lunes, 25 de diciembre de 2023

HOMILÍA DE NOCHEBUENA-NAVIDAD 2023

 Esta noche resuena en esta iglesia el anuncio del ángel: "No tengan miedo, les traigo “la buena noticia”, la gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. y aquí tienen la señal: encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre."

Parece de sueño. Como si Dios se estuviera riendo de nosotros. Necesitamos a un Salvador, un Señor, y nos envía a lo más indefenso y delicado del mundo: un niño.
Nuestra primera reacción será la de sorpresa: O como el Padre Anchieta.“¡Oh Dios infinito¡, por nos humanado, veóos tan chiquito, que estoy espantado”.
Hay un bello villancico belga en el que se narra la historia del pastor “sorprendido”. Los pastores se van acercando a la gruta de Belén llevando sus dones: su manteca, su miel, sus ovejas… Solo hay uno que se acerca con las manos vacías y abiertas. Y el villancico le pregunta: Y tú, pastor, ¿cómo vienes sin nada a adorar al Niño?. Y el pastor responde: Yo solo traigo mi sorpresa…
Es la sorpresa de Zacarías.
Es la sorpresa de sus vecinos ¿Qué será de este niño?
Es la sorpresa de María ante la visita del ángel.
Es la sorpresa de Isabel ante la visita de su prima Isabel.
Es la sorpresa de José y María: un Dios empeñado a nacer en esas circunstancias, las sorpresas de las distintas personas que venían a verlo.
Es la sorpresa de los pastores.
Es la sorpresa de los magos.
Es la sorpresa del anciano Simeón y de Ana.
Es la sorpresa de Jesús en las bodas de Caná.
Es la sorpresa de los discípulos en tantos momentos.
Es la sorpresa de la misa: Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya, bastará para sanarme.

Navidad es la fiesta de la sorpresa. Veinte siglos de tradición cristiana no pueden impedir que surja hoy en los creyentes la admiración y la sorpresa ante lo que celebramos estos días. Haber celebrado ya muchos años la Navidad, experimentar todos esos bellos sentimientos humanos asociados a estas fiestas no deberían bloquear nuestra capacidad de admiración y de sorpresa ante el misterio de fe.
Ignacio de Loyola se convertía en un pobrecito esclavo indigno para estar presente al misterio de la Navidad. En alguna manera, Ignacio era también ese pastor sorprendido, con las manos vacías pero el corazón muy abierto, que se acercaba al misterio de Belén: como si presente me hallase, con todo acatamiento y reverencia posibles, mirándolos, contemplándolos, sirviéndolos en sus necesidades…

Pero para poder contemplar el misterio hay que hacerse pequeño. Igual que cuando uno va a la Basílica de la Natividad, debe abajarse para poder entrar.
Es el misterio de la pequeñez. Por tanto, dos actitudes para ello: la humildad y la fe.

Y es que con la mirada normal no descubrimos nada. Pasaron 1200 años para que alguien captara con toda su senbilidad este misterio. Hablamos de San Francisco. Es verdad que los Santos Padres y todos los santos han captado la sencillez de nuestro Dios. Pero nadie como San Francisco.

Él tenía 3 fases:

Primera fase: el "ver" y las personas vivas
San Francisco le dijo a Giovanni: 'Si quieres que celebremos en Greccio la Natividad de Jesús, ve por delante y prepara lo que te digo: me gustaría representar al Niño nacido en Belén, y de alguna manera ver, con los ojos del cuerpo, las incomodidades a las que tuvo que enfrentarse debido a la carencia de cosas necesarias para un recién nacido, cómo tuvo que estar en un pesebre, tumbado en el heno entre un buey y un asno'. 
El Belén busca que "miremos", miremos con humildad y con los ojos de la fe.

Segunda fase: no sólo representación histórica y emotiva, sino también celebración y conversión
Va unida a la Eucaristía donde lo celebramos litúrgicamente, pero al mirar y empaparse del misterio. Por ejemplo, al final llegó Francisco: vio que todo estaba predispuesto según su deseo y estaba radiante de alegría. Se montó el pesebre, se puso encima el heno y se introdujeron el buey y el asno. En esa escena conmovedora brillaba la sencillez evangélica, se alababa la pobreza, se recomendaba la humildad. Greccio se había transformado en una nueva ciudad de Belén. (...) El Santo está allí, estático, ante el misterio, su espíritu vibrante de compunción y de gozo inefables. 

Y muchos de los presentes llegaron a convertirse. El niño Jesús resucitaba en el corazón de muchos que lo habían olvidado, y el recuerdo de él permanecía grabado profundamente en su memoria. Cuando terminó esa vigilia solemne, cada uno volvió a su casa lleno de una alegría inefable"
 

Tercera fase: de lo que pasa a lo que queda, del pesebre a una iglesia, de una sola noche a la normalidad sacramental

La "noche del pesebre" de San Francisco tenía que concluir como nuestros belenes, que en un determinado momento desmontamos. Pero la conclusión de Tomás de Celano nos guía a la evolución definitiva del belén de Francisco hacia la estabilidad de la vida cristiana:
 
"Hoy (1228), ese lugar ha sido consagrado al Señor y encima del pesebre se ha construido un altar y se ha dedicado una iglesia en honor de San Francisco, para que en el lugar donde un tiempo los animales comían el heno, ahora los hombres puedan comer, como alimento del alma y santificación del cuerpo, la carne del Cordero inmaculado e incontaminado, Jesucristo Nuestro Señor, que con amor infinito se ha entregado a sí mismo por nosotros" 

Que San Francisco vele sobre nuestros belenes, para que se cumplan las tres fases diseñadas por San Francisco: que miremos con detalle y con fe y humildad, para que nos impregnemos del misterio y ello produzca una conversión en nuestra vida, de manera que busquemos siempre a Jesús en la manera como se representa en el portal y así todos los días de nuestra vida.
Y muchos de los presentes llegaron a convertirse. El niño Jesús resucitaba en el corazón de muchos que lo habían olvidado, y el recuerdo de él permanecía grabado profundamente en su memoria. Cuando terminó esa vigilia solemne, cada uno volvió a su casa lleno de una alegría inefable"

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