viernes, 16 de noviembre de 2012

Comentario al evangelio del 16 de noviembre

Lc 17,26-37: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: –Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del Hombre: comían, bebían y se casaban, hasta el día que Noé entró en el arca entonces llegó el diluvio y acabó con todos. Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: comían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos. Así sucederá el día que se manifieste el Hijo del Hombre. Aquel día, si uno está en la azotea y tiene sus cosas en casa que no baje por ellas si uno está en el campo, que no vuelva. Acordaos de la mujer de Lot. El que pretenda guardarse su vida, la perderá; y el que la pierda, la recobrará. Os digo esto: aquella noche estarán dos en una cama: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán; estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán; estarán dos en el campo: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán. Ellos le preguntaron: –¿Dónde, Señor? El contestó: –Donde está el cadáver se reunirán los buitres. Este evangelio, lejos de ser amenazante nos sitúa ante la realidad. La vida es breve y frágil y muchas veces vivimos afanados en las cosas materiales, viviendo una vida encerrada en sí misma. Vivimos creyendo que Dios existe, pero realmente nuestra vida es como si Dios no existiera. Jesús nos da una esperanza, el Hijo del Hombre vendrá. El cristiano orienta su vida de acuerdo con esta venida: la vigilancia. Nuestra vida tiene sentido en cuanto esperamos la venida del Señor. Tiene sentido en cuanto nuestra vida será "cumplida" por el Señor. Él es la fuente que mana hasta la vida eterna, de manera que vivamos con esperanza, metidos de lleno en los avatares de la vida, pero con una mirada esperanzada.

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