Ser mensajeros de la Paz
Nos hemos reunido en esta mañana para celebrar a San Miguel Arcángel, patrón de esta isla, de este municipio y de esta comunidad parroquial. Con gran alegría acudimos a sus pies a renovar nuestra devoción y veneración por este Arcángel, enviado por Dios para la lucha por la paz.
Ya hemos visto a lo largo de estos días como ángel significa "mensajero", y en este caso, San Miguel viene siendo el mensajero del poder de Dios, de la paz de Dios, de los dones de Dios: su significado es ¡Quién como Dios!. Hemos reflexionado sobre las virtudes teologales: mensajeros de la fe, mensajeros de la esperanza y mensajeros de la caridad, o amor.
Hoy quisiera reflexionar e invitar a todos los presentes a sentirnos "mensajeros de la paz". Y es que la paz es una consecuencia de la misma fe, esperanza y caridad. Y esta tarde-noche, "mensajeros de la alegría".
Dijo Juan XXIII en la encíclica Pacem in Terris, del año 1963. "La paz en la tierra, suprema aspiración de toda la humanidad a través de la historia, es indudable que no puede establecerse ni consolidarse si no se respeta fielmente el orden establecido por Dios".
Quisiera remontarme al origen del término paz en la biblia, concretamente en el Antiguo Testamento. El término judío es "shalom" y expresa algo más que la ausencia de guerra, o de conflicto y tensiones. Indica integridad física, salud, felicidad. Este sentido es el mismo en todas las lenguas semíticas.
Esta armonía no se agota en el nivel individual, dado que Silam, en hebreo significa tanto restituir, como pagar o cumplir un voto al Señor. (en español: "quedarnos en paz").
Sigue el mismo Antiguo Testamento a través de los profetas, ampliando ese anhelo de la paz llegando hasta la utopía...y es que este lenguaje utópico quiere revelarnos que en una lucha por la paz no podemos conformarnos con la paz existente aquí abajo. Aspiramos a algo más pleno que lo que se da entre nosotros. Lo que equivale a decir que la paz no es fruto que madura por la sola acción del hombre.
En el Nuevo Testamento Jesús, esperado como el Príncipe de la Paz, aparece ya desde su infancia como el portador de la paz. Cuando sana a los enfermos o perdona los pecados, su despedida es "vete en paz". Cuando se presenta a los discípulos como Resucitado su saludo es "Paz a vosotros".
No me olvido que la paz comienza, según Juan XXIII por restablecer el orden establecido por Dios.
En palabras del Papa Francisco en la vigilia pidiendo por la paz en Siria
Toda la creación forma un conjunto armonioso, bueno, pero sobre todo los seres humanos, hechos a imagen y semejanza de Dios, forman una sola familia, en la que las relaciones están marcadas por una fraternidad real y no sólo de palabra: el otro y la otra son el hermano y la hermana que hemos de amar, y la relación con Dios, que es amor, fidelidad, bondad, se refleja en todas las relaciones humanas y confiere armonía a toda la creación. El mundo de Dios es un mundo en el que todos se sienten responsables de todos, del bien de todos.
¿Es ése el mundo en el que vivimos? La creación conserva su belleza que nos llena de estupor, sigue siendo una obra buena. Pero también hay “violencia, división, rivalidad, guerra”. Esto se produce cuando el hombre, vértice de la creación, pierde de vista el horizonte de belleza y de bondad, y se cierra en su propio egoísmo
Cuando el hombre piensa sólo en sí mismo, en sus propios intereses y se pone en el centro, cuando se deja fascinar por los ídolos del dominio y del poder, cuando se pone en el lugar de Dios, entonces altera todas las relaciones, arruina todo; y abre la puerta a la violencia, a la indiferencia, al enfrentamiento...
¿Es posible conseguir la paz? ¿Podemos salir de esta espiral de dolor, muerte, rivalidad...?
Claro que sí. Y hay que gritarlo a los cuatro vientos. Es más, tenemos una grave responsabilidad cada uno de nosotros en luchar por la paz.
Volviendo al Maestro, promete la dicha a los que trabajan por la paz. Está pidiéndonos a todos que sigamos su ejemplo, como nos dice San Pablo que realizó la gran reconciliación: "Porque Él es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los superaba, el odio, [...] por medio de la Cruz.
