Lc 6,6-11: Estaban al acecho para ver si curaba en sábado.
Un sábado, entró Jesús en la sinagoga a enseñar.
Había allí un hombre que tenía parálisis en el brazo derecho.
Los letrados y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado, y encontrar de qué acusarlo.
Pero él, sabiendo lo que pensaban, dijo al hombre del brazo paralítico:
–Levántate y ponte ahí en medio.
El se levantó y se quedó en pie.
Jesús les dijo:
–Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir?
Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo al hombre:
–Extiende el brazo.
El lo hizo, y su brazo quedó restablecido.
Ellos se pusieron furiosos y discutían qué había que hacer con Jesús.
Había allí un hombre que tenía parálisis en el brazo derecho.
Los letrados y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado, y encontrar de qué acusarlo.
Pero él, sabiendo lo que pensaban, dijo al hombre del brazo paralítico:
–Levántate y ponte ahí en medio.
El se levantó y se quedó en pie.
Jesús les dijo:
–Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir?
Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo al hombre:
–Extiende el brazo.
El lo hizo, y su brazo quedó restablecido.
Ellos se pusieron furiosos y discutían qué había que hacer con Jesús.
Reflexión
Jesús entra en la sinagoga, el lugar de la oración, el de la comunidad y el lugar del culto y la liturgia. Entra en el día sagrado.
Sin embargo, incomprensiblemente para nuestra mentalidad, la curación del paralítico, le acarreó problemas a Jesús. Claro, se había profesionalizado la religión.
Quizá nos puede pasar a nosotros, nos volvemos profesionales de la religión. Somos religiosos, pero no cristianos. Nos volvemos rutinarios, fieles cumplidores, pero no fieles seguidores.
Tenemos que volver a la afirmación inicial...Jesús va a la sinagoga a enseñar...
Yo voy al templo a escuchar la enseñanza de Jesús, a ser discípulo suyo. Ayer nos instaba a dejarlo todo para ser discípulo suyo.
Dejemos todos nuestros prejuicios, nuestras ideas preconcebidas de como tengo que ser, de como debe ser nuestra religión y sentémonos en los pupitres de la escuela del evangelio para que nos enseñe y nos guíe.
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