viernes, 5 de agosto de 2016

NTRA. SRA. DE LAS NIEVES 2016 MARÍA, MADRE DE LA MISERICORDIA

En este año de la misericordia, y en este día de las Nieves y ante el triste acontecimiento del fuego que asola nuestra isla, nuestra mirada se fija de una manera más intensa a nuestra Madre María, Madre de la Misericordia.
Éste ha sido un título, no nuevo, que se le puede aplicar a nuestra Madre.
Por varias razones:
1) La misericordia es una cualidad más femenina, que hace referencia a “entrañas” y “ternura”.
2) Es la Madre de Jesús, el rostro de la Misericordia. Porque a través de ella, ha llegado, ha acampado, se ha acercado la Misericordia. A través de ella, ésta Misericordia ha empezado a actuar. “Ninguno como María ha conocido la profundidad del misterio de Dios hecho hombre. Todo en su vida fue plasmado por la presencia de la misericordia hecha carne. La Madre del Crucificado Resucitado entró en el santuario de la misericordia divina porque participó íntimamente en el misterio de su amor.”. (MV 24). No es por tanto, unas palabras bonitas, sino una realidad palpable.
3) Es objeto preferencial de la Misericordia de Dios. Por ello, María fue elegida entre todas las mujeres para ser la Madre del Salvador. Una mujer sencilla, humilde y pobre. Al ser elegida, es concebida sin pecado original. Es la Misericordia de Dios, que actúa levantándola de su condición para ser digna Madre del Salvador. María se extraña de la visita del ángel. Se sorprende, no lo merece, es la esclava del Señor.  Y el Espíritu Santo la cubre con su sombra. Sin embargo, María se abre a la acción de Dios. En Palabras del Papa Elegida para ser la Madre del Hijo de Dios, María estuvo preparada desde siempre por el amor del Padre para ser Arca de la Alianza entre Dios y los hombres. Custodió en su corazón la divina misericordia en perfecta sintonía con su Hijo Jesús” (MV 24).
4) Es Madre misericordiosa. En el Evangelio contemplamos episodios llenos de auténtica misericordia protagonizados por María:
Visita a su prima Isabel: Solemos decir que María fue a visitar a su prima, aunque en verdad, María se puso en camino a estar al servicio de su prima Isabel, a ayudarla en los delicados momentos del embarazo y parto de una mujer anciana. María se compadeció de su prima. Entendió al instante la llamada del Señor a la misericordia. Su canto de alabanza, en el umbral de la casa de Isabel, estuvo dedicado a la misericordia que se extiende « de generación en generación » (Lc 1,50). También nosotros estábamos presentes en aquellas palabras proféticas de la Virgen María. Esto nos servirá de consolación y de apoyo mientras atravesaremos la Puerta Santa para experimentar los frutos de la misericordia divina” (MV 24).
Bodas de Caná: No sabemos que parentesco tenía María con los contrayentes de esta boda, el caso es que presentaba un gran contratiempo, y aquí María, incluso mueve a su Hijo a la Misericordia. María, es la Madre de la Misericordia.
Acompañando a Jesús en todos sus días, especialmente hasta la Cruz. En varias perícopas sale María acompañando a su Hijo, incluso alguna vez en la que le dicen a Jesús que está su madre y hermanos y Jesús se dirige a todos, y aparentemente la deja mal, aunque en verdad, no viene sino a recalcar que la Madre sigue al hijo, pero “en segundo plano”, ha desaparecido de la escena, dejando el protagonismo a su Hijo. Al pie de la cruz, María junto con Juan, el discípulo del amor, es testigo de las palabras de perdón que salen de la boca de Jesús. El perdón supremo ofrecido a quien lo ha crucificado nos muestra hasta dónde puede llegar la misericordia de Dios. María atestigua que la misericordia del Hijo de Dios no conoce límites y alcanza a todos sin excluir a ninguno.” (MV 24)
Acompañando a la Iglesia naciente y acogiendo a los discípulos. En el Libro de los Hechos de los Apóstoles, vemos a María reuniendo a los discípulos. Tiene misericordia de ellos, que estaban “con las puertas cerradas por miedo a los judíos”, y los reúne y convoca en espera del Espíritu Santo. Y allí es testigo, como cuando empujó a su Hijo a actuar en las bodas de Caná, también al comienzo de la misión de la Iglesia.
Esa es la misión de María: acogernos, levantarnos, animarnos, reunirnos, empujarnos a actuar.
Muchos momentos que no salen en el Evangelio, y que conociendo a María, allí estaría pendiente de todo y sobre todo, de cómo poder amar y servir.
Dirijamos a ella la antigua y siempre nueva oración del Salve Regina, para que nunca se canse de volver a nosotros sus ojos misericordiosos y nos haga dignos de contemplar el rostro de la misericordia, su Hijo Jesús. Que la dulzura de su mirada nos acompañe todos los días de nuestra vida, para que podamos redescubrir la alegría de la ternura de Dios” (MV 24).
“No tengas miedo de nada, permanece fiel hasta el fin, yo te acompaño con mis sentimientos”. (Diario de Sta Faustina, 635)

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