viernes, 2 de noviembre de 2012

MI VOCACIÓN

El domingo por la noche, comienzo Ejercicios Espirituales, y estaba preparándome para ello. Acabo de encontrar mi testimonio vocacional que tuve que escribir para un libro que salió en el 2000, sobre los seminaristas que ese año se iban a ordenar sacerdote. Es por tanto, mi testimonio justo unos meses antes de mi ordenación. Me sirve releerlo para revisar si estoy en la línea que quería. Así es como entiendo el sacerdocio. A los que leen habitualmente este humilde blog, para que recen por mí, y me ayuden a cumplir lo que aquí se dice. Gracias. 1.-¿Cómo surgió mi vocación? Sitúo el comienzo de mi vocación cuando tenía aproximadamente 10 años. Era monaguillo en mi parroquia nata, San Francisco de Asís en Santa Cruz de la Palma. Mi párroco tenía un carisma especial para las vocaciones. Los sábados por la mañana teníamos los monaguillos (por aquel entonces éramos aproximadamente 30) una reunión con él donde, entre otras cosas, hablaba de las vocaciones. En las misas en las que más niños asistían, solía terminar la homilía invitando a los niños a orar ante el Señor preguntándole la pregunta fundamental: “¿Qué quieres de mí?”. Claro está, esta pregunta él la enfocaba hacia la vocación sacerdotal. Yo no me hacía esa pregunta porque intuía que si le preguntaba eso al Señor, me respondería que fuera sacerdote. Al año siguiente, mi párroco, después de una confesión tal día como un 24 de Diciembre, me preguntó que quería ser de mayor, y yo, sin saber lo que decía, le respondía que quería “ser como él”. Al año siguiente hice el cursillo de discernimiento vocacional en el Seminario, pero mis padres no me dejaron empezar el curso porque tenía trece años y tenía que desplazarme a la isla de Tenerife con todo lo que ello significa. Además, según ellos, no tenía madurez para saber lo que quería hacer… Pasé todo el Bachillerato en La Palma. Mi párroco formó un grupo vocacional con varios amigos que tenían la misma inquietud y nos reuníamos todas las semanas. Durante este tiempo seguí teniendo claro que el Señor me llamaba, pero no tenía tan claro responderle. Me costaba porque me parecía que el sacerdocio es un camino de infelicidad. Fue decisivo en este sentido, el testimonio del seminarista que vino a mi parroquia durante la campaña del Seminario cuando estaba en C.O.U., porque su sonrisa me cautivó y me hizo pensar que el Señor no me llamaba para ser un infeliz, sino todo lo contrario. También me ayudó el testimonio de tantos seminaristas y jesuitas de mi parroquia y los Hermanos de la Cruz Blanca. En Septiembre me decidí a responder al Señor y entrar en el Seminario. Después de 6 años viviendo en él (“mi casa”), puedo decir quehe sido feliz como en ningún lugar y estoy tranquilo sabiendo que el Señor me acompaña. 2.- Dificultades y alegrías en mi camino vocacional. En mi proceso de seguimiento al Señor, lo que más me ha costado ha sido aceptar mis limitaciones para la gran empresa que el Señor me encomienda. Las he ido superando conociéndome a mí mismo, aceptándome, y sobre todo experimentando el amor misericordioso de Dios que quiere mi felicidad y me quiere con locura. Alegrías he tenido muchas, tantas que no podría enumerarlas todas. Sobre todo la alegría mayor es de sentirse amado por Dios. 3.- ¿Para qué quiero ser sacerdote? Quiero ser sacerdote porque él me llama y no quiero traicionarle. Sé que habrá momentos duros, pero también habrá momentos de felicidad. Yo entiendo el sacerdocio como una llamada para estar con él y para enviarlos a predicar. Yo no entiendo un celibato como sólo entrega por el Reino. Para mí, el celibato es, como dice Pedro Casaldáliga “es el Amor amado a cuerpo entero”. Por tanto, para mí es fundamental el tema del enamoramiento. En este sentido, Jesucristo no sólo es mi Señor, sino también debe ser, en expresión de los místicos españoles San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús, el AMADO. Lo otro es consecuencia de esto. Yo sueño mi futuro ministerio presbiteral en este sentido. Será una entrega total a Cristo en los hermanos. Cuando murió mi párroco, nuestro obispo D. Felipe (también fallecido), en la misa del funeral dijo: “después del Señor, a ustedes les pertenecía más que a nadie. Y de ustedes ha sido hasta el fin…”. Cada uno sueña con un modo de ser sacerdote y resalta algo propio. Para mí, su ministerio es de la escucha a Dios y a los hombres, ministerio de la consolación, ministerio del acompañamiento, ministerio de la paciencia, etc. 4.- Texto (bíblico) como lema de mi vida. Yo no he escogido un lema para la ordenación, sino para la primera misa. He escogido dos pequeñas frases de dos lugares de la Escritura. Una es Fil 2, 5. (el texto que antecede al himno cristológico de la kénosis) que dependiendo de la traducción, será distinta, pero que yo he escogido ésta: “Teniendo los mismos sentimientos de Jesús”. El otro texto es Mt 11, 25-30 de la que sólo cojo las palabras “manso y humilde”. El seguimiento de Cristo es parecerse a Él, tanto que ya no son mis sentimientos sino sus sentimientos. Pongo los sentimientos, porque es lo central, lo que mueve nuestras acciones. Dentro de estos sentimientos él nos invita en el trozo de Mateo ya citado a aprender que es manso y humilde. Me parecen dos aspectos importantes hoy en la sociedad, ante tanta violencia, la dulzura del amor de Dios nos invita a ser dulces y humildes. Conectando con el tema del enamoramiento San Juan de la Cruz en los Dichos de luz y amor (nº28) dice: “El alma enamorada es alma blanda, mansa, humilde y paciente”…

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