No temas, que te he redimido, te he llamado por tu nombre, tú eres mío [...] porque eres precioso ante mí, de gran precio, y yo te amo." Is 43, 1b.4a
viernes, 30 de noviembre de 2012
Comentario al evangelio del 30 de Noviembre. Fiesta de San Andrés Apóstol
Mt 4,18-22:
En aquel tiempo, pasando Jesús junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: -«Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres.» Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.
Llama la atención la prontitud o inmediatez de la respuesta a Jesús. No conocían a Jesús (al comienzo de la vida pública), sin embargo, ante su invitación extraña (a ser pescadores de hombres), su respuesta es inmediata.
Me recuerda también la respuesta de María ante el ángel Gabriel. No le dijo que se lo iba a pensar varios días...Ni tampoco para ir a casa de Zacarías e Isabel...
Y la invitación de Jesús es a dejarlo todo (las redes, la barca, su padre). Es decir, les propone dejar su casa, su profesión, sus posesiones y su familia.
Es una invitación radical, que le corresponde una respuesta radical e inmediata.
Es una respuesta de FE, como la de Abrahán (sal de tu tierra).
Según el comentario que he leído, la prontitud la une a esta radicalidad de respuesta. Porque la prontitud es el desprendimiento de todo aquello que "lastra" el seguimiento al Señor y su respuesta.
Y esta invitación a ser pescadores de hombres, nos la hace a todos nosotros. Estamos en la era de los laicos, que tienen que tomar las riendas de la evangelización en las fronteras del evangelio, allí donde se cuece la vida: en el trabajo, en el bar, en la guagua, en las salas de espera de los médicos. AHÍ ES DONDE TENEMOS QUE SER PESCADORES DE HOMBRES. La Eucaristía de cada día o del domingo y la meditación de la Palabra sea nuestra fuerza y luz.
Meditemos hoy cuál es la invitación que me hace el Señor, y cuál ha sido mi respuesta. Cuáles son mis miedos y resistencias.
Igual que lo hizo Andrés, Simón, Santiago y Juan; igual que lo hizo María y tantos a lo largo de los siglos, CONFIEMOS EN EL QUE NOS LLAMA Y EN SU PALABRA.
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