Por tanto, ser constructor de la paz, o ser hombre de reconciliación es una cuestión de fe. Un cristiano no puede ser un hombre anónimo, un simple ciudadano, tiene que ser un constructor de la paz. Si no, pensemos...¿En quién creemos?...¿Qué es lo que fue su vida?. ¿Creemos en un Jesús a mi medida: misericordioso, que no me pide y exige nada, que me perdona siempre, que escucho siempre su Palabra? Todo bien y bonito y cierto. ¿Y el Jesús que me pide que le siga hasta la cruz, defensor de los pobres...? Ese lo olvidamos continuamente, empezando por mí el primero. Pero no, creemos en el Jesús real. El que vivió esa entrega y que, el cristiano injerto en Él, está llamado a realizar.
Ser constructor de la paz, es una cuestión de esperanza. Porque realmente, sólo los hombres llenos de la esperanza como don de Dios son capaces de contrarrestar este mundo de violencia. Esperanza porque está anclado en las promesas de Dios: Dichosos los que trabajan por la paz. Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. Esperanza porque hay que saber mirar lejos y no quedarnos solamente en la acá de las situaciones. Esperanza porque esperamos un cielo nuevo y una tierra nuevas, que nosotros, como sus herederos trabajamos desde ya. Esperanza porque no nos llevamos por los cálculos y estadísticas humanas.
Por último, ser constructor de la paz, es una cuestión de caridad.
El amor —«caritas»— es una fuerza extraordinaria, que mueve a las personas a comprometerse con valentía y generosidad en el campo de la justicia y de la paz (Benedicto XVI en la Cáritas in Veritate).
Ser constructor de la paz implica una lucha por la justicia. Evidentemente, la paz en la tierra no se puede lograr si no se asegura el bien de las personas. (GS 78). Para qué haya paz tiene que haber justicia. Son tantas situaciones injustas en nuestro mundo opulento. El evangelio que hemos escuchado hoy, el que se proclama en todas las iglesias del mundo, el del rico epulón nos denuncia gravemente nuestra indiferencia, insensibilidad, nuestra impasibilidad y nuestra apatía o dejación. El Papa Francisco en Brasil: “Los gritos que piden justicia continúan todavía hoy. Hoy vivimos un desafío histórico sin precedentes”. Y el 26 en la Eucaristía en Sta. Marta: «No se puede conocer a Jesús sin tener problemas –explicó Jorge Mario Bergoglio. Y osaría decir que si tú quieres tener un problema, vas por el camino para conocer a Jesús; pero no uno, ¡tendrás muchos! Pero este es el camino para conocer a Jesús, ¡porque no se puede conocer a Jesús en primera clase!».
San Basilio: «¿Es que Dios es injusto al repartir con desigualdad los bienes necesarios para la vida? ¿Por qué tú nadas en abundancia mientras que el otro vive en la miseria? ¿No es para que un día, gracias a tu bondad y administración desinteresada, recibas la recompensa, mientras que el pobre obtendrá la corona prometida a la paciencia?».
San Juan Crisóstomo: «¿Deseas honrar el cuerpo de Cristo? No lo desprecies, pues, cuando lo encuentres desnudo en los pobres, ni lo honres aquí en el templo con lienzos de seda, si al salir lo abandonas en su frío y desnudez.
Le pedimos ayuda a Dios y a San Miguel. No hará el milagro mientras no empecemos por nosotros y compartamos de manera que la riqueza esté mejor repartida. Que nos abra los ojos y el corazón.
Pero no solemos unir el significado de la justicia al del amor. Ser constructor de la paz en el sentido de las bienaventuranzas implica dar un paso más.
La justicia es la primera vía de la caridad o, como dijo Pablo VI, su «medida mínima». No puedo «dar» al otro de lo mío sin haberle dado en primer lugar lo que en justicia le corresponde.
Por otro, la caridad supera la justicia y la completa siguiendo la lógica de la entrega y el perdón. La «ciudad del hombre» no se promueve sólo con relaciones de derechos y deberes sino, antes y más aún, con relaciones de gratuidad, de misericordia y de comunión. La caridad manifiesta siempre el amor de Dios también en las relaciones humanas, otorgando valor teologal y salvífico a todo compromiso por la justicia en el mundo.
Hemos esbozado brevemente que ser cristiano, es ser mensajero de la paz, mensajero no al estilo de un cartero que lleva un mensaje, sino al estilo de Jesús, seamos el continente y el contenido de ese mensaje, o dicho de otra forma, en la medida en que seamos "El mensaje viviente", es decir que seamos mensajero y mensaje al mismo tiempo.
Así seremos cristianos creíbles de nuestra gran verdad y dicha que llevamos dentro.
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