sábado, 8 de abril de 2023

HOMILÍA DE LA VIGILIA PASCUAL 2023

  Llegamos a la culminación del camino Cuaresmal, que es un camino sinodal también. Como dirá el Papa, el maravilloso panorama se revela al final, sorprende y hace que valga la pena.

Sorprende que Dios consiga:

extraer vida de la muerte,

extraer libertad de la fractura 

y convertir la oscuridad en luz. 

Y es que “la novedad de Cristo es el cumplimiento de la antigua Alianza y de las promesas; es inseparable de la historia de Dios con su pueblo y revela su sentido profundo. De manera similar, el camino sinodal está arraigado en la tradición de la Iglesia y, al mismo tiempo, abierto a la novedad”.


El evangelio que contemplamos es bien sinodal… o por lo menos plural. Según la Comisión Teológica Internacional, la Pascua «es el nuevo éxodo que reúne en la unidad a todos los que en la fe creen en Él, y que Él los conforma consigo mediante el Bautismo y la Eucaristía. La obra de la salvación es la unidad que Jesús pide al Padre en la inminencia de la Pasión». Esta es la comunión a la que nos llama el Sínodo, una unión entre nosotros que refleje la Presencia de Jesús en nuestras vidas.

La sinodalidad se puede resumir (y así son los subtemas del sínodo de la sinodalidad): Comunión, participación y misión.


Miremos algunas características:


La sinodalidad cambia la dinámica del anuncio: son las mujeres antes que los apóstoles. Ellas van primero, y ellas son enviadas por Jesús a los apóstoles, por ello el Papa Francisco ha nombrado a María Magdalena como apóstol de los apóstoles. Esto implica una presencia más incisiva en los órganos de decisión de la Iglesia. O implica que todo no derive del sacerdocio. Una Iglesia sinodal no es una Iglesia clerical.


La sinodalidad es misericordiosa: Al comienzo nos narra que van las mujeres María Magdalena y la otra María al sepulcro. Van juntas. La sinodalidad implica salir de nosotros mismos, e ir a los sepulcros, a los descartados, a los que estaban muertos. “Al igual que los magos, el creyente "nostalgioso" busca a Dios, empujado por su fe, en los lugares más recónditos de la historia, porque sabe en su corazón que allí lo espera el Señor. Va a la periferia, a la frontera, a los sitios no evangelizados para poder encontrarse con su Señor; y lejos de hacerlo con una postura de superioridad lo hace como un mendicante que no puede ignorar los ojos de aquel para el cual la Buena Nueva es todavía un terreno a explorar.” 
(Homilía de S.S. Francisco, 6 de enero de 2017). 
No puede haber camino sinodal que no tenga en cuenta cada realidad. 

La sinodalidad es un camino algunas veces ambiguo, porque no siempre sabemos a dónde vamos.

La sinodalidad es ponerse en camino. Aquí lo importante es ponerse en camino, avanzar, dejar atrás lo que conocemos, porque vamos detrás de Jesús. 

La sinodalidad es un camino de discernimiento. Necesitamos continuamente estar confirmando nuestros pasos (“Vosotras no temáis, ya sé que buscáis a Jesús el crucificado”) para no perdernos en el activismo, en el esnobismo, en inventar por inventar. 

Éste es la seña de identidad, la forma habitual de trabajar, el medio de realización. Esto nos permite reconocerlo, incluso en lo menos plausible. 

La sinodalidad es un camino de adoración. Se acercaron y le abrazaron los pies. La adoración eucarística se amplía hasta el infinito porque toda la realidad es don de Dios.

La sinodalidad es la alegría del evangelio. Es el mismo Jesús que cuando se le busca, nos regala su alegría. Nos sale al encuentro en el momento siempre de manera sorpresiva. 

La sinodalidad es misionera: vayan a mis hermanos de Galilea. Podemos hablar de Galilea en tres significados


  1. Galilea el lugar de la llamada, es recuerdo del comienzo, del bautismo. El bautismo que nos injerta en una comunidad, en una fraternidad sinodal, en un pueblo. 
  2. Galilea existencial experiencia personal de encuentro con Jesús. Volver a Galilea significa custodiar en el corazón la memoria viva de esta llamada, cuando Jesús pasó por mi camino, me miró con misericordia, me pidió de seguirlo; recuperar la memoria de aquel momento en el que sus ojos se cruzaron con los míos, el momento en que me hizo sentir que me amaba.
  3. Por último está la expresión “Galilea de los gentiles”. Galilea era el extremo norte de Palestina, alejado del centro de la religión. Una región muchas veces considerada pagana. Jesús nos pide volver a la Galilea, es decir, también salir a la calle, para hablar con la gente, para testimoniar la vida nueva que nos da Él. Sabiendo que también ahí nos encontraremos con Él, porque primerea, porque “va por delante de nosotros a Galilea”. 


El evangelio de Pascua es claro: es necesario volver allí, para ver a Jesús resucitado, y convertirse en testigos de su resurrección. No es un volver atrás, no es una nostalgia. Es volver al primer amor, para recibir el fuego que Jesús ha encendido en el mundo, y llevarlo a todos, a todos los extremos de la tierra.

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