viernes, 23 de noviembre de 2012

Comentario al evangelio del 23 de noviembre

Lc 19,45-48: En aquel tiempo, entró Jesús en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: -Escrito está: «Mi casa es casa de oración»; pero vosotros la habéis convertido en una «cueva de bandidos». Todos los días enseñaba en el templo. Los sumos sacerdotes, los letrados y los senadores del pueblo intentaban quitarlo de en medio; pero se dieron cuenta de que no podían hacer nada, porque el pueblo entero estaba pendiente de sus labios. Jesús expulsa a los vendedores. Habían desnaturalizado el templo como lugar del encuentro con Dios. Y es que, aunque haya buena intención, "no todo vale". El templo es para el encuentro con Dios, "casa de oración", y no vale para otras tantas. Asimismo pasa con tantas cosas en la sociedad, en la religión. Por la buena intención, hay cosas que se van desnaturalizando, hasta perder el sentido y luego la necesidad de realizarlas. Por otro lado, el templo de nuestro corazón está hecho a la medida de Dios y para Dios. Muchas veces, los llenamos de personas, objetos, ilusiones, proyectos y Dios no entra, sino un poquito y de refilón. El gran problema de nuestro tiempo no es una crisis económica, sino una crisis del corazón del hombre. Se ha desnaturalizado nuestro corazón porque lo ocupamos de todo menos del Señor. Y así no encontramos sentido a nada, no encontramos la paz, no somos felices, etc. El pueblo sencillo y llano si supo reconocer la necesidad de un Mesías. Si supo reconocer en Jesús el Enviado de Dios, dice el texto "estaba pendiente de sus labios". Sin embargo, los sumos sacerdotes, los letrados y los senadores querían quitárselo de en medio, están ciegos ante la venida de Jesús. Ayer veíamos como Jesús lloraba precisamente por ésto, no reconocieron su venida. Abramos el templo de nuestro corazón a la Presencia silenciosa de Jesús.

No hay comentarios:

Publicar un comentario