viernes, 16 de julio de 2021

HOMILÍA EN LA FIESTA DEL CARMEN. 16 DE JULIO DE 2021

 Homilía en la Fiesta de la Virgen del Carmen


He pensado dirigir esta tarde mi oración y reflexión a la Virgen que nos cuida. Es una expresión que hemos oído mucho en estos meses: cuidémonos y cuidemos. Es el lema de las autoridades sanitarias. Pero también el de nuestros padres, cuando salíamos a la calle o emprendíamos un nuevo proyecto: ¡Ten cuidado!. 


Es tomar conciencia de nuestra finitud, de la fragilidad de nuestra vida y nuestras acciones. La conciencia de que en cualquier momento, todo se puede venir al garete. Esa afirmación no es desconfianza del otro, para nada. 


Lo contrario al cuidado es el descuidado. El descuidado es el que no le da importancia a nada. 


En este tiempo, hemos aprendido que no podemos ser descuidados, porque afecta también al otro. No estamos solos, nos influimos todos. Por ello, cuidémonos para poder cuidar. 


El verbo cuidar significa por un lado: Poner diligencia, atención y solicitud en la ejecución de algo. Hacemos algo con cuidado, con esmero. 

Y por otro: Asistir, guardar, conservar.


Tenemos que cuidarnos y tenemos que cuidar todo lo que hacemos. Hacerlo con más esmero, con mayor diligencia, con más atención. No podemos ser descuidados en lo que hacemos. Como cristianos, nos va la vida en ello. 


Tenemos que cuidar al otro. Estamos en la misma barca, en la misma senda y con los mismos objetivos. Todos. ¿No queremos ser todos felices? ¿No buscamos todos un mundo mejor?


Tenemos que tomar conciencia que la pastoral post-pandemia debe ser una pastoral del cuidado. La pastoral debe ser una pastoral del cuidado y lo hemos descuidado. Más afanados en hacer, que en preocuparnos por "ser". Cuando le preguntas a la gente: ¿cómo estás? y responden muchas veces, "estoy, que ya es bastante". 


El Papa lo repite hasta la saciedad: que la Iglesia sea un hospital de campaña, y en la Evangelii Gaudium nos insta a "crear espacios motivadores y sanadores para los agentes pastorales, «lugares donde regenerar la propia fe en Jesús crucificado y resucitado, donde compartir las propias preguntas más profundas y las preocupaciones cotidianas, donde discernir en profundidad con criterios evangélicos sobre la propia existencia y experiencia, con la finalidad de orientar al bien y a la belleza las propias elecciones individuales y sociales»" (EG 77)


Una pastoral para poder reintegrar, levantar, reconstruir, a todos aquellos que el virus ha dejado a un lado del camino. Una pastoral del cuidado que tenga la delicadeza de sanar las heridas, masajear las espaldas doloridas, ofrecer el hombro para llevar a la persona herida, etc. 


Para ello, no tenemos mejor espejo que a Dios, que siempre nos cuida (“mi Padre siempre trabaja”) y de una manera especial a nuestra Madre. Dijo el Papa: “María nos cuida porque es madre de todos los cristianos y bajo su manto “no puede entrar el diablo”.”


Es real, María nos cuida. Estamos a su cuidado. Jesús nos la regaló en la cruz. “Ahí tienes a tu Madre”. El título de Madre de la Iglesia hace referencia a este cuidado a toda la Iglesia.


Si María nos cuida, dejémonos cuidar por ella. ¿Nos dejamos cuidar? Ella no nos puede hacer nada si no permanecemos bajo su manto, amparo. Ella no puede hacer nada si no nos dejamos cuidar.


Pienso que nuestra forma de dirigirnos a la Virgen no permite ese cuida, sino simplemente queremos que nos resuelva la papeleta. El cuidado de María, igual que el de nuestras madres, es algo que va más allá, más profundo, más permanente.  


María nos cuida de varias maneras (en palabras del Papa Francisco):


    1. Siendo Madre. Un cristiano sin la Virgen está huérfano. Tenemos una Madre. Una Madre eterna y santa. Que vela siempre por nosotros. “Ruega por nosotros Santa Madre de Dios” o la oración que le gusta mucho al Papa: “Bajo tu amparo, nos acogemos…”
    2. Es nuestra salud, custodia nuestra salud, es decir, nos ayuda a crecer, a afrontar la vida y a ser libres.
    3. Nos ayuda a crecer para no vivir una vida superficial, sino con responsabilidad.
    4. Nos ayuda a crecer para no ceder en la pereza, a no conformarse con una vida cómoda.
    5. Nos ayuda a crecer en el realismo y en la fortaleza ante los obstáculos. Lo hace llevándonos no siempre sobre el camino seguro. Pero tampoco sobre el riesgo. 
    6. Cuida que no nos apartemos de su Hijo Jesús y hagamos su voluntad.
    7. Sostiene a los hijos en el combate contra las fuerzas del mal. 
    8. Con paciencia y con ternura nos lleva a Dios, incluso por una puerta trasera. 
    9. Con su mano, suaviza y hace más agradable la obediencia a Dios. 


Dejémonos cuidar por ella. Ella es una Madre experta en cuidar a miles de millones de hijos durante 20 siglos. Ella sabe lo que hace, por dónde nos conduce, qué permite y qué para; de qué nos protege, etc. Confiemos en ella. 


El martes comentaba esta frase de D. Damián: “Nuestro viaje es incómodo, pero tiene buen fin”. Pues si, nuestro viaje puede resultar incómodo, pero no será lo mismo de la mano de María. Por ello, ponte bajo su cuidado, protección y amparo. Es nuestra Madre, nadie mejor que ella sabe cuidarnos. Confía en ella. 

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