domingo, 11 de junio de 2023

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 12 DE JUNIO DE 2023

  Mt 5,1-12: Bienaventurados los pobres en el espíritu.

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo:

«Bienaventurados los pobres en el espíritu, 

porque de ellos es el reino de los cielos. 

Bienaventurados los mansos, 

porque ellos heredarán la tierra. 

Bienaventurados los que lloran, 

porque ellos serán consolados. 

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, 

porque ellos quedarán saciados. 

Bienaventurados los misericordiosos, 

porque ellos alcanzarán misericordia. 

Bienaventurados los limpios de corazón, 

porque ellos verán a Dios. 

Bienaventurados los que trabajan por la paz, 

porque ellos serán llamados hijos de Dios. 

Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, 

porque de ellos es el reino de los cielos. 

Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros».


Las bienaventuranzas son el programa de felicidad, salvación y seguimiento de Jesús. Algunos dicen que es la radiografía del corazón de Jesús.

Seguir a Jesús es vivir las bienaventuranzas. 

Las bienaventuranzas son la proclamación del deseo de Dios de ir contra los esquemas de este mundo. Es la afirmación de que “otro mundo es posible”.

Sobre todo con la primera de ellas: dichosos los pobres en el espíritu. Y aunque parezca contradictorio, cuanto menos tienes (en el corazón), más feliz eres. Los pobres en el espíritu son los que confían totalmente en Dios. Son los que no tienen otro apoyo que Dios. Por tanto, son los que se apoyan bien, porque Dios es la roca perpetua. María es una representante de estos pobres en el espíritu, los anawin.


Pidámosle al Señor, que seamos pobres en el espíritu, que seamos capaces y tengamos luz para arrancar de nuestro corazón, todo aquello que impide que el Señor sea nuestro apoyo. Este fin de semana, yo decía en las misas: el Señor es nuestra riqueza. La pobreza evangélica dejarnos llenar de la riqueza de Dios. 

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