sábado, 1 de enero de 2022

HOMILÍA DEL SEGUNDO DOMINGO DE NAVIDAD

 Este año el calendario nos da la oportunidad de tener otro domingo reflexionando sobre el hecho de la Navidad, que es simplemente el nacimiento de Jesús, que nos viene a traer la salvación.

Muchas veces, a Dios se le achaca el silencio. Pasan muchas cosas, lo que pasó ahora y el silencio de Dios nos descoloca. Tanta maldad en el mundo, tanta injusticia…que nos hace desconfiar de un Dios preocupado por el ser humano. 
En el centro del evangelio, prólogo de San Juan, nos reclama: “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”.  Lo contrario. Desde el origen, Dios se hace Palabra, en el Hijo. (En el principio existía el Verbo). Dios se hace coloquio, se hace comunicación, se hace conversación, diálogo, amistad. ¡Qué maravilla de propuesta!. No una comunicación unidireccional de arriba a abajo, como cuando habla el que manda. Así no es Dios. Dios se pone de igual a igual con nosotros.
…Y esa Palabra se ha encarnado. No es una Palabra distante. Es una Palabra cercana, que se adapta a nosotros.
No celebramos un Dios callado, temeroso, sino un Dios que habla continuamente, es más, todo habla de Él. Hasta el silencio habla de Él, el silencio nos lleva más a Él muchas veces. 
Con la pandemia nos ha hablado. Con el volcán nos ha hablado. ¿Qué nos ha dicho? Tenemos que aprender a poder entender su Palabra sobre todo en acontecimientos que nos atenazan y nublan. Somos sus criaturas, no controlamos nada, aprende a dejarte llevar, etc…
Por ello, es conveniente tener una dimensión contemplativa de la vida, para aprender a descubrir como Dios nos llama.
Evidentemente, siendo Jesús la Palabra de Dios, su vida, sus palabras, son la fuente principal de las llamadas y el diálogo de Dios con nosotros. La oración es diálogo con Él, contemplación de su vida, porque también sus gestos, miradas son revelación divina. Me llama la atención el interés que se le presta a las apariciones de la Virgen, que si dijo una cosa u otra. Sin embargo, pasamos de la Palabra de Dios. 

También esa Palabra se ha identificado con la miseria (Dios es misericordia), por ello, el clamor de los pobres, de los pueblos, de las gentes. (EG)
EG 187 “Hacer oídos sordos a ese clamor, cuando nosotros somos los instrumentos de Dios para escuchar al pobre, nos sitúa fuera de la voluntad del Padre y de su proyecto, porque ese pobre «clamaría al Señor contra ti y tú te cargarías con un pecado”. Es una palabra muy sonora. Es un clamor, como dice el Papa por el cual no podemos hacer oídos sordos. 

Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria. Hagamos diálogo con Él, porque está más cerca de nosotros de lo que pensamos.

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