Lc 11,5-13: Pedid y se os dará.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-Si alguno de vosotros tiene un amigo y viene a medianoche para decirle:
«Amigo, préstame tres panes
, pues uno de mis amigos ha venido de viaje
y no tengo nada que ofrecerle».
Y, desde dentro, el otro le responde:
«No me molestes; la puerta está cerrada;
mis niños y yo estamos acostados:
no puedo levantarme para dártelos».
Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.
Pues así os digo a vosotros:
Pedid y se os dará,
buscad y hallaréis,
llamad y se os abrirá;
porque quien pide, recibe,
quien busca, halla,
y al que llama, se le abre.
¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra?
¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?
Celebramos la Virgen del Rosario. He elegido el evangelio que nos propone la liturgia celebrando el jueves XXVII del Tiempo Ordinario. Igual que el martes, el tema del evangelio es la petición.
Y a la Virgen le pedimos…tantas cosas. Principalmente en la oración del rosario es la oración en la cual nos agarramos cuando estamos apurados, necesitados.
Y es un privilegio que podamos pedir. Porque quien pide, no sólo espera recibir, sino hay posibilidades de que así ocurra. Nadie pide cuando sabe que no va a recibir algo.
Esta es la grandeza de la petición: hay posibilidades de que aquello lo podamos recibir.
Es un privilegio poder pedir.
Es un privilegio poder ser escuchado
Es un privilegio poder ser atendido.
Es un privilegio poder tener esperanza.
Seamos agradecidos porque tenemos la posibilidad de pedir.
Seamos agradecidos porque tengamos “alguien” que nos escucha y nos atiende.
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