martes, 11 de abril de 2023

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 12 DE ABRIL DE 2023

Lc 24,13-35: Lo reconocieron al partir el pan.


Aquel mismo día, el primero de la semana, dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. 

Él les dijo: 

«¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?». 

Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió: 

«¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?».

Él les dijo: 

«¿Qué?». 

Ellos le contestaron: 

«Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron». 

Entonces él les dijo: 

«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?». 

Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras. 

Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo: 

«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída». 

Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista. 

Y se dijeron el uno al otro: 

«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?». 

Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: 

«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón». 

Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.


La Iglesia nos regala en esta primera semana de Pascua con unos evangelios que son muy significativos, muy elocuentes y llenos de tanta riqueza. 


Uno de ellos es esta perícopa de San Lucas, los discípulos de Emaús. Podría fijarme en tantos detalles, pero sólo en uno: ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?». Es una pregunta, como tantas de Jesús que no entendieron los discípulos en el momentos sino sólo después con la fuerza del Espíritu. Incluso nosotros, no terminaremos de entender. 


Era necesario que Jesús muriese, pero sobretodo, era necesario que Dios desplegara y demostrara todo su amor por nosotros. 


Era necesario que lo pudiéramos palpar, gustar, “ver con nuestros propios ojos”, para poder caminar en la fe. 


Vivamos de la fe, vivamos de la contemplación de un Mesías sufriente que sólo se entiende desde el amor. 



REVISIÓN DE LA SEMANA SANTA


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