viernes, 16 de julio de 2021

HOMILÍA EN EL TERCER DÍA DEL TRIDUO DE LA VIRGEN DEL CARMEN. 14 DE JULIO DE 2021

  SANTA MARÍA DE LAS DISMINUCIONES, RUEGA POR NOSOTROS.

Desde hace años, utilizo la inspiración de los comentarios de las oraciones a la Virgen de D. Damián Iguacen Borau q.e.p.d


Impresionan las palabras de Juan el Bautista: “conviene que él crezca y yo disminuya”. Que difícil es aceptar las disminuciones de la vida. 


A partir de la Encarnación, tú asumiste constantes disminuciones. Renunciaste a tu categoría de Dios, en la Eucaristía sigues anonadado, disminuido, bajo las especies sacramentales. Eliges “incapacitados” para llevar a cabo la misión confiada. Nunca hay proporción entre los medios que escoges y los objetivos que quieres conseguir. Te gustan nuestras disminuciones para realizar tus obras. Brilla más tu gracia y tu poder haciendo maravillas con nuestras disminuciones. Sólo el “último de todos” puede ser el “servidor de todos”. No se posee sino aquello a lo que se renuncia. Para tenerte a ti hay que desprenderse de lo otro.


Madre, ¿qué sentía tu corazón cuando dijiste “ha mirado la humillación de tu esclava”? Humillación quiere decir bajeza, anonadamiento, despareció, condición del que se siente echado. Dos veces te llamas tú mismo “esclava”. Todo esto es disminución, ser menos para el mundo. Tú eras consciente de ser un vaso de barro, que el Señor llenó de tesoros, una esclava, colmada de maravillas; eras consciente de tus limitaciones.


Posteriormente, Jesús ya no te llama “mamá”, te llama “mujer”. Cuando le comentan que estabas, él pregunta: ¿quién es mi madre? Hay una ruptura de los lazos de la carne y la sangre. También cuando estuviste 3 días buscándolo por el camino de Jerusalén y ante la pregunta angustiosa, te responde: ¿por qué me buscabais? ¿No te sentiste como disminuida del todo, como humillada, desconocida de tu propio Hijo, como si ya no te necesitara, como si no le importaras?


En aquel “hágase” de la Anunciación mostraste tu receptibilidad total. Cuesta mucho esta disponibilidad radical, cuesta esta fidelidad en las disminuciones. 


Hay muchos disminuidos y muchas disminuciones. Disminuciones físicas, psíquicas, sociales. Algunos siempre han sido disminuidos; otros, se van disminuyendo a medida que avanzan en la vida; a algunos son otros los que los disminuyen y los van haciendo menos. No es espontáneo aceptar que nos vayamos haciendo menos, o que nos vayan haciendo menos. Cuántos disminuidos físicos, psíquicos y también sociales: jubilados, dimitidos, retirados, sustituidos, cambiados, trasladados, inhabilitados, desplazados, reemplazados. En todo esto hay rupturas, dolor, muerte a algo y con frecuencia, resentimiento y algún rencor. 


Miremos a la Sagrada Familia, la familia de las disminuciones. También en San José, nadie ha tenido un papel tan disminuido en la Biblia. Ayúdennos a comprender a los disminuidos, a los jubilados, a los sustituidos, a los reemplazados, y a los que se ven desplazados por otros contra su voluntad. Pero también ayúdennos a sabernos aceptar en nuestras disminuciones. 


En el juego de la vida, también es válido el “decálogo del deportista”:

1. No es jactancioso

2. No se desalienta

3. No trata de disculparse en los fracasos 

4. Sabe perder

5. Sabe ganar

6. Juega limpio

7. Juega lo mejor que sabe y puede

8. Saborea el placer del riesgo

9. En caso de duda, cede ante el rival

10. Estima más el juego que el resultado.


Cuantos , buenísimos, sin embargo son un problema para el que viene detrás. Hay que saber “retirarse” oportunamente de muchas cosas. Retirarse a tiempo es un acto de humildad y de pobreza evangélica, es un modo de ir muriendo con Cristo, para que pueda surgir una nueva vida. “Saber callar”, “hacerse el tonto”, “pasar por tonto” puede ser, a veces, la única solución de emergencia en situaciones tensas. 


Madre, que difícil es encajar bien las disminuciones, que difícil es aceptarse, aceptar sus propias limitaciones y encajar las limitaciones de los otros.


Señor, tú dices que “todo tiene su tiempo”. También hay un tiempo de disminuciones. La disminución tiene un momento en nuestra vida. Lo importante es saber el tiempo, disminuir a su tiempo, aprovechar el tiempo de las disminuciones como tiempo de salvación. 


Santa María, ayúdanos con tu intercesión, para no sentirnos anulados, inutilizados ni disminuidos por nuestras disminuciones.


No hagamos tragedia cuando nos sintamos disminuidos o anonadados, porque ya no sabemos o no podemos hacer lo que siempre hemos hecho. Las incapacidades no han inútil la vida. La siempre es bella en sí misma, tiene sentido en sí misma, aún en las disminuciones. Si el agua no ofreciera resistencia a los remos, no podría avanzar la barca; si las velas no se opusieran al viento, no avanzaría la carabela. No confundamos obstáculos con contrariedad.


Las disminuciones son el tiempo de desprenderse, de personas, situaciones y cosas. Señor, ayúdanos a descubrir las grandes posibilidades que se nos abren cuando comienzan las disminuciones. 


Las disminuciones pueden ser la poda del Señor. Pero no te preocupes, deja al labrador que corte y pode y quite y limpie: sabe muy bien lo que hace. 


Señor, ha llegado el tiempo de la poda; ven, cava, corta, poda, rompe, quita, quema; tú quiere más fruto de mí, pódame sin piedad, que es la mayor piedad que puedes tener conmigo. 


No se trata de dejar las cosas como vengan, sino de esforzarnos para desempeñar nuestro papel. Nuestras disminuciones, asumidas con amor e incorporadas a Cristo son camino de liberación y posibilidad de dar más fruto. 


Las disminuciones nos hacen niños; esos niños que quizá nunca fuimos; las disminuciones nos achican, para poder entrar en el reino de los cielos. Amén

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