Mt 5,38-42: Yo os digo que no hagáis frente al que os agravia.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”. Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas».
Comenzamos la semana XI celebrando a San Antonio de Padua, uno de los santos más importantes del orbe católico. A su vez, es uno de los santos que más devoción se le tiene en todo el mundo. No es para menos, contemplando su vida, no podemos hacer otra cosa que dar gracias a Dios por la belleza de su testimonio, la grandeza de su fe y la solidez de su entrega.
Esta fe, entrega y testimonio nos pide ahora que no hagamos frente al que nos agravia.
Por un lado, estamos en una época donde se reclama la justicia y los derechos de toda persona (aunque se sigan conculcando por parte también de los que los reclaman).
Por otro lado, a la mayoría de nosotros nos han educado en el ojo por ojo, diente por diente, a base de películas, series, cuentos y demás relatos. De manera que nos podemos terminar creyendo que la violencia se acaba con más violencia, cuando es falso.
Jesús nos insta a no entrar en la espiral de violencia, sino simplemente entrar en la espiral de amor. Cuando Jesús nos invita a no responder, no nos está recomendando ser cobardes, o no complicarnos la vida; sino que nos está instando a que creamos en una instancia mejor: la del amor.
Aunque no de manera directa, el amor es la solución a la violencia, a la desesperanza, a la indiferencia, etc.
Así lo hizo Jesús, por ello murió Jesús…y no fue comprendido en aquel momento.
Por ello, no te importe que no te comprendan, e incluso que se rían de ti, sino simplemente, cumplir con nuestra vocación más íntima y superior: amar.
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