No temas, que te he redimido, te he llamado por tu nombre, tú eres mío [...] porque eres precioso ante mí, de gran precio, y yo te amo." Is 43, 1b.4a
jueves, 17 de enero de 2013
Comentario al evangelio del 17 de Enero
Mc 1,40-45:
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:
-«Si quieres, puedes limpiarme.»
Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo:
-«Quiero: queda limpio.»
La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente:
-«No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu, purificación lo que mandó Moisés.»
Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a el de todas partes.
Me impresiona las palabras del leproso: "Si quieres, puedes limpiarme". A pesar de que Jesús había intentado no manifestarse como Hijo de Dios, el leproso, con toda reverencia, respeto, adoración y profunda humildad le presenta a Jesús su problema.
Ya me estoy imaginando mi relación personal con Jesús, que muchas veces es interesada y no humilde. Siempre queremos que se haga nuestra voluntad y no la de Dios.
No le dejamos a Dios ser Dios. Al fin y al cabo, la fe no es sólo creer en que Jesús puede curarme y confiar en Él. También y sobre todo, la fe es reconocerle como mi Salvador, como el Hijo de Dios, el Verbo.
A Jesús le impresionó, su salud, pero sobre todo su fe.
Fíjate, que Jesús cumple su misión de cargar con nuestros pecados y dolencias. Los leprosos no podían quedarse en las ciudades sino a las afueras. Ahora es Jesús el que se queda fuera de la ciudad.
Vamos contemplando y conociendo cada día mejor a Jesús, para poder tener una FE grande como la del leproso del evangelio.
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