miércoles, 15 de febrero de 2023

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 16 DE FEBRERO DE 2023

Mc 8,27-33: Tú eres el Mesías. El Hijo del hombre tiene que padecer mucho.


En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Filipo; por el camino preguntó a sus discípulos:

«¿Quién dice la gente que soy yo?».

Ellos le contestaron:

«Unos, Juan el Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas».

Él les preguntó:

«Y vosotros, ¿quién decís que soy?».

Tomando la palabra Pedro le dijo:

«Tú eres el Mesías».

Y les conminó a que no hablaran a nadie acerca de esto.

Y empezó a instruirlos:

«El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días».

Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Pero él se volvió y, mirando a los discípulos, increpó a Pedro:

«¡Ponte detrás de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!».


Siguiendo con la lectura continua, nos toca orar y contemplar la confesión de Pedro en Cesarea de Filipo. Tantas veces hemos meditado este texto y nos preguntamos quién digo yo que es Jesús.


Sin embargo, no les voy a proponer esta oración hoy. Me fijo en la frase a modo de título. La Iglesia cuando coloca este título ha unido la confesión de Pedro con la afirmación de Jesús. Ha puesto juntas dos afirmaciones contradictorias, que sin embargo, en Jesús cobran cumplimiento. No es de extrañar que Pedro no lo entienda. Y yo tampoco.


Es el Mesías sufriente, el Siervo de Yahveh. El esperado de las naciones, resulta que no entra triunfalmente sino que se pone en la fila de los sufrientes. Y sin embargo, es el Mesías.


Aunque no lo entendamos, acordémonos que el camino del Mesías es el del padecimiento. Así lo sentimos más cercano, así sentimos que Él  está con nosotros. 






De la Verbum Domini nº 26“ La Palabra de Dios revela también inevitablemente la posibilidad dramática por parte de la libertad del hombre de sustraerse a este diálogo de alianza con Dios, para el que hemos sido creados” […]“Con mucha frecuencia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, encontramos la descripción del pecado como un no prestar oído a la Palabra, como ruptura de la Alianza y, por tanto, como la cerrazón frente a Dios que llama a la comunión con él” […] “Por eso, es importante educar a los fieles para que reconozcan la raíz del pecado en la negativa a escuchar la Palabra del Señor, y a que acojan en Jesús, Verbo de Dios, el perdón que nos abre a la salvación.”


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