viernes, 29 de marzo de 2013

Homilía Viernes Santo

Es Viernes Santo, habla el silencio y cesan las melodías. Y no porque estemos de luto sino porque necesitamos un espacio para la reflexión y la contemplación del drama de Cristo: ha muerto por nosotros en una cruz. Quisiera traer aquí este soneto anónimo No me mueve, mi Dios, para quererte / el cielo que me tienes prometido, / ni me mueve el infierno tan temido / para dejar por eso de ofenderte. Tú me mueves, Señor, muéveme el verte / clavado en una cruz y escarnecido, / muéveme ver tu cuerpo tan herido, / muévenme tus afrentas y tu muerte. Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera, / que aunque no hubiera cielo, yo te amara, /y aunque no hubiera infierno, te temiera. No me tienes que dar porque te quiera, / pues aunque lo que espero no esperara, /lo mismo que te quiero te quisiera. Lo que tiene que movernos en este Viernes Santo es la bondad de Dios. Jesús ha muerto por la bondad de Dios. No decimos nada nuevo, porque la bondad es la cualidad de Dios: suma belleza, bondad y verdad. En la Biblia, uno de las cualidades más repetidas para hablar de Dios es la bondad. Decimos en el Salmo 34: “Gustad y ved que bueno es el Señor”. Seguimos con la idea del Papa Francisco: “no tengamos miedo a la bondad, a la ternura”. Ser bueno no está de moda. Se considera a la bondad como un defecto, más que una virtud: • Para la gente la bondad es sinónimo de falta de discreción. Oímos muchas veces, “sé bueno, pero no tonto”. ¡Cómo si fuera lo mismo!. • Por otro lado, se considera a la bondad como la virtud de los débiles. El pobre, él no va a decir nada, es que es bueno… Ser bueno no es ser tonto, ser bueno no es ser flojo. No es una actitud pasiva, sino activa y positiva. Ser bueno es pensar el bien y pensar bien. Ser bueno es querer el bien. Y ser bueno es hacer el bien. “Haz el bien y no mires a quien”. ¿Le podemos poner un límite al bien?. Los evangelios nos dicen que Jesús pasó por el mundo haciendo el bien. Su existencia fue una “proexistencia”, es decir, una vida a favor de los demás. Pensar bien: Estamos oyendo por los telediarios, vemos en los periódicos, continuamente casos de espionaje, de fraude, de sospecha... Ante este panorama, se suele decir: “no pongo la mano en el fuego por nadie”. Está claro que hoy en día, parece ser que nadie piensa bien de nadie. Dice la psicóloga María Mondeli que “pensar bien no es pensar positivamente, es pensar sin distorsiones. Quien piensa bien, se siente bien. Quien piensa mal, se siente mal”. Ante aquello que sospecho, que me dicen, ¿por qué creo que esto es correcto?. ¿Le doy más credibilidad que la inocencia?. En los juicios, supuestamente se da la presunción de inocencia. Uno es inocente mientras no se demuestre lo contrario. En el estado actual de las cosas, más bien…uno es culpable mientras no se demuestre lo contrario. Sin embargo, Jesús en el evangelio, en el patíbulo de la cruz, excusa a sus acusadores y ejecutores: “Padre, perdónales por qué no saben lo que hacen”. Por tanto, un cristiano está urgido a pensar bien del otro. Y como consecuencia, hablar bien del otro. Parece una cuestión menor, pero es de suma importancia, ESTÁ EN JUEGO LA DIGNIDAD DE LA PERSONA. Querer el bien: El problema es que muchas veces, queremos nuestro bien, y no el de los otros. Y si queremos su bien, queremos un bien interesado. (porque en definitiva es bien para mí). Por eso no somos buenos. Claro, es que hoy en día hay mucha envidia, es decir, no quiero el bien del otro, y me da tristeza su bien. Querer el bien es renunciar a mi bien, por el del otro. Hacer el bien: Si pensamos bien, y queremos el bien, con eso no hacemos nada. Debemos también hacer el bien. El que hace el mal, no está en el, Dios. El que hace bien, está Dios. Ya comentamos antes que la vida de Jesús es una vida para los demás. Oyendo esto, pensarán que es una ingenuidad hablar estos temas. Porque no podemos hacer el bien porque hay mucha gente ingrata. Que nos cansaremos, que nos quemaremos. Que terminaremos dejándolo y acomodándonos a la mentalidad circundante: “no hago mal a nadie, no me meto con nadie”. Claro que nos podemos cansar, agotar y quemar. Si lo que estamos dando es a nosotros. Sin embargo, Jesús nos da la clave de toda acción a favor de los demás. Hay que darlo todo. Hasta vaciarnos de nosotros mismos. Sólo el vaso que se vacía del todo, puede ser llenado. No tengamos miedo de la bondad, de la ternura. No tengamos miedo a hacer el bien. Aprendamos de nuestro Maestro y hagamos el bien a todos, empezando por los más cercanos y por los más necesitados.

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