miércoles, 7 de febrero de 2024

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 8 DE FEBRERO DE 2024

 Mc 7,24-30: Los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños

En aquel tiempo, Jesús fue a la región de Tiro. 

Entró en una casa procurando pasar desapercibido, pero no logró ocultarse. 

Una mujer que tenía una hija poseída por un espíritu impuro se enteró enseguida, fue a buscarlo y se le echó a los pies. 

La mujer era pagana, una fenicia de Siria, y le rogaba que echase el demonio de su hija. 

Él le dijo: 

«Deja que se sacien primero los hijos. No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos». 

Pero ella replicó: 

«Señor, pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños». 

Él le contestó:

«Anda, vete, que por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija». 

Al llegar a su casa, se encontró a la niña echada en la cama; el demonio se había marchado.


Reflexión


Este trozo del evangelio que nos sitúan en el día de hoy es muy duro y difícil de comprender. La intención de Jesús nadie la puede saber. Lo que conocemos es lo que el relato de Marcos pone en boca de Jesús. Y lo que pone el texto de este relato es muy duro.


Este relato pone en evidencia hasta qué extremos de violencia pueden llevar las creencias religiosas.


Lo ejemplar, lo grande, en este relato, es la humildad de la mujer, ante todo. Una humildad que brotaba del cariño que aquella madre sentía por su hija enferma. Y junto a eso, la capacidad de Jesús para sintonizar con el dolor ajeno. En esto radica, sobre todo, la grandeza de Jesús.


Lo que sanó a la niña no fue el milagro de Jesús, sino lo que dijo la madre de aquella muchacha. Y lo que dijo aquella madre fueron unas palabras de tanta humildad y de tal bondad, que allí mismo se modificó el pensamiento de Jesús y se expulsó al demonio. La humildad y la bondad de las buenas personas desarman a Dios y espantan al diablo.


Podremos resumir que la humildad y el cariño de una madre tiene tal fuerza, que hasta Dios (tal como lo conocemos en Jesús) cambia en su manera de actuar. Y la humildad de la mujer cambió a Jesús.

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