jueves, 9 de marzo de 2023

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 10 DE MARZO DE 2023

    


Mt 21,33-43.45-46: Este es el heredero: venid, lo matamos.


En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:

«Escuchad otra parábola:

"Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó lejos.

Llegado el tiempo de los frutos, envió sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro y a otro lo apedrearon.

Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último, les mandó a su hijo diciéndose: ‘Tendrán respeto a mi hijo’.

Pero los labradores, al ver al hijo se dijeron: ‘Este es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia’. 

Y agarrándolo, lo sacaron fuera de la viña y lo mataron.

Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?"».

Le contestan:

«Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo».

Y Jesús les dice:

«¿No habéis leído nunca en la Escritura:

"La piedra que desecharon los arquitectos 

es ahora la piedra angular.

Es el Señor quien lo ha hecho, 

ha sido un milagro patente"? 

Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos».

Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que hablaba de ellos.

Y, aunque intentaban echarle mano, temieron a la gente, que lo tenía por profeta.


Decía un comentario sobre este pasaje: “Jesús no pronuncia un juicio, deja que sean ellos los que saquen las consecuencias”


En el caso nuestro, lo mismo, Jesús no nos juzga, y deja que sea su misma Palabra la que nos encare en nuestra verdad. Nuestra verdad en cuanto a la fidelidad a Él. 


Y así es Dios con nosotros continuamente. No pronuncia un juicio contra nosotros; deja que seamos nosotros los que descubramos nuestro camino. Deja que seamos nosotros los que descubramos nuestras incoherencias.


Y nos deja libres, porque tarde o temprano, al que desechamos se convierte en nuestra vida en piedra angular. Y es que, al final, todo cae, todo se erosiona, se gasta, se cansa...y entonces es cuando sólo queda Jesús. Entonces edificamos sobre Él y nuestra casa quedará a salvo. 


Pidámosle al Señor para que pronto lo descubramos como nuestra piedra angular.

Pidámosle al Señor que pronto lo busquemos.

Pidámosle al Señor que pronto lo descubramos.

Pidámosle al Señor que no lo desechemos.


Los fariseos y los sumos sacerdotes, “comprendieron que hablaba de ellos”.


Pidámosle al Señor que pronto descubramos que todo lo dice para nosotros, para darnos luz y orientación en la vida, para darnos fuerza (su gracia) y esperanza. 






De la Verbum Domini nº 93  3 “la misión de la Iglesia no puede ser considerada como algo facultativo o adicional de la vida eclesial. Se trata de dejar que el Espíritu Santo nos asimile a Cristo mismo, participando así en su misma misión: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo» (Jn20,21), para comunicar la Palabra con toda la vida. Es la Palabra misma la que nos lleva hacia los hermanos; es la Palabra que ilumina, purifica, convierte. Nosotros no somos más que servidores. Es necesario, pues, redescubrir cada vez más la urgencia y la belleza de anunciar la Palabra para que llegue el Reino de Dios, predicado por Cristo mismo.”

De la Verbum Domini nº 94 “la misión de anunciar la Palabra de Dios es un cometido de todos los discípulos de Jesucristo, como consecuencia de su bautismo».[315] Ningún creyente en Cristo puede sentirse ajeno a esta responsabilidad que proviene de su pertenencia sacramental al Cuerpo de Cristo. Se debe despertar esta conciencia en cada familia, parroquia, comunidad, asociación y movimiento eclesial. La Iglesia, como misterio de comunión, es toda ella misionera y, cada uno en su propio estado de vida, está llamado a dar una contribución incisiva al anuncio cristiano.”

[…] “Los Obispos y sacerdotes, por su propia misión, son los primeros llamados a una vida dedicada al servicio de la Palabra, a anunciar el Evangelio, a celebrar los sacramentos y a formar a los fieles en el conocimiento auténtico de las Escrituras. También los diáconos han de sentirse llamados a colaborar, según su misión, en este compromiso de evangelización.

La vida consagrada brilla en toda la historia de la Iglesia por su capacidad de asumir explícitamente la tarea del anuncio y la predicación de la Palabra de Dios, tanto en la missio ad gentes como en las más difíciles situaciones, con disponibilidad también para las nuevas condiciones de evangelización, emprendiendo con ánimo y audacia nuevos itinerarios y nuevos desafíos para anunciar eficazmente la Palabra de Dios.[316]

Los laicos están llamados a ejercer su tarea profética, que se deriva directamente del bautismo, y a testimoniar el Evangelio en la vida cotidiana dondequiera que se encuentren. A este propósito, los Padres sinodales han expresado «la más viva estima y gratitud, junto con su aliento, por el servicio a la evangelización que muchos laicos, y en particular las mujeres, ofrecen con generosidad y tesón en las comunidades diseminadas por el mundo, a ejemplo de María Magdalena, primer testigo de la alegría pascual”

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