitamos la paz de Jesús para seguir trabajando.

Necesitamos la paz de Jesús para seguir esperando.

Necesitamos la paz de Jesús para seguir amando.

Necesitamos la paz de Jesús para seguir perdonando.

Necesitamos la paz de Jesús para seguir sirviendo.

Necesitamos la paz de Jesús para seguir alentando a otras personas.

Necesitamos la paz de Jesús para seguir testimoniando.

Necesitamos la paz de Jesús para seguir entregándonos.

Necesitamos la paz de Jesús para seguir solidarizándonos con nuestros hermanos los hombres.

Necesitamos la paz de Jesús para seguir mirando al cielo.

Necesitamos la paz de Jesús. Pidámosle este don.


REVISIÓN DE LA SEMANA SANTA


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